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Saturday 25 May 2024 | Actualizado a 21:34 PM

Ciclo de las materias primas

La recomendación es que debemos dejar de depender de los ciclos de las materias primas

Gabriel Loza

/ 6 de septiembre de 2023 / 08:00

La dependencia del ciclo de las materias primas fue la principal preocupación en Bolivia sobre todo desde la crisis del estaño en 1930, después de la crisis de la plata en 1880 y de la goma en 1921-1924, siendo bandera de propuestas nacionalistas del control de los recursos naturales no renovables y diversificación del aparato productivo y las exportaciones, que culminaron con la revolución de 1952. Sin embargo, el estaño nacionalizado siguió siendo el principal producto de exportación hasta la crisis en los años 80. Después en los años 90 se da inicio al ciclo del gas, cuyo auge recién se dará en 2004 con el boom de las materias primas, con un máximo en el valor de sus exportaciones en 2015 para después declinar hasta llegar al primer semestre de 2023 con las exportaciones del oro desplazándolo al segundo lugar en importancia.

Con la emergencia del gobierno de Evo Morales en 2006, se formula el Plan Nacional de Desarrollo (PND) que propugnaba el cambio del modelo primario exportador por “un nuevo  modelo de desarrollo de producción y acumulación interna de la riqueza, basado en la soberanía de la propiedad y en la industrialización de los recursos naturales para su exportación y uso interno, a la par debe traducirse en la redistribución de la riqueza nacional obtenida en beneficio de los sectores sociales tradicionalmente excluidos”.

Lea también: ¿Sustitución de exportaciones?

El plan proponía el cambio del modelo primario exportador mediante “la transformación de la matriz productiva”, de manera que los excedentes iban a destinarse al propio sector estratégico, a la diversificación productiva intensiva en empleo y al área social comunitaria. El elemento central era el rol del Estado como protagonista del desarrollo y el cambio en el uso y destino del excedente económico.

En el PND, el cambio del patrón de desarrollo significaba que la variable de dinamismo no dependa del sector primario exportador sino en la industrialización de los recursos naturales renovables y no renovables. El cambio implicaba la transformación de la matriz productiva. Como concluyo en mi libro Más allá del PIB, el otro desarrollo, el cambio del patrón de desarrollo no se logró.

Así, el cambio en la estructura productiva entre 2005-2022 no se dio. Mientras el sector agropecuario aumentó ligeramente su participación (0,6%) en el total del PIB de un 11,8% en 2005 al 12,4% en 2022, y la minería en 0,9% de un 9,8% a un 10,9%, respectivamente, la industria manufacturera disminuyó su participación (-1,4%) en el PIB de un 11,6% en 2005 a un 10,2%. En los 17 años el sector productor de bienes sigue participando con un tercio en el PIB, mientras que el resto de los sectores con dos tercios.

El cambio en la estructura de las exportaciones tampoco ocurrió entre 2006 y 2022. Con base en la Clasificación Uniforme del Comercio Internacional (CUCI) que utiliza la OMC para diferenciar entre productos primarios de las manufacturas, se observa que la agricultura y los alimentos mantuvieron su incidencia en torno al 22%, mientras las exportaciones de manufacturas, de una participación del 8,8% en 2005 bajaron en 2022 a un 6,7% del total. Lo que ocurrió es un cambio al interior de la composición de la industria extractiva, puesto que de una participación de las exportaciones de hidrocarburos en el total de 50,3% en 2005, descendió a 22,6% en 2022, mientras que las exportaciones de minerales y metales subieron de una incidencia del 18,9% en el total exportado a un 48,3% en 2022, retornando a su anterior rol de principal sector del modelo primario exportador.

De esta manera, el modelo de desarrollo aplicado desde 2006-2022 no pudo cambiar la importancia del sector extractivo en la economía y en las exportaciones, y lo que tendió fue a una relativa industrialización de los recursos naturales no renovables, como en el caso de los hidrocarburos y en la minería con el proyecto del litio. Lo que se está dando actualmente es una sustitución de exportaciones primarias: gas natural por el oro y, posiblemente, en el mediano plazo por el ciclo del litio. Sin embargo, la recomendación es que debemos dejar de depender de los ciclos de las materias primas y tener una política de Estado de diversificación productiva y de las exportaciones.

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista

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Las ‘anclas’ de Milei

El dato es que el ancla fiscal funciona hasta ahora debido a la contracción del gasto fiscal

Gabriel Loza

/ 15 de mayo de 2024 / 11:31

Los medios y comentaristas han estado hablando sobre los cuatro o cinco perros clonados de Milei. Una tremenda difusión de las noticias y controversias sobre la clonación de sus “hijos con patas”, como prefiere llamarlos, que se remonta a 2017 y que cuatro llevan los nombres de cuatro economistas y el quinto, en discordia, el nombre de Conan, posiblemente el bárbaro.

Toda esta discusión ofusca el análisis de la política de estabilización de Milei, que quiérase o no, ha tenido un relativo éxito e innegable en el corto tiempo de su gestión al desacelerarse la inflación y estabilizarse el tipo de cambio. Es por eso que propongo en vez de discutir cuántas mascotas o cachorros tiene Milei, deberíamos analizar cuántas anclas o cual es el nombre del ancla que utiliza Milei en su política de estabilización.

Revise: Aterrizaje suave pese a todo

Para reducir o desacelerar la inflación es fundamental la elección de un ancla nominal para guiar, lo que se denomina la formación de expectativas económicas de los agentes. Tradicionalmente, en economía se discutía cuál es el ancla óptima: entre el ancla monetaria o el control de un agregado monetario versus el ancla cambiaria o el control del tipo de cambio. El anclaje cambiario consiste en fijar el precio del dólar con el respaldo de las reservas internacionales y el ancla monetaria radica en restringir la cantidad de dinero en moneda nacional, para que no haya en circulación un excedente que se vaya al dólar. 

Bajo este contexto, la pregunta simple que surge es ¿cuál es el tipo de anclaje que utilizó Milei hasta el presente para estabilizar su economía?

En primer lugar, para empezar, es necesario aclarar que en Argentina la tasa de política monetaria no es libre ni está determinada por el mercado, puesto que está regulada. El BCRA redujo esta tasa de 100% en diciembre de 2023 a 50% el 2 de mayo de 2024, aclarando que: “la decisión del BCRA se toma en consideración del contexto financiero y de liquidez y se fundamenta en el rápido ajuste de expectativas de inflación, en el afianzamiento del ancla fiscal, y en el impacto monetario contractivo”.

Así mencionó Milei: «Imagino que con las bajas de inflación que se están viendo, el BCRA va a volver a bajar la tasa de interés. Esto va a permitir salir de las posiciones del BCRA e irse al Tesoro, con lo cual seguimos limpiando su balance». El objetivo de la política de estabilización es sanear el balance del Banco Central (limpiar sus pasivos remunerados) como parte del plan de estabilización.

En segundo lugar, Milei está utilizando el control de un agregado monetario, que es la base monetaria. Así, respecto al impacto monetario contractivo, Milei dijo: «Cuando uno mira la evolución de la base monetaria en términos del PBI, a lo largo del S. XXI el promedio estuvo en torno al 9/10% y hoy la base monetaria es del 2,6% del PBI, o sea que la cantidad de dinero en la economía está muy apretada» (sic). El objetivo de política de estabilización es lograr “una base monetaria constante” (Twitter de Milei).

Sin embargo, tanto los objetivos de sanear el BCRA y el de tener un crecimiento de la base monetaria constante tienen como premisa básica el superávit financiero del Tesoro, un ancla basada en la contracción del gasto fiscal para lograr un superávit primario antes del pago de intereses, es decir, el ancla fiscal.

El resultado fue alcanzar en febrero el primer mes con superávit fiscal después de 12 años y el primer trimestre de 2024, el primer superávit fiscal trimestral en 16 años, donde el Gobierno logró sobrecumplir la pauta fiscal del programa con el FMI, con $ 2,8 billones por encima de la meta. Con el superávit fiscal en abril, desde 2008 no se habían registrado tres meses seguidos de superávit fiscal.

El IARAF estima que en el primer trimestre del año se pasaría de un déficit fiscal de 0,74% del PIB, a un superávit fiscal del 0,17% del PIB; un esfuerzo fiscal de 0,9 p.p. del PIB. Encuentra que “el superávit fiscal en el primer trimestre de 2024 se debió al mayor recorte real interanual de gasto público de los últimos 30 años. Con ingresos menores que en 2023, toda la mejora del resultado fiscal fue explicada por la reducción del gasto”.

El dato es que el ancla fiscal funciona hasta ahora debido a la contracción del gasto fiscal. Los daños colaterales serán después en el nivel de inversión pública, producto y empleo. El FMI y el Gobierno de Milei festejan el superávit en 16 años, pero no la contracción del gasto público en 30 años.

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista

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Aterrizaje suave pese a todo

/ 1 de mayo de 2024 / 07:43

Es interesante hacer un seguimiento de los informes del FMI sobre las Perspectivas de la Economía Mundial (WEO por sus siglas en inglés) que emite con una periodicidad de dos veces al año (abril y octubre), con actualizaciones en enero y julio. El último informe de abril hace una revisión de los pronósticos de crecimiento al alza y una revisión a la baja de las previsiones de inflación, y reiterando su tendencia a la baja, concluyendo que la economía mundial va hacia un aterrizaje suave.

El excesivo énfasis en la inflación del FMI es en las normas o recetas en materia de política monetaria, que, aunque no es un Banco Central, trató de imitar mandando subir las tasas de interés cuando la inflación era alta, junto con reducir el gasto público para contraer el exceso de demanda que identificaba como causa principal de las presiones inflacionarias, cuando la mayoría de los análisis de los propios bancos y analistas mostraban la incidencia de los shocks de oferta y el riesgo geopolítico.

El problema de fondo es la utilidad de los informes y las proyecciones sobre la economía global. Desde que me inicié en el seguimiento del entorno mundial a principios de los años 90, no encontré un informe oficial público que alertara anticipadamente sobre el efecto Tequila y la crisis de México, en pleno triunfalismo del FMI por la liberación total de la cuenta de capitales, aunque sí algunos papers, como el de Guillermo Calvo sobre el frenazo súbito, ignorados por los altos ejecutivos del FMI. Pasó lo mismo con la crisis asiática, en Tailandia y Corea, y después con las crisis del real en Brasil, en pleno auge de la liberación global. Tuvieron que irrumpir esas crisis para que se moderara la recomendación de la apertura de capitales por parte del FMI, una institución supuestamente encargada de prevenir y enfrentar los desequilibrios externos, pero que más bien los acentuaba. El caso más patético fue con la crisis financiera mundial de 2007 y 2008, que no fue solo una crisis de las hipotecas, sino de un sistema financiero con supervisión laxa y centrada en los derivados financieros. Se dice que un economista como Nouriel Roubini previno la crisis, lo que es preocupante, ya que las tres instituciones internacionales más grandes (FMI, BM, OECD) solo se limitaban a repetir los mismos datos y mantras, y ni siquiera tocan madera para prevenir las crisis.

Ahora, mientras los informes de la troika tenían consenso del aterrizaje suave, un solo dato como la tasa de crecimiento del PIB de los EEUU cambió el entorno optimista a uno pesimista donde se duda del aterrizaje suave. Así, el crecimiento del 1,6% anualizado en el primer trimestre de 2024, frente al 3,4% del trimestre anterior fue por debajo de las previsiones triunfalistas del 2,5%, afectó a los mercados y analistas. Fue el crecimiento más bajo desde las contracciones de la economía en el primer semestre de 2022, que mostraron una recesión técnica no aceptada oficialmente, puesto que hasta ahora se espera el pronunciamiento oficial del NBER, institución oficial sobre el tema de recesiones.

La cereza que cuestionó el aterrizaje suave del dato a marzo de 2024 del Índice de Precios de los Gastos de Consumo Personal (PCE Price index), que muestra un aumento de su tasa anualizada de 2,5% en febrero a un 2,7% en marzo, y que, si se excluyen combustibles y alimentos, lo que se denomina la tasa subyacente, se mantiene en un 2,8%. Es decir, la inflación no está queriendo aterrizar al 2% que espera la Fed, sino se mantiene terca, cercana al 3%, mostrando que los datos no siguen a las autoridades monetarias ni al FMI, por supuesto.

Lo que más me preocupa es que en medio de los informes sobre el aterrizaje suave, el 8 de abril, sea el CEO de JP Morgan Chase, el banco más grande de los EEUU, Jamie Dimon, quien alerte a sus accionistas, según recoge The New York Times, de que la inflación y las tasas serán más firmes de lo que esperan los mercados y se mostró más escéptico sobre las probabilidades de un aterrizaje suave. Advirtió que las preocupaciones geopolíticas deberían estar por encima de cualquier preocupación económica.

Pareciera que Dimon estaba mejor informado que el FMI sobre los datos de inflación subyacente y del PIB.

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China: ¿En la trampa de ingresos medios o de EEUU?

Según las estadísticas de la OMC (2024), China ocupa en 2023 el primer lugar como exportador en el mundo

Gabriel Loza

/ 17 de abril de 2024 / 11:05

La semana pasada, dos tópicos llamaron la atención sobre China: el primero, el riesgo que corre China de caer en la “trampa de los ingresos medios”, nada menos de Nouriel Roubini, y el segundo, la declaración a Bloomberg de la Secretaria del Tesoro de EEUU, relativa a que “la aceleración de la industria china está distorsionando la economía mundial: Yellen”.

También revise: ¿La economía de Biden o de Trump?

Roubini (2024, abril), uno de los pocos que anticipó la crisis financiera de 2008, aunque hasta el presente todavía no registró otro éxito similar, advierte la trampa de ingresos medios para China: “¿Será China la excepción? Después de más de 30 años de tasas de crecimiento cercanas al 10%, su economía se desaceleró bruscamente en esta década; incluso el año pasado —cuando experimentó un fuerte rebote después de la era de la ‘política de cero COVID-19’— su crecimiento según los indicadores oficiales solo fue del 5,2%. Aún peor es que según las estimaciones del Fondo Monetario Internacional su crecimiento caerá al 3,4% anual para 2028, y teniendo en cuenta sus políticas actuales muchos analistas prevén que la tasa de crecimiento potencial solo será del 3% para fines de esta década. Si eso ocurre, China habrá efectivamente caído en la trampa del ingreso medio”.

En 2007, el Banco Mundial sugería que Asia Oriental pronto se convertiría en una región de ingresos medios y planteaba la idea de la «trampa de los ingresos medios», concepto que no definió. En 2011, Homi Kharas y Harinder Kohli (2011) profundizaron en el concepto, especificando que cuando un país escapa de la trampa de la pobreza en la etapa de desarrollo de bajos ingresos y entra en la fase de desarrollo de ingresos medios, puede enfrentar un estancamiento del crecimiento y la incapacidad de seguir ascendiendo en la escala hacia el rango de ingresos altos.

Shaojie Zhou y Angang Hu precisan que: “…cuando un país entra en la categoría de país de ingresos medios desde la etapa de desarrollo de ingresos bajos, pierde las ventajas comparativas de un costo de mano de obra más barato y se vuelve menos competitivo en las exportaciones de manufacturas frente a los países de ingresos bajos y bajos salarios debido al aumento de los costos laborales (What Is the “Middle Income Trap”).

De esta manera, para salir de la supuesta trampa de ingresos medios había que ser más competitivos en las exportaciones totales, en las de manufacturas y en productos de alta tecnología.

Según las estadísticas de la OMC (2024), China ocupa en 2023 el primer lugar como exportador en el mundo con una participación del 14,4% del total y en el segundo lugar EEUU, con un 8,3% del total mundial. En las exportaciones de manufacturas, China tiene el primer puesto, así como, por ejemplo, en las exportaciones de equipo de oficina y telecomunicaciones, en cambio EEUU está en tercer lugar como exportador de manufacturas y en el sexto puesto en exportaciones de equipo de oficinas y telecomunicaciones. Es en las exportaciones de automóviles que EEUU está en segundo lugar, mientras que China en el quinto lugar, según la OMC (2024).

Lo cierto es el meteórico ascenso de China en el sector manufacturero, de un 5% de la cuota de la producción bruta mundial en 1995 subió a un 35% en 2020, mientras que EEUU, que en 1995 participaba con el 22% de la producción mundial manufacturera, cayó de importancia en 2020 a un 12%.

En este contexto hay que situar las declaraciones de la Secretaria del Tesoro de EEUU, que en nombre de todos los países y las instituciones encargadas de velar las reglas multilaterales acusa que “el exceso de capacidad de China distorsiona los precios y los patrones de producción mundiales y perjudica a las empresas y los trabajadores estadounidenses, así como a empresas y trabajadores de todo el mundo”. Es la primera vez que se acusa a un país por tener exceso de capacidad industrial y se cuestiona su política industrial.

¿Qué tienen entonces que hacer los países con sus políticas industriales y tecnológicas? Esperar el visto bueno de EEUU, una especie de “certificación mundial”. Me imagino a la India, dentro de unos pocos años, puesto que es el séptimo exportador mundial de productos y el tercer exportador mundial de servicios digitales. En conclusión: ¿No seria mejor denominarla la trampa de EEUU? 

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista

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¿La economía de Biden o de Trump?

Actualmente, la economía de EEUU creció un 4,9% y un 3,2% en el tercer y cuarto trimestre de 2023

Gabriel Loza

/ 3 de abril de 2024 / 07:12

En tiempo de elecciones, la situación o estado de la economía pareciera que juega un mayor papel que los economistas, ya sean candidatos o asesores, como en el caso de los Estados Unidos.

Es mundialmente conocida la famosa frase utilizada por Bill Clinton, candidato de los demócratas, contra Busch padre en 1992, candidato de los republicanos: “La economía, estúpido”, que le permitió ganar la carrera presidencial y la cuestión, ahora, es si Biden la utilizará después de que la economía de EEUU capeó una posible recesión o si en cambio ganará de todas maneras Trump, como señalan algunas apuestas en Wall Street.

Lea también: ¿Hay o no burbuja financiera?

Generalmente se da por sentado que los problemas económicos o el estado de situación de una economía es muy esencial para definir al candidato ganador como, por ejemplo, en el caso reciente de Milei en Argentina. Sin embargo, utilizando la conocida cita del economista Dany Rodrik: depende.

En un estudio econométrico sobre los presidentes de EEUU y su economía, Alan S. Blinder y Mark W. Watson concluían que: “La economía estadounidense se ha comportado mejor cuando el presidente de Estados Unidos es demócrata que republicano, casi independientemente de cómo se mida el rendimiento. En el caso de muchas medidas, incluido el crecimiento del PIB real (en el que nos centramos), la brecha de rendimiento es grande y significativa. Este artículo se pregunta por qué. La respuesta no se encuentra en cuestiones técnicas de series temporales ni en una política monetaria o fiscal sistemáticamente más expansiva bajo los demócratas. Más bien, parece que la ventaja demócrata se debe principalmente a shocks petroleros más benignos, un desempeño superior de la productividad total de los factores (PTF), un entorno internacional más favorable y quizás expectativas de consumo más optimistas sobre el futuro a corto plazo”.

Tradicionalmente, antes y después de un proceso electoral se muestra la reacción de los mercados bursátiles como un indicador relevante sobre el candidato en cuestión, puesto que hay candidaturas más favorables y otras menos proclives al mercado. Así se tiene que el desempeño del Standard & Poor’s desde 1945 muestra que en promedio su rendimiento fue mejor con los Demócratas (11,2%) que con los Republicanos (6,9%). Esta diferencia se supone que se ampliaría si se toma el rendimiento récord hasta el primer trimestre de 2024.

También tenemos que desde 1945, el PIB de EEUU creció un promedio de 4,1% bajo los demócratas, en comparación con el 2,5% bajo los republicanos, debido a que muchas expansiones económicas han muerto durante las administraciones republicanas. Diez de las últimas 11 recesiones, que se remontan a la década de 1950, comenzaron durante una Casa Blanca dirigida por el Partido Republicano, ojalá no se cumpla esta regla para 2024 con Trump, que fue el primer presidente en no ser reelegido a pesar de ocupar el cargo durante tiempos ampliamente prósperos.

Actualmente, la economía de EEUU creció un 4,9% y un 3,2% en el tercer y cuarto trimestre de 2023 y a febrero de 2024, el desempleo está en 3,9%, la inflación en 3,2% y el crecimiento de los salarios reales ha vuelto a su tendencia alcista previa a la pandemia.

Con el triunfo de Biden sobre Trump en 2020, se pensó que iba a cambiar su política exterior agresiva y en especial su política comercial neoproteccionista. Sin embargo, Biden no solo continuó la política de seguridad nacional de Trump, sino que la profundizó, estableciendo, por ejemplo, en su estrategia nacional como objetivo explícito contener a China.

El neoproteccionismo de Trump, basado en parte en la aplicación de aranceles y restricciones para proteger a algunos productores, se amplió creando oportunidades para construir proyectos, contratar trabajadores y fabricar equipos necesarios para fortalecer las cadenas de suministro nacionales con la aplicación de más de 20 incentivos tributarios, dentro de la llamada Inflation Reduction Act.

Al final, parece que América Latina y el Caribe seguirán esperando, como siempre, algunos cambios de la política exterior de EEUU hacia su patio trasero, que ahora cuenta con un interesado como es China y posiblemente, en un corto plazo, con el arribo de la India.

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista

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¿Hay o no burbuja financiera?

