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Sunday 1 Oct 2023 | Actualizado a 12:06 PM

Boric

El viraje hacia el centro es evidente con pasos hacia la derecha, como dice el profesor español Monedero, “si la izquierda hace política de la derecha, está condenada a desaparecer”.

/ 8 de junio de 2023 / 00:00

En la Cumbre sudamericana convocada por el presidente Lula da Silva, la declaración del presidente socialista chileno Gabriel Boric sobre Venezuela, la revolución bolivariana y el presidente Nicolás Maduro me obliga hacer una reflexión sobre el valor de ser militante de la izquierda.

Me sentí parte del triunfo de la convocatoria a la Asamblea Constituyente, de la elección de constituyentes para cambiar la Constitución pinochetista, del triunfo democrático del pueblo rebelde y movilizado contra el heredero y adulador de la dictadura, y el juramento de Boric como presidente; también me sentí afectado por la derrota en el referéndum para aprobar la nueva Constitución, defraudado por el rol de Boric en el proceso constituyente y por las declaraciones públicas y reiteradas contra la revolución bolivariana.

Ser de la izquierda revolucionaria, en sus diferentes corrientes ideológicas, implica una opción política de vida, pero cuando se asume como la forma de diferenciarse discursivamente de la derecha, es el simbolismo de la imagen de izquierda que se pretende mostrar.

La izquierda ideológicamente politizada es revolucionaria, la izquierda académicamente politizada es institucionalista del sistema, es decir, es el reformador del sistema y no el que transforma las estructuras de explotación y dominación.

Hago hincapié en estos temas que aparentemente son intrascendentes y teóricos, pero son determinantes para comprender la dinámica política de la izquierda en la política.

La historia de nuestra región en el siglo pasado está marcada por procesos libertarios y el ascenso de gobiernos de izquierda y progresistas; estaban construyendo en la lucha subversiva y democrática —como decía el Che— la segunda y definitiva independencia. La respuesta del imperialismo fue uniforme: impulsar, financiar golpes de Estado y la instalación, por vía de la violencia militar y paramilitar, de gobiernos dictatoriales con características fascistas.

El gobierno del socialista Salvador Allende es una de las experiencias más emblemáticas, llegó a la presidencia por decisión democrática del pueblo, fue derrocado por uno de los golpes más sangrientos en la región liderado por el comandante en Jefe del Ejército, general Augusto Pinochet, y el secretario de Estado de EEUU, Henry Kissinger; este y otros golpes en Argentina, Paraguay, Uruguay, Brasil, Bolivia, Perú tenían la misma finalidad política, motivación ideológica y estrategia geopolítica.

Los golpes de Estado en el largo tiempo implicaron un realineamiento de la región en condiciones de subordinación al imperio, los gobiernos militares como forma de gobierno fueron sustituidos por las democracias como forma de gobierno con sistemas políticos hegemonizados por partidos de centro y de derecha.

En esos escenarios con vientos tormentosos neoliberales surgieron liderazgos de izquierda antiimperialista, progresistas, que llegaron al gobierno por decisión soberana de sus pueblos.

Chávez, el militar de izquierda antiimperialista que emergió a la política con un intento de golpe fallido, estuvo preso, fue liberado, llegó al gobierno democráticamente, transformó el Estado vía Asamblea Constituyente, derrotó con la movilización popular a un golpe de Estado liderado por empresarios y fracciones de militares, se sometió y venció un referéndum revocatorio; impulsó junto a los Castro, Lula, los Kirchner, Evo, Correa, uno de los pasos continentales más importantes de integración de nuestra historia sin subordinación al imperio. A la muerte de Chávez, el relevo fue democrático y en la urnas, pero desde el primer día del mandato constitucional de Maduro impulsaron y financiaron su derrocamiento, inventando una caricatura de presidente con Guaidó; confiscaron miles de millones de dólares e impusieron arbitraria y unilateralmente más de 900 sanciones económicas, incluso durante la pandemia. Son crímenes de lesa humanidad contra el pueblo venezolano con el objetivo de derrocar la revolución bolivariana.

