Esperanzas, burbujas y mal humor
Mientras las dirigencias histerizan la conversación política, la población parece estarse tomando las cosas con una llamativa prudencia. La duda y la insatisfacción siguen siendo preponderantes en sus sentimientos frente a la coyuntura, pero la asignación de responsabilidades y sobre todo sus expectativas no son tan simplistas como la burbuja autorreferente de opinadores y políticos que buscan viralizar el furor.
Gracias a los amigos de Diagnosis, contamos con mediciones regulares de la opinión pública, fotografías siempre aproximadas de la realidad, pero no por ello menos valiosas. Grosso modo, nos indican la persistencia de un mal rollo frente a la situación política y económica, con solo un 18% y 17% que las califican como “buenas”, en contraste con un 55% y 50% que piensan que están “mal”. Con expectativas de futuro algo más matizadas: un 32% que dice que las cosas mejorarán en los próximo tres años, 25% que seguirán igual y un 43% que empeorarán.
La aprobación de la gestión presidencial aumentó desde su piso de 26% a días de la detención de Camacho y alcanzó en agosto un 40%, por debajo de su techo de 47% de septiembre pasado. Desempeño que tiene una traducción electoral compleja: el viejo esquema de 40% de masistas, 30% de opositores y 30% de “ni-ni” parece aún vigente, aunque con un 44% que no está satisfecha con la oferta de candidatos existente, fragmentación entre los opositores, lo cual no es novedad, y un masismo escindido casi en tres tercios, uno con Arce, el otro con Evo y el restante alejado de ambos líderes. Es decir, un escenario notablemente incierto.
Más allá de su descripción, esos datos me sugieren un par de hipótesis sobre los sentimientos de la gente en este momento. En primer lugar, creo que es insuficiente atribuir únicamente a la estabilidad la recuperación de la aprobación del mandatario, el clima social está lejos de ser tranquilo y la gente lo siente, de ahí la preocupación de la gran mayoría. Eso no se puede soslayar, es un contexto inflamable ante cualquier error o accidente, particularmente porque es muy intenso en las clases medias tradicionales, poderosas impulsoras de corrientes de opinión.
Ayuda que los desequilibrios económicos se estén conteniendo, sobre todo en lo que se refiere a los precios, pero los datos indican que las expectativas son las que más están contribuyendo a moderar los ánimos: son las reuniones del Gobierno con los empresarios cruceños, el horizonte del litio y la búsqueda de nuevos mercados como los BRICS los que se mencionan como aspectos positivos del trabajo gubernamental, incluso más que la baja inflación. En contraste, debería preocupar el impacto que están teniendo las denuncias sobre la corrupción y los problemas de narcotráfico, que aparecen como los principales factores negativos asociados a la gestión; por encima incluso de la escasez de dólares, que solo es relevante entre las clases medias tradicionales, o la falta de empleo entre las clases populares.
Este panorama matiza, de igual manera, la impresión de fin de ciclo y de implosión de las lealtades políticas particularmente en el mundo nacional-popular. El masismo como fenómeno social sigue fuerte y está más cohesionado en sus opiniones sobre el rumbo y el futuro del país que acerca de la habilidad de sus actuales dirigentes para guiarlo. Por esa razón, la mayoría de votantes potenciales de Evo Morales aprueban la gestión de Arce. Es decir, las fronteras insalvables de la lucha interna en el MAS no se están replicando en buena parte de su electorado, que, al mismo tiempo, espera que Arce haga un buen gobierno, que le tiene aprecio a Evo y que sigue valorando lo que se consiguió como proceso histórico.
Finalmente, detrás de todo esto hay un gran mensaje a tirios y troyanos, las grandes mayorías no son inmunes a los problemas del país y al furor de la batalla política devenida a veces en un lodazal, están cansadas y molestas, pero están igualmente ávidas de esperanzas, de pasiones felices y de proyectos de superación. Intuición personal, alimentada por cierta ingenuidad, pero, de igual modo, porque es coherente con una sociedad que tiene miedo del retroceso pero que viene de un ciclo notable de movilidad social y modernización y que quiere más.
El que lea estas demandas, tendrá mejores posibilidades y si como colectivo, la clase dirigente les da la espalda, ahí sí pueden aparecer los monstruos. No creo que estemos ahí, pero ya no es un escenario improbable.
Armando Ortuño Yáñez es investigador social.