La Paz, en las sombras del engaño
La Paz merece un destino mejor, debe salir de este círculo vicioso impuesto por la gestión municipal
César Dockweiler
Todos los que vivimos en la ciudad de La Paz hemos sido testigos de actos sombríos de desilusión provocados por la gestión municipal. La celebración de la gesta libertaria del 16 de julio siempre ha sido el momento propicio para mostrar los logros de la Alcaldía, pero este año La Paz ha sido engañada con títulos llamativos de «superobras» que resultaron ser simples anuncios o maquillajes.
Durante la campaña electoral, se nos prometió una «ciudad en movimiento» que entregaría «una obra por día» por “el bien común” de todos los habitantes. Nos vendieron ilusiones en un contexto ciudadano que buscaba un cambio significativo para su ciudad.
Después de casi 800 días, y ante la abrumadora evidencia, nos vemos obligados a evaluar lo que realmente se ha realizado durante la actual gestión municipal en La Paz, en base a los elementos de su propia propuesta electoral.
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Cuando hablamos de una «ciudad en movimiento», esperábamos un progreso, avance y desarrollo. Lamentablemente, el movimiento que experimenta nuestra ciudad de La Paz es de retroceso o caída libre. No existe una visión de desarrollo ni planes que mejoren la calidad de vida de la población. Por el contrario, la ciudad está retrocediendo rápidamente, pasando del liderazgo en competitividad al cuarto lugar entre las ciudades de Bolivia.
Los avances en la eficiencia de gestión territorial han sido desactivados intencionalmente. Por ejemplo, ya no contamos con el último registro digitalizado actualizado de bienes inmuebles, ni siquiera se han finalizado los trámites de planimetría iniciados en la gestión anterior. Actualmente, solo se realizan 100 trámites de catastro al mes, mientras que antes se hacían 15 veces más.
La fiscalización ha desaparecido intencionalmente, dejando la ciudad a merced de los loteadores y constructores sin escrúpulos. Han proliferado las construcciones sin autorización y fuera de norma, invadiendo espacios de propiedad municipal y construyendo en zonas de riesgo sin considerar la vida de los vecinos. En cambio, se priorizan normas que permiten construcciones irrestrictas o la regularización de construcciones fuera de norma, beneficiando económicamente a sus socios a costa de unos centavos para la ciudad.
Se nos prometió «una obra por día», lo que significaría que deberíamos tener 800 nuevas obras en beneficio de la gente. Lamentablemente, la incapacidad de la Alcaldía ha interpretado como «superobra» el mantenimiento de aceras, repintado de paredes y arreglo de jardines. Incluso han llegado al descaro de entregar dos veces una acera repintada.
Anunciaron con bombo y platillo el inicio de trabajos de bacheo, pero solo quedaron en imágenes publicitarias, ya que no llegaron a los barrios donde las calles siguen deteriorándose con más y más huecos. Además, se ha evidenciado el escandaloso robo de asfalto y una mala calidad del mismo, demostrando que no se piensa en el asfalto sino en el “asalto” a la ciudad como una prioridad. Para empeorar las cosas, priorizaron el recapeo de vías en zonas donde están sus “preferidos” socios o amigos políticos, abandonando incluso El Prado paceño, lo que indica que los barrios y las laderas están en una situación aún peor.
Si examinamos aspectos como la salud o la educación, las referencias son similares. Los centros de salud de primer nivel están abandonados, muchos carecen de insumos y medicamentos, y la mayoría solo atiende unas pocas horas y por fichas. Por otro lado, las unidades educativas no han sido adecuadamente rehabilitadas, y cada regreso a clases se convierte en una odisea para los estudiantes, quienes deben estudiar en condiciones precarias e incluso inseguras.
Hay mucho más que se podría mencionar, la evidencia es abundante: La Paz ha sido engañada. Nada de lo prometido se ha cumplido. ¿Qué ha sucedido? Claramente, la gestión municipal ha demostrado dos características irrefutables en este vil engaño que estamos presenciando: desidia y corrupción. No les interesa hacer nada que no les reporte beneficios personales.
Por eso, nuestra hermosa ciudad maravilla está sumida en las sombras del engaño, en una espiral de deterioro urbano e institucional que socava la calidad de vida de la gente. La Paz está atrapada en las sombras del engaño de un alcalde cuya mente no ha salido de la ficción de Marvel y que intenta hacernos creer que simples arreglos son «superobras». Nuestra ciudad está sumergida en las sombras del engaño, porque algunas autoridades del Ejecutivo y el Concejo no trabajan por el bien común, sino por sus propios intereses, dispuestas a sacrificar la vida de los paceños por un puñado de monedas.
La Paz merece un destino mejor, debe salir de este círculo vicioso impuesto por la gestión municipal y proyectar nuevamente su potencial como una ciudad pujante. La Paz merece salir de las sombras del engaño.
(*) César Dockweiler Suárez es economista y presidente de la Fundación Ciudad Humana