Cuando se hace una lectura a partir de la academia discursiva de izquierda, y no desde lo ideológico, se ingresa a lo que quiere el Pentágono, convalidar el mismo discurso imperial pero aparentemente desde la izquierda. En el presidente socialista chileno encontramos abandono del horizonte revolucionario, que es sustituido por la gestión pública con imagen progresista como el nuevo rostro de la izquierda.

El gobierno secuestró el origen de su triunfo, sustituye con su propia narrativa el presente histórico para imponer su racionalidad academicista, donde lo ideológico como concepción de la realidad y el poder, de sus contradicciones y el rol de los actores en disputa es sustituido por la formalidad y el simbolismo como ética política que no afecta a las estructuras de poder, pero es eficiente para atacar a la izquierda revolucionaria.

El viraje hacia el centro es evidente con pasos hacia la derecha, como dice el profesor español Monedero, “si la izquierda hace política de la derecha, está condenada a desaparecer”.

(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.

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Lawfare

Los tribunales de justicia y el Constitucional están asumiendo también un rol político decisivo

César Navarro

/ 28 de septiembre de 2023 / 09:31

La guerra judicial en nuestro continente es la utilización política de la justicia para eliminar “judicialmente” al o la líder de izquierda, considerado enemigo por el establishment de poder, para reordenar la política, los poderes políticos y facilitar el acceso y control del poder a las facciones de derecha a nombre de la libertad y la democracia.

La República, tutelada desde siempre por el imperio del norte, es el republicanismo neocolonial que usa sus “principios”: división e independencia de poderes, democracia, Estado de derecho, etc., en función a los tiempos e interés fácticos de los grupos de poder interno y externo, es decir, los principios que los envuelve es solo un ropaje que cubre la esencia misma del poder. 

La segunda mitad del siglo pasado, el republicanismo clausuró violentamente un principio de la República: la democracia a nombre de la libertad, de la patria y contra el comunismo, la “gobernabilidad” del poder estaba en los cuarteles militares y en los estratos judiciales.

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La intervención armada propia del fascismo valida el poder, el Poder Judicial legaliza la represión y el poder fáctico, la política tiene en la armas militares y judiciales su fuente de poder.

La recuperación de la democracia por los pueblos, organizaciones sociales y la izquierda, replegó a los militares a sus cuarteles, pero los tribunales inquisitorios de la justicia, sin sonrojarse se autodenominaron guardianes del Estado de derecho y la constitucionalidad republicana.

Los hechos más emblemáticos del lawfare se expresaron en Brasil; el juez federal Sergio Moro condeno a nueve años de prisión al expresidente Lula da Silva en pleno año electoral. Lula lideraba las encuestas, su inhabilitación y encarcelamiento posibilitaron el triunfo del ultraderechista Jair Bolsonaro. El juez Moro fue nombrado ministro de Justicia, actualmente es senador. Lula estuvo en prisión 580 días, la Corte Suprema de Brasil anuló las condenas por corrupción porque carecían de prueba y estaban motivadas más por motivos políticos.

En Ecuador, Lenín Moreno, quien fuera uno de los vicepresidentes de Rafael Correa, cuando fue elegido presidente se apropió del gobierno, la forma fue la eliminación judicial de sus mentores. Jorge Glas, su vicepresidente, fue sentenciado y encarcelado por seis años. En 2023, la Justicia revisó el proceso y declaró nulo un juicio por peculado, por esa misma causa fue sentenciado Correa e inhabilitado de ejercer cargos públicos. Esta sentencia benefició de manera directa al triunfo electoral de Guillermo Lasso, multimillonario de derecha.

En Argentina, a Cristina Fernández de Kirchner le han abierto más de 12 causas judiciales, incluidas varias en las que había sido sobreseída y que han sido reabiertas. La causa más reciente y escandalosa es la de Vialidad, por ésta la han sentenciado a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos. Los beneficiarios políticos son Macri y el ultraderechista Milei.

La connotación política del lawfare tiene que ver con la composición política del poder a favor de las derechas, la juristocracia (el gobierno de los jueces y fiscales) adquiere rol decisivo en los momentos oportunos.

