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¿Sembrar trigo o cizaña?

A FUEGO LENTO

Según mi compadre Teo, el mundo está cuerdo y la prueba de ello son las guerras, pandemias y conflictos recurrentes; asegura que la ONU y otros organismos son pantallas y carecen de fortaleza porque son operados por intereses imperiales. Teo afirma que la locura sería entonces la paz, la tolerancia, la armonía entre el ser humano y la naturaleza. Decía esto mientras sorteábamos el Cabildo del 17 de octubre, para ir a un recordatorio de la masacre de la “guerra del gas” (2003), en el cruce a Viacha. Así, empezamos a hablar de la cizaña universal.

Esta planta parecida al trigo, genera un tipo de hongo venenoso que puede producir la muerte a quien lo ingiere. La cizaña (lolium temelentum) de la familia de las gramíneas, cobija una semilla de color negro que se expande por los campos de cultivo.

Tal vez este descubrimiento temprano de los campesinos originó la paremia sembrar cizaña que, desde tiempos bíblicos, circula por el mundo. Así, en una parábola del Evangelio según San Mateo, Cristo comparó a la rivalidad con la cizaña. La rivalidad y el rencor, la mala fe y la desconfianza recíproca envenenan las relaciones humanas y, como la semilla negra, se expanden sin control, dominados por las emociones y la ausencia de la racionalidad. Muchas veces, sin retorno porque el encono está acumulado y se descarga sin control: la cizaña ha vencido al trigo y el centeno. Si la cizaña ha pasado a las harinas, envenena el pan nuestro de cada día.

Esta vieja manera de eliminar a los enemigos fue usada sembrando furtivamente la planta para que se envenenaran, de allí la preocupación de los campesinos y dueños de campos para arrancarla antes de su proliferación macabra, de esta manera diferenciaron el bien y el mal con el grano y la cizaña.

Las rivalidades en la vida política siembran la cizaña para descalificar al oponente, aquí no cabe la reflexión y mucho menos la argumentación. No es extraño que quienes más usan esta ventajosa intriga estén bajo influencia del temor al rival o dominados por la angurria de poder y la envidia. Enfrentar y dividir, poner unos contra otros, abonar la discordia con fines desleales, sembrar cizaña.

Todo este manoseo entre seres humanos tiene su correspondencia con el color negro de la semilla de la cizaña, así para acompañar la maledicencia existe su complemento que es: ¡La mano negra!

La leyenda sobre la mano negra dice que es un espíritu femenino de larga cabellera que va flotando por el aire, vestida de negro y con una enorme mano con garras que habita en los pantanos y los pozos. Esa mano no es la izquierda ni la derecha y puede causarte la muerte si te encuentras con ella. Esta leyenda sirvió para incriminar a grupos políticos en Andalucía en el siglo XIX, acusándolos de atentados y asaltos; la policía política los bautizó como La mano negra. Sin embargo, en 1912, en Belgrado, Serbia, el jefe de información política Draguntin Apis organizó una agrupación secreta y la bautizó como La mano negra. Todos estos tópicos, extrañamente, acompañan a los cizañeros que también organizan una lista negra. Las listas negras se usan para discriminar y eliminar a personas por tomar posición crítica frente a un hecho y, sobre todo, si se interpela al poder. Hay otra clase de lista negra legalizada de aquellos contribuyentes que deben impuestos y los deudores de sus créditos a los usureros de los bancos.

Como todo en esta vida tiene su complemento, así como hay mano negra hay la mano blanca que aparece cuando las acciones bajan y los empresarios temen un crack económico, entonces el Estado extiende su mano blanca y salva la inversión.

Teo me aclaró que también existen las listas blancas, de los amigotes y correligionarios sumisos o llunkus que cuidan sus intereses personales. Trajo a la memoria los sucesos de hace 20 años cuando un familiar suyo cayó acribillado por el Ejército boliviano que blandía la bandera tricolor, y exclamó al ver wiphalas: “¡Esta no es una multitud, compadre, es una humanidad! No debemos sembrar cizaña, debemos sembrar vida”, dijo entre lágrimas y nos abrazamos.

 Édgar Arandia Quiroga es artista y antropólogo.