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Sin sindéresis

MÁSCARAS Y ESPEJOS

En los últimos tiempos, la literalidad se ha convertido en un rasgo predominante en nuestra cultura política. No es un defecto, o no debería serlo, habida cuenta que la literalidad se refiere a seguir fielmente el significado exacto de las palabras, sin embargo, en estos tiempos, en vez de aclarar las cosas, la literalidad las enreda, las va enredando (más grave aún puesto que circula en las redes). Curiosa paradoja, como toda paradoja. Lo que sucede es que se trata de una literalidad sin sindéresis y no es poca cosa, porque la sindéresis se refiere al uso de la discreción y la sensatez para juzgar los hechos de una manera correcta y para emitir juicios en un momento determinado. Y si algo falta en estos tiempos es cordura, tino y mesura en los meandros de la política, en los pasillos partidistas. Y ni hablar de la mayoría de periodistas, sobre todo aquellos que armaron un cerco mediático en 2019 con falacias que siguen repitiendo (pero de mentiras, fake news y manipulación mediática me encargaré otro día).

Existe falta de sindéresis, sin duda, cuando un diputado enarbola un letrero que dice: “Yo no me quiero suicidar” y uno no sabe si se trata del uso de una figura retórica —ironía o sarcasmo— para denotar astucia o es simplemente un desliz argumentativo que deriva en una hipérbole —otra figura retórica— porque, dizqué, “en Bolivia ya no existe derecho y justicia que nos ampare”. A ver. Y lo declaran unos parlamentarios que forman parte de la bancada oficialista y no de la oposición, aquella que anda prediciendo catástrofes desde ha y como siempre anda envuelta en el papel celofán de la ins/ti/tu/cio/na/li/dad aunque no se despeina para expulsar de su bancada a una senadora porque votó en sentido contrario a la orden de su agrupación. Ante tal hecho y para contrariar a sus detractores, la desterrada legisladora decidió fragmentar aún más a la oposición: “como tan preocupados están todos, entonces es posible que una vez que concluya mi mandato yo me presente para presidenta o para vicepresidenta”. Eso es salirse por la tangente, con estilo.

Sin estilo, en las filas de la bancada oficialista resaltan algunos personajes por su histrionismo, cuyas declaraciones no consignaré por falta de espacio y porque son de dominio público y de escarnio privado.

Mi atención apunta a la literalidad cada vez más frecuente en el seno del partido de gobierno; en el partido y en el Gobierno; así, por separado, puesto que a veces el MAS-IPSP es una sola entidad, a veces dos, y otras tantas, es ninguna, porque da la impresión de que el significante “se ha estido”. Sin medias tintas, el jefe del partido de gobierno declaró que el partido no forma parte del Gobierno y otro alto dirigente señaló que el Presidente del Estado es enemigo del presidente del partido y así sucesivamente. Literal, a lo Marx, en modo Groucho.

Hace años, el relato épico predominaba en la discursividad política del “proceso de cambio” y, a tono con ese tenor, la oposición era altisonante y creativa (remember “la media luna”). Estos días no hay pistas para encontrar alguna elaboración discursiva asentada en argumentos y potentes interpelaciones, ojalá no sea un signo de los tiempos sino cuestión del frio invernal, para terminar con un pleonasmo.

Fernando Mayorga es sociólogo.