En nuestro país, los tribunales de justicia y el Constitucional están asumiendo también un rol político decisivo que no tiene la misma connotación de los tres países mencionados, pero tiene efecto político en los órganos del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

El vocal de la Sala Constitucional Primera de La Paz determinó temporalmente suspender la facultad constitucional que tiene la Asamblea Legislativa de interpelación a los ministros, a través de una medida cautelar.

La preselección de candidatos para las elecciones judiciales que tiene que desarrollar la Asamblea Legislativa, fue suspendida inicialmente en dos ocasiones por resolución de Tribunal Constitucional; el tercer momento, que aparentemente era una base de acuerdo en el Senado, posibilitaba abrir un escenario de debate en Diputados. Contrarios a esta oportunidad, los diputados delegaron su facultad de decidir al Tribunal Supremo de Justicia, que condicionó su opinión a una consulta al TCP, y el proceso de preselección y elección judicial se clausuró indefinidamente.

Estas resoluciones reordenan el escenario, inhabilitan a la Asamblea indefinidamente en su facultad constitucional y prohíben al soberano, que es el pueblo, a concurrir para elegir y decidir.

La democracia como forma sustantiva de organización de los órganos de poder del Estado está condicionada a fallos jurisdiccionales, los jueces se arrogan la condición de soberanos para decidir, es decir, intervienen en el momento político oportuno.

La guerra judicial o lawfare es un método político no convencional que usa la ley y el poder del juez (juristocracia) para influir y decidir sobre la temporalidad política que determina la composición del poder.

(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda

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Antievismo

El ‘antievismo’ para quienes se proclaman del proceso de cambio aparece como la descalificación a Evo

César Navarro Miranda

/ 14 de septiembre de 2023 / 08:34

En el anterior artículo expuse el evismo como factor articulador de la política y lo político, es por donde circula el conflicto, la disputa de la coyuntura electoral, los liderazgos de las organizaciones sindicales, populares y campesinas, del sentido colonial y anticolonial del tiempo político en el Estado Plurinacional, y de la composición política del poder.

El evismo surge como el factor contrahegemónico al republicanismo colonial racial, el antievismo emerge del sustrato que está en la subjetividad colonial capitalista del establishment nacional político, económico, de la nobleza eclesial, de la élite cruceña, sectores de clases medias urbanas: el racismo. Al racismo no se puede pretender exponer como discriminación, sino como superioridad manifiesta expresada en las relaciones sociales, económicas, culturales, religiosas y en las estructuras de poder, es decir, el racismo era y aún sigue siendo la normalidad impuesta para mantener una lógica civilizatoria impuesta con la invasión y el republicanismo colonial.

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Lo indígena representa la inferioridad, sus formas de vida son admitidas como folklore y los indígenas tienen aceptación mientras no alteren la cotidianidad urbana criolla blanca, los modelos contemporáneos de esta sumisión son los Víctor Hugo Cárdenas, el Tata Rafael Quispe, Marcial Fabricano y otros que tienen el brillo de su imagen, pero con conciencia alienada.

Felipe Quispe, el Mallku, Evo Morales, son la ruptura con la colonialidad del poder, no aspiran al reconocimiento y un lugar dentro la sociedad colonial; por el contrario, lo enfrentan para transformarlo, el evismo se manifiesta como vocación y estrategia de poder.

Las frases “tierra territorio”, “votar por nosotros mismos”, “de la protesta a la propuesta” sintetizan el horizonte conciencial que tiene que ser combatido no por la lógica liberal democrática, sino por dispositivos emocionales raciales, la razón de la sin-razón; el antievismo personifica el estado de ánimo de superioridad porque no pueden aceptar ni permitir que los y el indígena insubordinado estén por encima de su estatus social privilegiado.

El evismo implicó la ruptura política e ideológica del viejo sistema político neoliberal, los otrora partidos-Estado fuertes, porque detentaban el monopolio del poder, fueron derrotados en sus propias reglas, fueron desplazados por decisión soberana del pueblo a la condición marginal de ser oposición por sobrevivencia electoral, no tienen capacidad de defender su pasado, menos ofrecer una alternativa de gobierno, peor aún de Estado.

