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Crisis ecológica, ¿hasta cuándo?

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Noel Aguirre

En Bolivia, en los últimos meses, sequías, incendios forestales, focos de calor, humareda, contaminación del aire y temperaturas extremas se han convertido en una abundante cantidad de titulares y reportajes en medios de comunicación y en comentarios que circulan profusamente en redes sociales. En simultáneo, con la mayor buena voluntad para atenuar estos fenómenos, se recomienda el uso de barbijos y quedarse en casa, se reclaman recursos materiales y financieros, se hacen campañas, los equipos de atención de emergencias se trasladan a las zonas de desastre, hay profusión de reuniones de emergencia, en algunas regiones se suspenden las actividades educativas y se exige endurecer sanciones. La preocupación en la población se hace evidente.

“¿Crisis climática?”, se preguntan unos. “Esos que queman los bosques tienen la culpa, hay que sancionarlos”, sentencian algunos. “Es el fenómeno de El Niño”, dicen otros. “Estamos tomando medidas de solución”, anuncian otros. Si bien estas acciones son absolutamente necesarias y se deben reconocer, hay que asumir que las más tienden a ser actitudes reactivas y se limitan a soluciones coyunturales. Estamos en medio de una crisis ecológica que tiene alcance planetario. El problema es estructural, interpela las formas de concebir la vida, de producir y distribuir recursos; de cómo se comprende y ejerce el poder, saber y ser; de cómo se establece la relación ser humano-comunidad-Madre Tierra-cosmos. Estamos sufriendo las consecuencias de una crisis que amenaza la vida de los seres vivientes (humanos y no humanos), posiblemente la mayor y más profunda de la historia de la humanidad.

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La crisis ecológica es la dimensión más crítica de la crisis civilizatoria que pone en peligro recursos vitales como el agua, bosques, biodiversidad y la propia existencia de la humanidad. Es efecto del paradigma de desarrollo productivista y extractivista del capitalismo, de la racionalidad económica sustentada en un supuesto crecimiento económico y producción infinito, en el permanente consumo, desecho y acumulación de capital cuando la naturaleza es finita. La crisis ecológica es producto del uso de energía fósil a gran escala. Esta situación, por la mecanización indiscriminada de la producción agrícola, el modelo extractivista y exportador, la proliferación de semillas transgénicas y la agricultura química promovidos por el gran capital agrícola, nos está llevando al acceso de alimentos que por cuestiones comerciales deja de ser saludable. Es tiempo de comprender las causas de la situación que padece la humanidad, mientras se siga insistiendo en los modos de producción que explotan la naturaleza, la crisis ecológica no solo permanecerá, sino que se profundizará y extenderá. Hemos alterado el equilibrio del planeta.

Para avanzar significativamente en la resolución de la crisis ecológica, la economía y la producción tienen que preservar todas las formas de vida del planeta, así como cuidar la continuidad y regeneración de la Madre Tierra, además de constituir a la dimensión ambiental en una política prioritaria. Tenemos que desarrollar procesos productivos sustentables en armonía y equilibrio con la Madre Tierra, dando prioridad al uso de energías alternativas, a la economía plural, principalmente la comunitaria y social-comunitaria, y al fomento de complejos productivos territoriales. Tenemos que garantizar el acceso a los derechos fundamentales: agua, educación, salud, empleo digno, vivienda y servicios básicos: agua potable, alcantarillado, electricidad, gas domiciliario, tecnología, entre los principales. Tenemos que promover el “alimentarse bien” del conjunto de la población, garantizando la soberanía y la seguridad alimentaria, a través de una alimentación sana, ecológica, adecuada y suficiente. Tenemos que gestionar el territorio con pleno respeto de la sustentabilidad de los sistemas de vida con relación a los procesos productivos, infraestructura y asentamientos. Tenemos que establecer y poner en práctica una política de gestión y desarrollo urbano en los que existan espacios urbanos integrales, verdes, con seguridad ciudadana y oportunidades económicas. Tenemos que establecer y poner en práctica una política integral de cuidado del agua deteniendo la contaminación de lagos y ríos, eliminando la contaminación de las fuentes de agua y garantizando el acceso al agua.

Queda mucho por hacer, ¿realmente afectaremos las causas de la crisis ecológica?

(*) Noel Aguirre Ledezma es educador popular, maestro y pedagogo. Director de la oficina de la Organización de Estados Iberoamericanos en Bolivia