Bosques en pie
Marlene Quintanilla
¿Cómo definirías al bosque o cómo piensas que es? Desde una óptica global, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) define al bosque como tierras de más de media hectárea (5.000 m2), con árboles superiores a 5 metros y cubierta forestal de más del 10%, sin uso predominante agrícola o urbano. Sin embargo, esta definición no satisface exigencias técnicas o jurídicas. El bosque es mucho más que árboles. Comprende una diversidad de animales que interactúan y cumplen funciones ambientales, protectoras, culturales, paisajísticas o recreativas.
En un país heterogéneo y megadiverso como Bolivia, la definición de bosque es compleja. Desde la óptica de funcionalidad de la cubierta forestal, la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) mapea los bosques y sus cambios en cada píxel o celda de 900 m2 (30×30 m), utilizando imágenes satelitales Landsat y algoritmos perfeccionados con tecnología avanzada (machine learning) para detectar: ¿cuánto bosque tenemos hoy?, y ¿Cuánto se perdió cada año desde 1985 hasta 2022? Este mapeo contabiliza todo tipo de bosque detectado en un píxel, mejorando el conocimiento de la extensión de los bosques andinos, aquellos de sabana y del Chaco.
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Hace poco Global Forest Watch (GFW) publicó la pérdida global de bosque para 2022, lamentablemente Bolivia aparece entre los primeros países. En abril de este año, FAN lanzó la plataforma MapBiomas Bolivia y publicó cifras sobre el estado de los bosques. El país contaba con 63 millones de hectáreas (58% del país) de bosque original y para 2022 alcanza a 55 millones de hectáreas (50% del país). En 2022, el país batió récord histórico en deforestación, jamás se habían registrado 429.000 hectáreas en un solo año. Si bien el epicentro ocurre en Santa Cruz, respecto a 2021, la deforestación creció un 15% en este departamento, de forma similar Beni aumentó un 14%, mientras que Chuquisaca y Tarija alarman con el 104% y 192% de incremento, respectivamente.
“La tierra es para quien la trabaja”, este ha sido y es uno de los importantes avances en materia de derechos y distribución de tierras en el país. Sin embargo, para que prevalezca este derecho, muchas veces se aplica un modelo agrarista en áreas donde siempre permanecieron los bosques, vulnerando su sobrevivencia en pie porque se las confunde con tierra floja. En esta ecuación agraria falta avanzar en modelos modernos y resilientes al cambio climático, el bosque en pie requiere más seguridad jurídica. La sostenibilidad agropecuaria necesita del bosque. Los suelos son más de aptitud forestal que agrícola; su fertilidad termina cuando el bosque muere, las reservas de agua y la estabilidad climática tambalean provocando pérdidas millonarias por sequías muy intensas o inundaciones que arrasan con todo sin discriminar quién lo hizo bien o mal.
Las cifras globales ponen en el ojo a Bolivia, Brasil y a otros países, denotando que avanzamos muy poco en la seguridad jurídica para mantener los bosques en pie. El mundo cada año sacrifica más de 4 millones de hectáreas de bosque para el ansiado desarrollo, mientras el cambio climático nos lleva a un territorio desconocido. Los impactos son cada vez más latentes; en Bolivia se redujeron a la mitad los glaciares, los acuíferos disminuyen su capacidad rápidamente y la ONU advierte que entramos a la era de la ebullición del planeta. Los bosques en pie son nuestro escudo para afrontar esta nueva realidad.
(*) Marlene Quintanilla es directora de Investigación & Gestión del Conocimiento de la FAN