Pachamama
Julieta Paredes Carvajal
Desde que tengo uso de razón, sabía que era agosto cuando llegaba hasta mí el rico olor de la q’oa quemada, mezclada con el incienso.
En la mañana y en la noche principalmente, nuestro barrio en agosto era visitado por un humo delicioso, de una mesita que al quemarse estaba dedicada a agradecer a la Pachamama. Cierto que también las explicaciones de las abuelas versaban alrededor de la obligación que tenemos —los y las aymaras— de dar de comer a la Pachamama, porque en este mes abre su boca. Ahora en la edad que tengo y en la reflexión que hago, me quedo con la explicación y el deber que tenemos de, en este mes de agosto, recordarnos de dónde venimos y agradecer a la vida.
Será necesario en este mes también compartir algunas reflexiones desde el feminismo comunitario de Abya Yala sobre este concepto tan importante para nuestros pueblos como el de Pachamama. La Pachamama es conceptualizada habitualmente como madre tierra y madre naturaleza, y la ubicación espacial estaría en el suelo, por lo tanto, también seria suelo-tierra. Importante comprender que todos estos significados pasan por el filtro colonizador de más de 500 años. Por eso la necesidad de actualizar los recuerdos, las sensaciones, las comprensiones.
Pachamama, como una sola palabra, podemos entenderla como: espacio-tiempo-principio de vida. Entonces Pachamama se constituiría en un principio organizador de la vida en el planeta y más allá del planeta en la medida que en nuestra cosmovisión aymara hablamos de tres planos o estados de la vida: alaxpacha, akapacha, manqhapacha. Es vital y vitalizadora la reflexión sobre nuestra Pachamama, cuidándonos de las interpretaciones que se derivan de los intentos de formalizar nuestras culturas indígenas originarias al orden colonizador, tanto filosófico como teológico. No es nuestra intención equiparar dioses, porque ese pensamiento dio lugar a guerras y cruzadas de muerte, en nombre del denominado “dios verdadero”. Este pensamiento hasta la actualidad significa cotidianamente muerte y persecución, sufrimientos que la humanidad soporta. Ridiculez grande y pretensión ridícula de la mente de hombres angustiados por el deseo de jerarquizar la importancia de sus vidas por sobre la vida de los otros, y mucho peor, por sobre la vida de las otras. Sí, por sobre la vida de las otras, las mujeres, sobre quienes no tienen la mínima idea de quienes somos, estos hombres machistas, herederos y a la vez criados dentro de lo cultural, del sistema histórico y planetario del patriarcado. Entonces no son las olimpiadas de los dioses verdaderos lo que pretendemos hacer.
Queremos aportar sobre la reflexión del principio organizador de la vida, que también tiene en el suelo- tierra una parte fundamental, por eso es que debemos cuestionar profundamente nuestras prácticas de doble moral y mentirosas en el sentido en que hacemos pasar nuestras mesitas y, por otro lado, contaminamos, envenenamos nuestro suelo-tierra y ofendemos a nuestra Pachamama como principio organizador de la vida. Con nuestro envenenamiento, por ejemplo, para conseguir oro, envenenamos de mercurio los ríos y a los pueblos que viven de los ríos, a las plantas, a los peces, el aire, los genes de las wawas, los envenenamos literalmente y también envenenamos nuestras vidas con el oro.
Julieta Paredes Carvajal es feminista comunitaria.