El antievismo ideológico no se manifiesta explícitamente, busca cobijarse en fraseologías y consignas: “libertad y democracia”. Se autoimpusieron la aureola para mostrarse como paladines de ideales subliminales: “si no luchamos por la libertad y la democracia qué futuro les espera a nuestros hijos”. Es la plataforma que necesitan y requieren para mostrar al evismo como el enemigo de ese ideal que aparentan representar.

La wiphala anticolonial como símbolo patrio no niega a la República, la grandeza está en flamear junto a la tricolor, nos está mostrando una nueva era de complementariedad descolonizada, pero como no comprenden la subjetividad de este tiempo en el Estado Plurinacional, las reacciones (de las derechas) al quemar e impedir que icen la wiphala sintetizan lo que ideológicamente representan: no es la “libertad y la democracia”, sino el lumpen del republicanismo servil y racial.

El evismo, para las izquierdas, fue la superación ideológica y política; las izquierdas, reducidas a tener participación en espacios sindicales, a alguna representación parlamentaria, a la resistencia al neoliberalismo con consignas obreristas, se encontraron en la lucha con lo indígena campesino constituido en movimiento constituyente, ese encuentro representa otro tiempo, la posibilidad fáctica de ser poder por la vía democrática como horizonte antiimperialista y anticolonial.

El antievismo para quienes se proclaman del proceso de cambio aparece como la descalificación a Evo y lo que representa para nuestra historia contemporánea, este acto representa la negación del presente y aparenta ser la nueva era dentro la revolución democrática y cultural.

El antievismo no es coyuntural, es estructural y multifacético, los interesados ideológica y políticamente en derrotar y destruir el factor de la política y de lo político que es el evismo están sentados en el norte imperial. Ellos conocen, porque son estrategas de las desestabilizaciones violentas en nuestro continente, no está en su agenda solo las elecciones, sino mas allá, el evismo no puede seguir siendo la columna vertebral del Estado Plurinacional.

La fragmentación del bloque indígena campesino es el paso previo, exacerbar los discursos incendiarios implosionará el núcleo del proceso, ahí la autocritica será mea culpa melancólica, nos reduciremos a la resistencia fragmentada; el nuevo factor de la política podría ser un nuevo republicanismo plurinacional, neocolonial y capitalista.

(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda

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Evismo

El factor ordenador de la política y de lo político es el ‘evismo’, antes, durante y después del golpe

César Navarro Miranda

/ 31 de agosto de 2023 / 07:57

La política entendida como la forma de actividad o praxis humana estrechamente vinculada con el poder (Bobbio) y la disputa, implica fácticamente un eje hegemónico organizador de la política que define el sentido de época y el poder.

La crisis y posterior destrucción del capitalismo de Estado, la desarticulación del movimiento popular con el despido forzoso del proletariado estatal, la izquierda clásica reducida a sigla partidaria, posibilitaron el nuevo ciclo estatal hegemónico del neoliberalismo; sus actores políticos constituyeron su institucionalidad republicana representativa en el sistema político con el trípode interpartidario (MNR, ADN, MIR), que alternó en el poder durante 20 años.

Lo hegemónico representa voluntad y estrategia de poder, es el factor ordenador de la política como movimiento y disputa por lo político (Estado, institucionalidad, normas); el momento del quiebre hegemónico, la clase dirigente se reduce a dominante, utilizando los medios coercitivos institucionales, legales y armados para mantenerse en el poder, el surgimiento de otro factor de poder que es lo contrahegemónico, ese es el tiempo de desorden y reordenamiento de la política expresada y representada en nuevos actores que lideran y representan la institucionalidad de lo político transformado o renovado.

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Lo contrahegemónico al neoliberalismo emergió de la forma sindical, territorial indígena, campesina, cocalera, que no demandaban reivindicaciones sectoriales sino interpelaban al tipo de Estado capitalista colonial, a sus agentes de poder político, económico, simbólico, religioso; la interpelación era ideológica, política y cultural, movilizada sindical y territorialmente con un horizonte que logró articular la memoria larga, “el anticolonialismo”, con la realidad presente de la subordinación incondicional como principio y fin de la República de Bolivia a los EEUU en el “antiimperialismo”. La praxis es la posibilidad de disputarle al sistema político bajo sus propias reglas liberales representativas el control territorial, este es el momento que la voluntad y estrategia de poder se manifiestan en tres ejes interdependientes: horizonte, organización y liderazgo.

