Minerales críticos (I)
Ya se avecina una crisis de suministro de cobre, litio, potasio, fósforo, níquel, tierras raras, etc.
Dionisio J. Garzón M
Vivimos una revolución tecnológica muy peculiar que va de la mano del uso indiscriminado de energía, que supone una población mundial que ya superó los 8.000 millones de habitantes y su necesidad de acceso a servicios básicos y tecnológicos; esto a su vez supone una cadena de suministro cada vez más compleja y una creciente demanda de materiales de todo tipo y de energía para alimentar los complejos industriales y de servicios. Esto que parece un trabalenguas es, en la historia del planeta, un periodo de crisis global que tiene mucho que ver con el accionar de los humanos y su egocentrismo imparable. Los recursos naturales no son infinitos, los metales que jugaron un papel preponderante a lo largo de la historia y las fuentes de energía fósiles a las cuales la humanidad acudió para subsistir, tampoco. Una cosa es una cadena de producción de cualquier tipo para 2.500 millones de habitantes, que es la población ideal para el tamaño y características del planeta que habitamos, que una cadena para una población tres veces mayor. Eso es lo que estamos viviendo. En el caso específico de los minerales y sus metales contenidos ya se avecina una crisis de suministro de cobre, litio, potasio, fósforo, níquel, tierras raras, etc., para satisfacer las tecnologías de producción de energía limpia y su almacenamiento, servicios básicos y tecnológicos y hasta de alimentos; estas tecnologías no pueden prescindir de estos y otros metales que se agrupan en lo que denominamos minerales críticos, apelativo que indica la precariedad de su cadena de suministros actual y su previsible colapso a corto plazo si no se aplican medidas de shock para añadir nuevos yacimientos a la producción actual. Esto se dice fácil pero el nivel de inversión y de tiempo para estas faenas es enorme y ya se consideran en el campo geopolítico de países del primer mundo, estrategias de producción y de control, en países emergentes con áreas potencialmente interesantes.
Lea también: La incógnita de la transición industrial (II)
El ejemplo paradigmático de esta situación es la “guerra” por el control de áreas con yacimientos de minerales de litio en salmueras y en roca dura, de su desarrollo y de la puesta en marcha de nuevos proyectos, que permitan la producción de baterías de ion litio para autos eléctricos (EV) a la brevedad posible y en las mejores condiciones de mercado. Se estima que el 65% del valor de una batería corresponde al litio, 20% níquel, 6% cobalto, 5% cobre y el resto a otros componentes (datos de Bloomberg), valores que varían si se considera el uso de metales en otros componentes de un EV, donde el cobre, por ejemplo, es un componente mayor.
La minería del litio alcanza niveles de capitalización de mercado que se acercan a algunas de las mayores mineras de commodities tradicionales (BHP, Río Tinto, Glencore y Vale tienen niveles de capitalización mayores a $us 75 billones; Albemarle, SQM, Ganfeng y Tianqui juntas, pueden acercarse a los valores de Vale,), la minería de niquel y cobalto depende de la producción de Indonesia y África y la de cobre de Chile y Perú; la presión del mercado depende más del upstream de estos metales, de su uso final que se disparará en los años venideros y del descubrimiento de nuevos yacimientos, que de las fluctuaciones de precios de cada metal; el juego de economías de escala es patético en cada caso específico y el factor coyuntural de la puesta en marcha de un nuevo proyecto es y será definitorio en el corto plazo. Ahí radica el juego de estrategias que presenciamos hoy en Sudamérica en el triángulo del litio y en los nuevos descubrimientos de litio en roca dura en Australia, Canadá, Brasil, Perú y otros países, que abren un nuevo e importante factor de producción que competirá con la producción de salmueras. (Continuará)
(*) Dionisio J. Garzón M. es ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia