Discursos en Naciones Unidas

Los discursos presidenciales en la 78 Asamblea General de las Naciones Unidas cautivaron atención especial de la opinión pública por el delicado momento que atraviesa el mundo, seriamente golpeado por pandemias, desastres naturales y sobre todo por la absurda guerra ruso-ucraniana que no parece tener fin. Las redes sociales están colmadas de críticas a la presentación de los primeros mandatarios que ocuparon el pódium, observando aparte de Joe Biden la ausencia de sus homólogos chino y ruso por razones comprensibles. Acomodar el tiempo para escuchar a 195 jefes de Estado requiere fijar ciertos límites, como los 20 minutos acordados a cada uno de ellos y aquel orden protocolar rigurosamente observado. En esta nota nos referiremos únicamente a algunos lideres latinoamericanos, calificándolos por la forma (estilo oratorio) y el contenido de sus soflamas.
Lula da Silva, en fluida disertación, ofreció ciertas avenidas para enfrentar el cambio climático, que es el motivo principal esperado de Brasil, en ese reglón. Su veteranía era obvia.
Paralelamente, el colombiano Gustavo Petro también se refirió a ese problema con iniciativas frescas, pero la atención del auditorio se dispersó porque siguiendo esa inelegante tradición, la mayor parte de los diplomáticos abandonan la sala una vez que su orador preferente termina de hablar y lo hacen a veces de manera ostensible y desordenada, causando confusión en el ambiente. Ello aconteció apenas Petro comenzó a orar. Más notorio fue el abandono casi total de la audiencia cuando tocó el turno a la hondureña Xiomara Castro, no así el de su vecino salvadoreño Nahib Bukele que despertó supremo interés por entender la gran popularidad que goza en su país, no obstante ejercer el poder con mano dura contra la delincuencia y haber construido la cárcel mas extensa del planeta que alberga 50.000 presos, sin embargo, esa ejecutoria no impedirá su reelección. El cubano Miguel Díaz-Canel leyó su alocución con dificultad y faltas geográficas, sin poder mencionar logros al cabo de siete décadas del sistema imperante, pero reclamando el embargo que sufre la isla. En cuanto a dominio oratorio, sin duda el mejor fue el uruguayo Luis Alberto La Calle, pregonando la bondad de la impecable democracia que florece en su pequeño país. Sin muchas galas el joven político paraguayo Santiago Peña improvisó una plática modesta pero ordenada. Quien sorprendió por la aguerrida defensa de su gobierno, fustigado por sus oponentes como golpista, fue la peruana Dina Boluarte, que explicó las razones que impulsaron a los congresistas del Perú a adoptar las medidas que están aún en vigor para imponer el orden. En cambio, su colega chileno Gabriel Boric, quien como otros cree que sin corbata su izquierdismo resalta más, tuvo que usar el retrovisor histórico para recordar el golpe de Estado que provocó el suicidio de Salvador Allende en 1973 y que ahora su país rememora los horrores de la dictadura pinochetista. Alberto Fernández, no tuvo nada que mostrar de su mandato que precipitó a la Argentina a enfrentar la crisis más seria de su historia y su lacónica voz no ayudó a mitigar la secuencia de su fracaso. Curiosa oratoria la del ecuatoriano Guillermo Lasso, quien contó el drama personal de un colombiano atrapado en la guerra de Ucrania. Por su parte, el boliviano Luis Arce releyó su arenga tal fatigante anuario estadístico con muchas cifras y pocas ideas, ensartadas en una jaculatoria de ilusiones utópicas como declarar al planeta “zona de paz”. Ni el dictador venezolano Nicolás Maduro, ni su par nicaragüense Daniel Ortega felizmente osaron venir a la Asamblea.
Carlos Antonio Carrasco es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.