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Del MAS a los MENOS

La A amante

Sobre aviso vale doble. La ruptura dentro del MAS no es de ayer; no se origina en las chispas de los discursos del último congreso en Lauca Ñ ni en las disposiciones en torno a la convocatoria, ni en la cantidad de representantes convocados, ni en las flamantes figuras de autoexpulsión; tampoco se origina en la organización, apenas días después del encuentro en Cochabamba, de un cabildo en la ciudad de El Alto, ni en las acusaciones de boicot al mismo, ni en los encendidos discursos en contra del congreso masista, ni en el anuncio del entierro político de Evo Morales, ni en la elección de una “canción bandera” de la primera gran victoria del MAS el 2005 para el cierre de un cabildo que sellaba el divorcio del famoso instrumento político. Unos dicen que las primeras rajaduras vienen del 2016 cuando los resultados del referéndum invalidaban una nueva postulación de Evo Morales y el poder evista no escuchaba a los disidentes. Otros dicen que fueron las peleas en el Legislativo en tiempos del conflicto por el Censo, bajo el gobierno de Arce. Otros, que fue la intromisión de Morales en las decisiones del Presidente Arce sin respetar su autoridad y su gestión. Otros, que fue el corte de toda comunicación con los evistas que alertaban de casos de corrupción mientras un entorno sediento de poder aislaba al Lucho que le inspiró confianza y seguridad a Morales ante las tensiones con David Choquehuanca. Otros, que fue la línea roja para Arce, “meterse con su familia”. Otros, que fue la desesperación de un Evo sin poder en el Gobierno. Otros, que fueron los demonios salidos de las bocas de líderes o simples militantes que echaron espuma por la boca regando odio a un ala y a la otra. Otros, que fue un Evo impotente por no poder seguir gobernando fuera de la silla presidencial simultáneamente a un Luis cada vez más convencido de que puede ser el candidato a las próximas elecciones. Otros, que fue el golpe de la ruptura constitucional y el “eterno gobierno transitorio” que rompió la cristalería y con ella descoló los pedazos de un movimiento popular siempre vivo pero siempre expuesto a los rayos de las ambiciones. Otros, los menos expertos, creemos es el conjunto de todo lo anterior sumado a la miseria humana que habita en cada corazoncito.

Así las cosas, Lauca Ñ y El Alto (con su Alcaldesa exmasista en medio del baile, nunca mejor dicho) fueron las dos cocinas que nos mostraron cómo vuelan los platos que se lanzan los ayer hermanos y hermanas antes de comenzar oficialmente el divorcio. Y si tomamos en cuenta lo que sucede en el 98 por ciento de los divorcios, ahora sí viene lo feo. Por todo lo que se han dicho públicamente y por todo cómo se ha actuado frente a los medios y al interior de las cañerías del mundo legislativo, organizacional cuando no judicial, viene el “ojo por ojo y sigla por sigla”.

Sobran las y los que endulzan las pantallas y los parlantes con globitos de colores como “traidores”, “corruptos”, “narcotraficantes”, “derechizados”, “autoritarios”, “dictadores”, “ambiciosos”, “incompetentes”, “cobardes”, “fugados”, “aprovechadores”, “oportunistas” y demás “istas”. Sobran los intelectuales, luchadores, izquierdistas, diputados, pensadores, jóvenes, no tan jóvenes, nada jóvenes, autoridades, viceministros, representantes orgánicos, ministros o militantes de base, indígenas, mestizos o jailones comprometidos que fueron absorbidos por la espiral del desencuentro, lastimados por la agresión de los que ayer fueron sus compañeros en la militancia, en una sala de funcionarios públicos, en un palco frente al desfile, en el asilo dentro de la Embajada de México, en las calles, cuando sus adversarios políticos y de clase les escupían en la cara, compañeros también en el abrazo cuando habían quemado su casa en 2019. Sobra la descalificación porque queman las heridas. Sobran también algunos silencios complacientes, casi sonrientes, con el desastre que el masismo exhibe hoy en el teatro boliviano.

Faltan las voces serenas que están más allá del poder o del “candidatismo”. Quedaron como lunares las interpretaciones y alertas como las del sociólogo (más que exvicepresidente) García Linera, los esfuerzos cálidos de la ministra María Nela Prada, los llamados serenos de Andrónico Rodríguez, los escritos de César Navarro, las pausadas explicaciones de Jorge Richter, la inteligencia de Gabriela Montaño, la sensibilidad de líderes bartolinas (no muchas).

Lo que más sobra: corazones rotos de militantes y simpatizantes del MAS-IPSP. Son los corazones “partíos” no porque esta enorme estructura política haya estado, desde 2005, libre de corrupción o incapacidad y no haya estado, en muchos momentos, a la altura del pueblo boliviano (en su sentido más ideológico). Son los corazones “partíos” porque el proyecto que invitaba a un Estado decidido a tumbar (a la cuenta de tres) la gran muralla del racismo y la discriminación de los menos contra los más se ha convertido en el proyecto decidido a pasar del MAS a los MENOS.

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.