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Machaq Mara, Mara T’aqa… Año nuevo andino…

DE FRENTE EN EL PACHAKUTI

Casi 50 años atrás, la primera generación de jóvenes de origen ancestral aymara y quechua, frustrados de la Revolución Nacional de 1952, autodenominados movimiento indianista y katarista anticolonial, emprendieron una lucha abierta contra la sociedad y ese “Estado del 52” que solo había prometido y sucedían muy pocos cambios. Después de hacer un balance, expresado en la Tesis india y el Manifiesto de Tiwanaku de principios de 1970, emprendieron una serie de planteamientos de carácter político, económico, social y cultural. Sobre este último tema, se relanzó la celebración del año nuevo aymara-quechua, con nombres como Mara T’aqa, Machaq Mara, Willka Kuti, Willka Kutjta…

Las primeras celebraciones en el centro arqueológico de Tiwanaku (hoy animados por la presencia de autoridades políticas nacionales, municipales y originarias) no fueron posibles, producto del colonialismo interno y la imposición del año nuevo occidental como el único legítimo. Recuerdo el entusiasmo del jach’a yatiri Rufino Phaxsi y su familia. Aquel amawta del ayllu Waraya, ante la imposibilidad de ingresar al sitio antiguo para celebrar el recibimiento del Tata Inti, construyó una réplica de la Puerta del Sol en el patio de su casa y así se celebró simbólicamente el ritual del recibimiento al Padre Sol el 21 de junio.

En estos años publicó el historiador German Choque Condori o Kara Chukiwanka, lamentablemente finado, el calendario Mara Wata, con los 13 meses del año, entre los aymara, los quechuas y los uru. Además, editó los primeros opúsculos sobre la wiphala.

El Willka kuti no solo es la celebración del año nuevo, sino también el agradecimiento espiritual a la Pachamama y a los apus. En la cosmovisión andina, en la tierra no solo habitan los seres humanos, sino también otros seres con las que hay que convivir y compartir. Estos espacios sagrados están identificados como las wak’a y los machulas.

En la década de 1990 fue creciendo la celebración en la región andina. Recuerdo en Ecuador, por ejemplo, donde aún se celebraba la fiesta de San Juan y hoy se denomina Inti Raymi, que varía unos días del día 21 de junio. Desde principios del siglo XXI comenzó a celebrarse en otros países, incluido en Europa, con el entusiasmo de los residentes bolivianos o de la región andina; pero en otros casos de europeos que vivieron en el Abya Yala sur o están convencidos de que hay que impulsar antiguas formas de vida espiritual en el mundo.

En el septuagésimo tercer período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, se aprobó la resolución que reconoce el 21 de junio como el “Día Internacional de la Celebración del Solsticio en sus diferentes manifestaciones”. Esta resolución alienta a los Estados miembros a que se esfuercen por dar a conocer la celebración del solsticio en sus diferentes manifestaciones, entre otras el Inti Raymi, el We Tripantu, el Willka Kuti y el Yasitata Guasú, y que organicen eventos anuales para celebrarlo, según proceda. También invita a los Estados miembros de las Naciones Unidas, en particular a sus organismos especializados y sobre todo a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), a que participen en los eventos organizados por los Estados miembros, los pueblos indígenas y las comunidades donde se celebra el solsticio y creen conciencia al respecto. Es lamentable que este reconocimiento internacional no sea difundido ampliamente.

Según el Ministerio de Culturas de Bolivia, habría alrededor de 200 lugares sagrados donde se celebra cada año la Mara T’aqa. A pesar de este crecimiento lento, el gran problema sigue siendo ¿con qué se celebra o mejor dicho con que se ch’alla? El uso del alcohol en sus diferentes productos sigue siendo la gran incrustación y la permanencia dañina, tanto para la Pachamama, los apus y el ser humano. ¿Cuándo se rectificará nuestra relación de vida con la Pachamama y los apus, ch’allando con el agua? El historiador Kara Choquehuanca, más conocido como el Inka Waskar Chukiwanka, dice en su libro Juntando piedras: “Hay que enseñar a ch’allar con agua o con las gotas de la lluvia… y nuestras fiestas podemos hacerlo sin alcohol”. Es la preocupación más urgente que nos dejó. Esta inquietud es parecida cuando la wiphala, de quien fue su gran rediseñador, era despreciada y nadie creía en su reconocimiento y difusión. Para finalizar, oí en algún medio de prensa sobre el uso del agua en este Machaq Mara, para lavarse la cara y así recibir al Tata Inti. Espero no sea una mirada de algunas iglesias evangélicas, que siempre trataron de usufructuar de la espiritualidad ancestral.

¡Jallalla 5531mara t’aqa. Sumaki irnaqapxañani aka marana. Wipha, wipha!

Esteban Ticona Alejo es aymara boliviano, sociólogo y antropólogo.