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Gestionar la incertidumbre de octubre

ARCILLA DE PAPEL

Iniciamos octubre. Un mes que, por experiencias pasadas, en Bolivia siempre nos genera angustia. Parece que, como un ritual nacional, antes de ingresar al periodo navideño, debemos transitar primero por una serie de pruebas de fuego que miden nuestra resistencia. Nada supera el “octubre negro” de 2003, pero este octubre se presenta especialmente difícil.

Una reciente publicación de la tercera ronda Delphi de la Fundación Friedrich Ebert Stiftung (FES) nos retrata un estado de ánimo pesimista sobre la situación política: 62% de las personas creen que vamos por mal camino; 66% cree que el futuro empeorará y un 71% expresa como sentimiento predominante la incertidumbre. Y esto no puede ser de otra manera con el rosario de desafíos que tenemos por delante.

Este 3 de octubre se realizará el congreso del MAS donde se prevé la elección de una nueva dirección nacional. Todavía hay incertidumbre sobre la supervisión del Tribunal Supremo Electoral, que le otorgará legitimidad institucional. Sin tiempo apenas para tomar aliento, el Pacto de Unidad afín al Gobierno convocó a un cabildo para el 17 de octubre y demanda que sus decisiones sean vinculantes. Por su parte, se espera también para este mes un ampliado de las seis Federaciones del Trópico de Cochabamba, no exento de conflictos internos. Cerraremos el mes con la elección de directivas camarales. A todo esto, se suman las preocupantes señales de disensos en el Tribunal Supremo Electoral y la sombra de la inhabilitación de Evo Morales como candidato, un evento que puede desatar demonios.

Así, como cada octubre, los desafíos del campo político son amplios. Sin embargo, más allá de esta coyuntura, cuatro temas predominantes parecen marcar la incertidumbre social con consecuencias estructurales. En primer término, y con consecuencias centrales en nuestro ánimo pesimista, está la sensación de una precarización lenta en la economía. Así, los bajos niveles de inversión pública, la escasez de dólares y un subempleo creciente hacen que las personas presenten mayor intolerancia ante las diputas dirigenciales.

Esto provoca que el debilitamiento de la hegemonía del MAS por la disputa interna de la candidatura presidencial 2025 sea vista desde la ciudadanía con cierta indiferencia, hasta con desprecio. En una encuesta recientemente compartida por la FES, complementaria a la ronda Delphi, se constata que solo al 22% de los entrevistados les interesan los conflictos en el MAS, pues la mayoría tiene como preocupación central la precarización de su economía. Los actores en conflicto parecen subvalorar el cansancio ciudadano de la brecha cada vez más amplia entre la agenda política y la agenda social.

Tal vez la consecuencia mayor de esta reyerta cupular por la candidatura sean las diversas rupturas al interior de las organizaciones sociales, y sobre todo de esa coalición nacional popular que dio al MAS su eficacia electoral en cuatro lecciones nacionales. El Pacto de Unidad ya no será el mismo en términos de su legitimidad social en tanto símbolo de la representación popular.

Por último, una preocupación mayor lo constituye el Órgano Judicial que aprovecha las diversas pugnas para actuar como un suprapoder con gran capacidad de daño al sistema democrático. No solo es uno de los principales bloqueadores de una reforma estructural de la Justicia, sino ha actuado para establecer los principales obstáculos para la convocatoria a las elecciones judiciales. La absoluta falta de legitimidad de las actuales autoridades no parece frenar su ambición de prorrogarse en su mandato.

En este contexto, gestionar de manera asertiva un octubre sembrado de incertidumbres parece que será la prueba mayor para llegar íntegros al fin de este año.

Lourdes Montero es cientista social.