Lo contrahegemónico empieza a ser el nuevo factor de reordenamiento de la política, los plebeyos en su perspectiva estatal y los neoliberales en sus acciones represivas, el núcleo de poder estatal actúa y reacciona contra lo emergente, lo sindical campesino es estrategia con vocación de poder, el liderazgo que sintetiza ese tiempo indefinido es Evo Morales.

Los triunfos democráticos sucesivos no se pueden reducir a la elección y ratificación indígena en la presidencia, sino a la forma hegemónica del evismo como ordenador de la política y transformador de lo político.

El “ismo” es sufijo para designar, identificar corrientes filosóficas, de pensamiento, de concepciones de poder, hoy el evismo es concepción ideológica, es estrategia de poder, es la forma de articulación sindical, territorial urbano y rural, es manifestación política de la cultura, es conflicto, es liderazgo territorial democrático (gobernaciones y municipios), es el poder como manifestación democrática del Estado Plurinacional.

Muchos creyeron que la derrota del 21F, la renuncia por presión civil, policial, militar en 2019, la elección de un nuevo gobierno sin la presencia de Evo y su ausencia en el poder implicaban clausurar su liderazgo, que la política vivía tiempos post-Evo, simplificando y reduciendo este tiempo histórico solo a momentos electorales, restándole el sentido anticolonial y anticapitalista a la nueva CPE y a las nacionalizaciones; minimizaron este ciclo histórico, subestimaron la subjetividad de los pueblos y de los sectores populares.

El golpe apropiándose de lo político creyó sustituir mediante la violencia el liderazgo indígena campesino, las acciones coercitivas desde el Estado tanto políticas, jurídicas, policiales como militares se concentraron en destruir lo que implicaba el evismo para prolongarse en el poder indefinidamente, reconstruyéndolo simultáneamente; la represión y el genocidio eran la manifestación armada del gobierno, pero no implicaron la desarticulación y derrota del bloque plebeyo.  

El factor ordenador de la política y de lo político es el evismo, antes, durante y después del golpe. Los actores que concurren a la disputa desde diferentes escenarios políticos, mediáticos, sindicales, cívicos, territoriales no pueden prescindir de este hecho hegemónico, por el contrario, sus manifestaciones públicas y políticas están condicionadas a esta realidad.

La forma como se articulará la disputa por el poder no depende de los actores externos, sino del núcleo orgánico del proceso, que concentra el conflicto y la posible división, el desenlace constituirá el escenario preelectoral.

El evismo, para los opositores de todo color ideológico, es el enemigo a enfrentar y destruir para inaugurar otro tiempo político.

En el próximo artículo explicaremos qué es el antievismo.

(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda

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Milei

El ultraderechista Javier Milei se declara admirador de Margaret Thatcher, Trump, Bolsonaro

César Navarro Miranda

/ 17 de agosto de 2023 / 08:57

Evaluar el resultado de las primarias electorales argentinas, donde salió vencedor el ultraderechista Javier Milei, como el voto bronca por la situación económica y contra los políticos tradicionales del peronismo/kirchnerismo y la derecha macrista, es muy simplista; si bien están presentes públicamente estos hechos, es más lo folklórico del discurso del Frente Libertario Avanza que lo que representan. Por el resultado de las primarias, Milei es el outsider, pero lo que representa ideológica y políticamente es el neofascismo.

Empieza a construir cierto tipo de pueblo a partir de la crítica al Estado, al sistema político, a la izquierda, e interpela emotivamente a individuos porque no cree en lo colectivo: “el Estado no es la solución, el Estado es el problema… el Estado no puede hacer feliz a la gente, solo puede darle más poder a los políticos… estoy en contra de todos los impuestos, el impuesto es un robo que se paga de manera violenta al Estado”. “La clase política argentina es una casta parasitaria que vive a costa del sufrimiento de la gente… los políticos argentinos son unos hipócritas que hablan de justicia social mientras enriquecen sus bolsillos”. “El comunismo es un sistema asesino… el socialismo es una máquina de generar pobreza… con la izquierda no se negocia.” La noción de pueblo que construye es enemigo del Estado, del sistema político y de la izquierda, interpela en la subjetividad de lo/as individuo/as, es un factor sustantivo en la emotividad como razón del presente.

