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La A de Amparo

La A amante

Después del diluvio de 2019 apareció un meme: tú tan “nadie se wrinde” y yo tan “por qué cuerren”. Un retrato de la Bolivia que no logra reconocerse. No es Evo, no es el fraude ni el golpe. Estamos ante un verde intento de convertirse en un país que no sienta vergüenza ni odio al ver reflejado su rostro indígena y mestizo en el espejo. Nuestro espejito mágico está roto y ya sabemos que eso trae mala suerte, desencuentro e intolerancia. La rajadura se repite hasta el cansancio: sobre la alfombra legislativa, en la pantalla de televisión, en los cafés, en los mercados, en los aeropuertos y, claro, también en la sede de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia (APDHB).

¿Masista o pitita? ¿Édgar Salazar o Amparo Carvajal? ¿Quién tiene la verdadera representación de la organización? De Salazar se ha informado poco en los medios que se quieren independientes; dentro de ese poco está el ya consabido “es afín al MAS”. De Amparo Carvajal se dice que es una activista de derechos humanos que hace una vigilia para defenderse del asalto a las instalaciones de la APDH. Pero hay más por decir. El periódico LA RAZÓN informó que estamos ante disputas entre grupos afines a dos facciones políticas; que ambos se atribuyen la titularidad de la organización; recordó que la Sala Constitucional Cuarta consideró que “no puede lograr dilucidar qué presidente es legítimo”; que Carvajal es apoyada por plataformas y políticos de oposición que sostienen la tesis del fraude y la sucesión constitucional de Jeanine Áñez. LA RAZÓN también recuperó citas imborrables de la activista española: “Debemos elevar nuestro grito por la defensa en favor de la Policía y de las Fuerzas Armadas, pidiendo se respete nuestra constitución y todas las leyes a favor de estas instituciones”; y las palabras dirigidas a miembros de la Resistencia Juvenil Cochala (considerada grupo parapolicial por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes): “Jóvenes queridos, para mí son una resistencia necesaria”.

Lo que no dicen medios que se quieren independientes: después de las masacres de Senkata y Sacaba, se escuchó con toda claridad el silencio de Carvajal cuando todavía estaba sentada en el trono de la APDHB y esto no es poco. La veintena de fallecidos a bala también escucharon su silencio con tristeza, los familiares de los muertos lo escucharon con desesperación. El gobierno de Áñez escuchó el silencio en silencio.

Para Luis Fernando Camacho, Amparo Carvajal es “una inspiración”; para Jeanine Áñez es un “símbolo de resistencia”, para Jorge Quiroga ella es “una mujer icónica”. Existen registros de conferencias de prensa donde Carvajal está al lado de Carlos Mesa, de manifestaciones de doña Amparo junto a movimientos pititas. ¿Y acaso no tiene derecho? Claro que lo tiene. ¿Está la española fuera de la polarización boliviana? Ni de broma.

Que un medio recuerde todo lo anterior, como lo hizo LA RAZÓN, o que periodistas manifiesten críticas u opiniones sobre la pugna por la APDHB y no la defiendan ciegamente como hizo un par de organizaciones de la prensa, enoja mucho a los periodistas que se creen “independientes”. Y les vienen agudos dolores de estómago. Solo eso justifica que escriban en las redes sociales que si sus colegas o medios de información no son “independientes” (como ellos entienden la independencia periodística), son “narcomedios” y “narcoperiodistas” (como escribió hace poco un exdirector del diario cochabambino Los Tiempos).

El exdirector del desaparecido periódico Página 7 y actual Presidente de la Asociación de Periodistas de La Paz manifestó hace poco, también en Los Tiempos, que no está de acuerdo con quienes critican las agresiones públicas a sus colegas: “Yo no comparto la idea de quienes dicen que éste es un acto de intolerancia. Si un ciudadano no puede gritarles unos cuántos insultos a las autoridades de turno (o a los periodistas del oficialismo), entonces no es democracia. (…) En Bolivia, que todavía tenemos libertades (sic), eso se puede hacer. Y quien considera que será fiel consigo mismo gritando un carajazo de vez en cuando, debe poder hacerlo”. A algunos les llamará la atención que el autor no se ponga de acuerdo consigo mismo sobre si hay o no libertades en Bolivia; a esta A le llama la atención que el antes galante Raúl Peñaranda haya llegado al nivel del embajador de Áñez en México, Julio Aliaga, quien repartió este trino: “Una declaración de Édgar Salazar hace pensar que él cree poder compararse con Amparo Carvajal. Ante tal hecho, propongo a quien se cruce con este tipejo en la calle, si puede, le escupa en la cara, porque se lo merece.” Aliaga ya tiene el apoyo del Presidente de la Asociación de Periodistas de La Paz. Quienes crean en estos principios sobre la libertad y la democracia, alisten sus más crueles insultos y sus mejores escupitajos. Que siga la fiesta.

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.