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La ampliación de los BRICS

CIUDAD FUTURA

El Grupo BRICS ha dado un paso importante en dirección a la reconfiguración del orden internacional en su reciente Cumbre de Johannesburgo (África del Sur). En efecto, las decisiones que más han sido destacadas por los medios internacionales en los días pasados consisten en: (i) la invitación a dos países africanos (Egipto y Etiopía), dos reinos árabes (Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos), un país de Asia (Irán) y un país de América del Sur (Argentina) para que se incorporen como miembros plenos al grupo a partir del 1 de enero de 2024; (ii) el establecimiento de los principios rectores, estándares, criterios y procedimientos para la incorporación de nuevos miembros en el futuro, y (iii) la decisión de examinar a partir de dichos criterios la incorporación de países que ya han presentado su solicitud formal, entre los que se menciona a Argelia, Bangladesh, Bolivia, Cuba, Honduras, Indonesia, Nigeria y Venezuela.

Hasta el momento de escribir esta columna no se conocen los criterios que se concertaron para los seis primeros países invitados, ni los que se aplicarán en el futuro. Ha tenido que ser una negociación ciertamente difícil, puesto que son conocidas las rivalidades y divergencias entre los cinco países miembros, agravadas por lo demás con los problemas derivados de la invasión de Rusia a Ucrania, el debilitamiento reciente del crecimiento de China, las ambiciones de Brasil respecto de un sitio permanente en el Consejo de Seguridad y el claro avance de India en términos demográficos, tecnológicos y de su larga tradición de no alineamiento, entre varios otros aspectos.

Tendrán que llevarse a cabo todavía muchas negociaciones en el futuro para que el Grupo BRICS adquiera capacidades concretas de contribuir con eficacia en las soluciones a los grandes temas de la agenda internacional, tales como el combate al cambio climático, que se está manifestando en estas fechas con singular intensidad en forma de enormes incendios y sequías de extensos territorios inutilizados para la siembra y el pastoreo, así como el calentamiento de las aguas oceánicas, la imparable deforestación de los bosques amazónicos, y muchas otras manifestaciones del calentamiento global.

En segundo lugar, ocupa un lugar destacado en la agenda pública internacional el número cada vez mayor de migrantes y desplazados, sea por motivos de la guerra y la violencia en sus países de origen o sea por carencias humanas severas en términos de alimentación, vivienda y seguridad.

En tercer lugar, es evidente que el sistema financiero internacional, tal como es administrado en la actualidad, no está en condiciones de suministrar los recursos que se comprometieron para apoyar a los países en vías de desarrollo para el cumplimiento de las metas de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, ni tampoco para financiar la renegociación de la deuda de los países más pobres y de los de desarrollo medio.

Respecto de este componente de las relaciones internacionales existen las más variadas propuestas de reforma, incluyendo el anuncio reciente del presidente Biden sobre reformas al Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, cuya oportunidad no cabe duda que constituye una respuesta ante el creciente número de países que acuden a la convocatoria del Grupo BRICS, o los países que buscan su incorporación a la Iniciativa de la Franja y la Ruta impulsada por China, o los que desean incorporarse al Nuevo Banco de Desarrollo, y, por último, los que proponen mecanismos alternativos de pagos internacionales en monedas diferentes del dólar estadunidense.

Todo este corrobora la necesidad de profundas reformas del orden internacional en sus diferentes aspectos, y eso ocurrirá probablemente a lo largo de procesos y etapas enmarcadas en las constelaciones geopolíticas que se vayan estableciendo en el tiempo.

Horst Grebe es economista.