Las Salinas de Chaux
Fue en 1773 que se edificó, cerca de Besançon, Francia, esa nueva concepción de industria
Patricia Vargas
Las Salinas de Chaux fueron una nueva concepción de industria para la producción y distribución de sal en Francia. Una fábrica donde se dejó a un lado la construcción de un solo volumen cerrado, para ser proyectada como una estructura construida rodeada de jardines.
Fue en 1773 que se edificó, cerca de Besançon, Francia, esa nueva concepción de industria, circundada por espacios libres y grandes jardines. Estos últimos delimitaban la gran estructura espacial de la factoría, concebida por el arquitecto Claude Nicolas Ledoux, al medio de una arborización notoria en número de árboles.
Un proyecto que desde su idea original semicircular organizó el espacio productivo y administrativo al medio de la naturaleza, lo que dio como resultado una estructura industrial que muestra desde sus planos la singularidad de su diseño.
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Un proyecto cuya visión innegablemente singular y distinta a la tradicional de los espacios de producción industrial —cerrados y en bloques— dejó un ejemplo para la historia de las fábricas, debido a su concepción como un espacio productivo entremezclado con la naturaleza; algo llamativo hasta nuestros días.
Sin embargo, ese nuevo concepto no tuvo éxito debido a la situación económica que vivía Francia en esos momentos. Una realidad que imponía pagos obligatorios hasta a la ciudadanía mayor de ocho años, lo cual no solo exaltó al pueblo, sino que colaboró en la explosión de la Revolución Francesa.
Independientemente de aquello, es para destacar que esta factoría le haya otorgado una visión más humana a los lugares productivos —casi inhumanos hasta entonces—, pues su proyecto arquitectónico representó una propuesta espacial totalmente novedosa, pese a los altos costos que eso significaría.
Un planteamiento contrario a aquellas industrias tradicionales de Norteamérica, como las de hierro, en los años 30 del siglo XIX. Estructuras cerradas, oscuras y llenas de maquinarias, que exigían el hermetismo de sus instalaciones, con un trabajo muy pesado y quizá sobredimensionado para la fuerza física del personal de ese entonces. Un hecho que llevó a una revuelta social.
Por todo aquello, las Salinas de Chaux merecen hoy ser analizadas en su valor conceptual, traducido este en cualidades espaciales. Mucho más en su idea funcional, con cobertizos de evaporación de sal, para lo cual se construyeron edificios agrícolas con techos altos y con un acabado de lisa sillería.
Así pues, el sentido que conlleva esta obra es que fue pensada para alimentar las cualidades humanas en el trabajo; en esa línea, estuvo más cerca de la visión productiva de las grandes fábricas contemporáneas con relación a sus espacios industriales.
No deja de sorprender, sin embargo, cómo en esos tiempos esta factoría llegó incluso a planificar la distribución de sal en la ciudad a través de caños. Algo por demás sorprendente para 1779.
Kenneth Frampton afirma en uno de sus libros que “esa obra hoy puede ser considerada como uno de los primeros ensayos de la arquitectura industrial”, que integró conscientemente las unidades productivas con la vivienda obrera. Además, asevera que Ledoux amplió la forma semicircular de ese complejo en el núcleo representativo de su ciudad ideal de Chaux, en 1804.
Para terminar, es imposible no resaltar que este espacio productivo — testimonio de la historia de la extracción y procesamiento de la sal en Francia— fue ideado al medio de un paisaje natural, cuyas cualidades de espacios abiertos lograron dar una respuesta de gran significación a la concepción industrial del siglo XVIII.
(*) Patricia Vargas es arquitecta