Icono del sitio La Razón

Sobre mitos e ideologías

carlos_villagomez.jpg

Carlos Villagómez

La celebración del Año Nuevo Aymara, conocido como Willka Kuti o Mara T’aqa, despierta en la sociedad boliviana pasiones y desencuentros. Por esos crispamientos, es oportuno reflexionar sobre los mitos históricos y su instrumentación ideológica. Comencemos con dos citas de expertos, dirigidas a los cartesianos del pueblo: la primera, “no hay sociedad sin mitos”; y la segunda, “el pensamiento —o mejor, el comportamiento— mítico ha resistido el embate continuado del discurso racional”.

En 1979, un grupo de indígenas universitarios, ante el ninguneo de la izquierda tradicional, forman el Movimiento Universitario Julián Apaza (MUJA), con muchos objetivos en su ideario. Uno de ellos, recrear el Año Nuevo Aymara. Una decena de participantes van a Tiwanaku para el primer encuentro. Año tras año se van sumando cientos, luego miles de miles. Se propaga a El Alto, la Isla del Sol, nuestras apachetas, a otras ciudades bolivianas, etc. Después a Brasil, Argentina, creciendo más que ningún programa político tradicional.

Lea también: Urbanismo ciudadano

El ser humano es simbólico por excelencia, precisa de mediaciones —sean racionales o fantasiosas— para establecer vínculos sociales y lograr un sentido de pertenencia. A pesar del actual desarrollo científico, lo mítico está presente ¬ —aquí y acullá— porque son instrumentos sociales extremadamente funcionales cuando se derivan al campo de las ideologías. Por ejemplo, el programa del nazismo alemán o del actual QAnon en EEUU, ambos con discutibles mitificaciones raciales y oscuras conspiraciones, tienen miles de militantes porque “la mitología y la ideología se apoyan y se necesitan mutuamente”.

En nuestro caso, por ejemplo, la suma de años civilizatorios lograda es digna de recordar:  se suman los años desde 1492 (la llegada del imperio español) a la fecha. A esa cifra se adicionan cinco ciclos de 1.000 años, total 5.531 años de civilización aymara. Pero, ¿por qué cinco? ¿por qué de a mil? Incluso un pensador aymara apuntaba que esa cifra se queda corta y que estaríamos alrededor de los 160.000 años; es decir, seríamos el inicio, el alfa y omega, de todas las razas del orbe. ¿Importa que esta suma sea concebida con entelequias? Pues no. Lo real y comprobable es que estas narrativas y sus simbolizaciones calan profundo en el imaginario colectivo de las sociedades —mayormente en sociedades históricamente aisladas— y forman un sentido social con consecuencias históricas. Ejemplo: una parte del mito más exitoso de la historia de la humanidad, con más de 20 siglos de dominio en Occidente y el planeta, postula que la madre del Salvador fue embarazada por un ectoplasma. Sus apologetas lo llaman dogma de fe.

(*) Carlos Villagómez es arquitecto