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Exalta el fundamentalismo ultraliberal del capitalismo: “el Estado siempre busca controlar a la sociedad, no importa cuál sea la ideología que profesen… la competencia y el mercado son los mejores reguladores de la economía… la libertad económica es la base de la prosperidad… el mercado es más humano que el Estado… la soberanía individual es más importante que la soberanía del Estado… la desigualdad es inevitable en una sociedad libre”

Es un militante antiderechos, en sus códigos “la ideología de género, de los pueblos originarios, de la ecología y el lenguaje inclusivo destruyen los valores de la sociedad”; llegó a expresar que está a favor de “quien quiera pueda vender sus órganos para gastar ese dinero como quiera”, que está “contra el aborto”, a favor de la “venta libre de armas”, dice que “la jubilación no es un derecho” y que si llega a ser presidente “cerraría el Ministerio de Educación, el Banco Central y recortará el gasto público”.

Se declara admirador de Margaret Thatcher, Trump, Bolsonaro; comparte ideológicamente con la ultraderecha europea española, francesa, italiana; reivindica las dictaduras militares como necesarias; en una conferencia le preguntaron sobre los 30.000 desaparecidos durante las dictaduras militares argentinas, él respondió: ¿me podés mostrar la lista completa de los desaparecidos?, poniendo en duda los crímenes de lesa humanidad que se cometieron en su país.

En su concepción el socialismo representa seguridad social, derechos laborales, subsidios, educación fiscal, derechos de los pueblos indígenas, derechos de minorías, derechos sexuales, organizaciones sindicales, participación del Estado en la economía y la producción, regulación de precios; simultáneamente reivindica al capitalismo, que el mercado es el único que puede regular la economía, la producción, satisfacer las necesidades sociales, que el individuo está sobre el Estado.

Las características de los neofascismos son diversos e incluso aparentan contradicciones, unos reivindican con intensidad la religión, otros un nacionalismo liberal, otros están contra la migración, otros son racistas, antimusulmanes, otros antiderechos, pero todos comparten su misma matriz ideológica capitalista, colonial, patriarcal y son blancos, lo reivindican y glorifican como el paraíso terrenal.

El republicanismo liberal democrático dramáticamente está demostrando su límite, los actores de izquierda, de centro y de derecha solo buscan respaldo electoral, el neofascismo es la crítica y posible ruptura, no buscan respaldo electoral sino adeptos que asuman sus ideas como suyas, encarnadas en el mesianismo del líder que simboliza el mito como ideal de este tiempo.

El neofascismo ya es gobierno en varios Estados europeos, también en nuestro continente es una fuerza social y electoral muy importante; tiene infraestructura mediática, religiosa, política, está marcando las agendas y puede definir coyunturas de largo plazo. 

Milei, el libertario anarquista estatal, fanático capitalista y anticomunista ya no es solo porcentaje electoral, es realidad política e ideológica, es la fascistización ciudadana de una parte del electorado argentino; los libertarios podrían absorber o sumarse a la derecha que deambula en el electoralismo, que carece de ideas, de liderazgo y está sin perspectiva, porque juntos —Milei y Bullrich— representan cerca de dos tercios del electorado en las primarias, aunque haya participado solo el 62% de los votantes habilitados.

A no dudar, tendrá efecto en Bolivia.

(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda

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Cambódromo

Las sociedades son construcciones constantes de relaciones sociales impregnadas de subjetividades

César Navarro Miranda

/ 3 de agosto de 2023 / 08:15

El momento inaugural del racismo como estructura de poder, de clase, como cultura de superioridad, como forma de organización de la sociedad, como religiosidad, es la invasión española; el racismo se constituyó en el principio ordenador en la Colonia, durante la República, pervivió con el nacionalismo revolucionario, el neoliberalismo lo decoró con Víctor Hugo Cárdenas. En este tiempo político del Estado Plurinacional, la emergencia de una nueva élite indígena originaria anticolonial que lidera el Estado generó que las diferentes fracciones conservadoras convertidas en oposiciones hicieran del racismo su forma pública de intervención en la política a través de diferentes manifestaciones, todas asociadas a la violencia.