La exuberancia reciente en las bolsas se relaciona con las empresas tecnológicas y en particular con la IA

Gabriel Loza

/ 20 de marzo de 2024 / 06:38

Hace un año ocurrió en EEUU una crisis bancaria o minicrisis que se gatilló con la caída del Silicon Valley Bank, uno de los principales prestamistas de las empresas tecnológicas estadounidenses, el décimo sexto banco en el ranking de EEUU y el primer banco grande en desplomarse después de la gran crisis financiera de 2008. Desató una clásica corrida bancaria relacionada con las empresas start up tecnológicas y el colapso del Signature Bank, un banco regional que se había centrado en los activos digitales al convertirse en uno de los pocos bancos que aceptaban criptodepósitos.

Lea también: Derrotar la inflación y el mediano plazo

El gobierno de EEUU actuó rápidamente y después se hicieron algunos cambios regulatorios. Sin embargo, Paul Davies en Las crisis financieras son una característica del sistema estadounidense, no un defecto, en Blomberg, señala que ha transcurrido un año desde los descalabros de Silicon Valley Bank y Signature Bank con los gritos renovados de “nunca más”, pero que los esfuerzos de las autoridades no solucionarán esencialmente el problema de la banca ni dejarán sin crédito a la economía. Concluye que “se trata de simples retoques de acuerdos políticos y sociales de largo plazo, en un país donde el sistema bancario se construye a partir de un equilibrio entre el poder de los grupos de interés para reclamar acceso a los créditos, la habilidad de los banqueros para ejercer presión en favor de sus protecciones y beneficios, y las necesidades de endeudamiento de los propios gobiernos”.

En este contexto del supuesto aterrizaje suave y de condiciones financieras relativamente más laxas, llama mucho la atención la efervescencia de algunos mercados financieros. Así tenemos el ascenso del Standars & Poors 500, uno de los índices bursátiles más representativos, desde un nivel cercano a los 4.000 hace un año hasta escalar a 5.117 el viernes de la semana pasada, equivalente a una suba del 28%

La exuberancia reciente en las bolsas se relaciona con las empresas tecnológicas y en particular con la Inteligencia Artificial. Parece que el capitalismo en su sobrevivencia, pese a fuertes perturbaciones y crisis, encuentra distintos salvavidas y drogas que le permiten alargar su vida y gozar de buena salud hasta ahora.

Según Reuters, el índice de referencia S&P 500 ha subido más del 25% en los últimos cinco meses, un fenómeno que ha ocurrido solo 10 veces desde la década de 1930. En un avance liderado por las sorprendentes ganancias del fabricante de chips Nvidia, el S&P ya ha alcanzado 16 máximos históricos este año, la mayor cantidad en cualquier primer trimestre desde 1945.

Es justamente la exuberancia del mercado, y en especial el boom de empresas como Nvidia (cuyas acciones han subido más del 80% este año después de triplicarse en 2023) lo que hace recordar con crisis pasadas cuando los precios de los activos se dispararon a alturas insostenibles solo para desplomarse, como la crisis de las puntocom de 1999 y los repuntes de las acciones meme (acción que gana popularidad entre los inversores minoristas a través de las redes sociales y generalmente se basa en memes de internet) de 2021.

El problema del auge de S&P 500 está en su alta relación con el desempeño de algunas empresas como Nvidia, aunque hace unos años estaba relacionado con el desempeño de las acciones de Tesla, llegando a decir JPMorgan: «Advertimos a los inversores que es probable que esta relación funcione a la inversa cuando la euforia de la IA alcance su punto máximo».

Adicionalmente, está el auge del Bitcoin (BTC) con un precio rondando los $us 70.000, cuando hace un año estaba en $us 28.000, como resultado de la aprobación en la bolsa de valores, en enero de 2023, del ETF (Exchanged Trade Fund) de Bitcoin, que es un instrumento de inversión que, aunque regulado, funciona como una acción en función del rendimiento del Bitcoin.

En conclusión, es muy difícil predecir si este auge es una burbuja y cuándo va a estallar. Ex post se dice que Roubini predijo el estallido de la crisis subprime en 2007-2008, pero desde hace tiempo sigue insistiendo en una crisis financiera y de deuda. Como ya no existen el oráculo de Delfos ni Nostradamus, las predicciones de los economistas han perdido aceptación y lo que único que podría decir, desde que empecé en mercados financieros internacionales con el Efecto Tequila, en el Banco Central, es que en el ambiente de los mercados financieros algo huele mal.

(*) Gabriel Loza Tellería es economista, cuentapropista y bolivarista

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