En la subjetividad de las sociedades urbanas con diferentes niveles de intensidad dentro los estratos sociales de las regiones del oriente, valle y occidente, el racismo está adquiriendo condición de normalidad por la forma de presentación pública, mediática; la tolerancia o incentivo de instituciones cívicas, religiosas es parte de la cotidianidad, es decir, deja de ser censurable para constituirse —por imposición— en la forma de protesta como un “derecho” a la libertad de expresión y acción.

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La migración interna de occidente al oriente desde mediados del siglo pasado en plena implementación del Plan Bohan hasta el presente, es vista como la migración de la fuerza de trabajo físico e intelectual, este hecho no es menor, es fundamental, es mentalidad euroamericana-céntrica que define el lugar de los migrantes en la sociedad, el límite de sus derechos y obligaciones, la forma cómo las autoridades y élites convertidas en institución política, religiosa, cívica, mediática, los deben y tienen que tratar; es la producción y reproducción de subjetividades en las sociedades propias de la colonialidad racial, Santa Cruz sintetiza dramáticamente esta realidad.

El conservador e influyente medio de comunicación titula la noticia Activistas, vecinos y autoconvocados se oponen a la entrada de los paceños por el Cambódromo, el titular y la noticia son desarrollados a partir de la molestia que tienen los vecinos del séptimo anillo por el ruido de la música, el excesivo consumo de bebidas alcohólicas, la basura que producen estos actos; si el sentido de la molestia de los vecinos fuera lo enunciado en la noticia, aplicaría también a las fiestas del Carnaval, pero la aparente “inocencia” de la presentación del hecho nos muestra a ciudadanos activistas y vecinos autoconvocados a defender la tranquilidad de su zona; segundo, que los residentes paceños no lograron tener la autorización del alcalde Fernández para desplegar la actividad folklórica, por lo tanto la protesta presentada de esa manera es legítima, la imagen de vecinos autoconvocados espontáneamente subsume y cubre a la razón racial de la movilización de los activistas ideológicamente de ultraderecha.

Es la normalización del racismo como acto fáctico. Los “autoconvocados” en sus opiniones, en sus acciones, están expresando y representando la racialización de las relaciones sociales existentes, el sentido de apropiación del espacio urbano no parte por vivir en la zona, sino por asumir la cruceñidad como identidad de superioridad frente al otro, al otro que habita junto a ésta pero que no lo consideran parte de ella, a no ser que ese otro asuma como suya la identidad regionalizada del establishment cruceño, es el migrante alienado y adoptado.

Lo sucedido en el Cambódromo no puede ser visto como un acto de discriminación o falta de tolerancia entre ciudadanos, como titularon un par de medios audiovisuales, —los medios— siguen deliberadamente encubriendo el fondo del hecho e implícitamente están fomentando ese tipo de acciones.

Pero no se trata solo de enunciar el hecho como un acto de racismo, sino por identificar a la intelectualidad que promueve, fomenta, alimenta el espíritu racista de grupos a los símbolos, institucionalidad y representación política, civil y religiosa que da sentido a este tipo de manifestaciones.

Las sociedades son construcciones constantes de relaciones sociales impregnadas de subjetividades que se desarrollan en realidades complejas, contradictorias; en las nuestras, la colonialidad racial es un factor altamente influyente en el sentido común porque se ha impuesto desde siglos como normalidad racional, es tiempo no solo de superar estas taras propias del capitalismo colonial, sino también de una lucha intelectual, cultural, política, social, territorial contra estructuras institucionales compuestas y lideradas por hombres y mujeres que dan razón de la sinrazón racial.

Un dato no menor, de los tres detenidos por los actos del Cambódromo, el primero es miembro de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos en Santa Cruz y los otros dos, al momento de su aprehensión, estaban con la Biblia.

(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda

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