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Cínicos, crueles y cobardes

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Carlos Moldiz Castillo

La bancarrota moral de la intelectualidad de nuestras élites es indisimulable, aunque tampoco es como si se esforzarán mucho para encubrir su penosa situación. Octubre nos brinda una oportunidad para apreciar esto, con varios ejemplos de perversidad expuestos por sus columnistas y líderes de opinión. Así, mientras Hugo Marcelo Balderrama y Emilio Martínez publicaban libros para hacer una apología del genocidio perpetrado por el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada en 2003, supuestos expertos (no sé en qué) como Franklin Pareja y Agustín Echalar se lamentaban por la posición de la diplomacia boliviana en relación a uno de los peores actos de barbarie cometidos en nuestro siglo: el exterminio del pueblo palestino.

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Es sugerente cómo se esfuerzan estos señores para justificar crímenes de lesa humanidad, haciendo gala de su pleitesía con el gobierno de los EEUU y lo que ellos consideran como “el Occidente”, ignorando lo que es tal vez uno de los sellos más rescatables de lo que podría llamarse su filosofía política: la reivindicación de la dignidad humana. A diferencia de lo que algunos pensadores de nuestra izquierda rechazan de la Modernidad, creo que es justamente la defensa de la libertad individual lo que debe destacarse de entre todas las ideas que vinieron de Europa. La derecha boliviana, por otro lado, no parece ser capaz de entender nada fuera de lo que le permita su inexplicable lealtad hacia el mentiroso sueño americano. Carecen incluso del pragmatismo instrumentalista que usualmente gustan presumir. Quedan como nada más que unos tristes lamebotas de un imperio que, por otro lado, los desprecia como una periferia semicolonial.

El problema de Palestina va más allá de la disputa entre “Occidente” y el resto del mundo. Es en esencia una cuestión espiritual en el mejor sentido de la palabra, es decir, atañe a la calidad de nuestras almas como seres humanos capaces de sentir empatía por su propia especie. En las últimas semanas, casi 10.000 civiles han sido asesinados en sus hogares y hospitales convertidos de alguna forma en campos de batalla. Hablamos de mujeres y niños, no de combatientes. ¿Dónde está su proclamado amor por la democracia y los derechos humanos? “Bolivia no está en la línea de Occidente”, dice Pareja. “¿Puede el mundo occidental permitirse la desaparición de Israel? Creo que no, por varios factores históricos y morales”, dice Echalar. Alguien podría explicarle a este desubicado, por favor, que el que está en riesgo de desaparición no es el Estado de Israel sino el pueblo palestino.

Pero caerle bien a sus patrocinadores gringos es más importante para estos fantoches que tener algo de coherencia con su esforzado discurso sobre la democracia. Por favor, señores, hasta Obama y nada menos que George W. Busch llamaron a detener la limpieza étnica que el sionismo de Israel pretende consumar. Biden es el único presidente de los EEUU que apoya directamente la carnicería contra mujeres y niños. Por favor, Pareja y Echalar, tengan algo de consecuencia con los ideales de la Ilustración que tanto les gusta exponer en sus aburridas clases universitarias. Su prepotente desprecio por la diplomacia plebeya de Bolivia desconoce con soberbia ignorancia que la última asamblea general de la ONU, e incluso de su Consejo de Seguridad, votaron casi en consenso por parar el genocidio del pueblo palestino, con excepción del Estado fascista de Israel, su titiritero gringo y sus 14 lacayos. 120 pueblos del mundo llaman a parar esta matanza.

No guardo esperanza alguna de que estas palabras lleguen a quienes critican. Si algo caracteriza a esta mediocre intelectualidad elitista es su cobardía y su miedo al debate: Ayo nunca responderá a mis detracciones, como tampoco lo hará Pareja o Archondo. Tengo el infortunio, sin embargo, de que los dos primeros fueron parte de mi defensa de tesis de licenciatura, que premiaron con nota de excelencia solo porque era algo crítica con la gestión política del MAS en Pando. Por cierto, preparé las diapositivas para esa exposición con media botella de ron la noche anterior, para que quede constancia del bajo nivel de nuestra academia universitaria. Lo único rescatable de esa tesis es la dedicatoria que le hice a mis perros en su primera página.

No obstante, es mi deber y de todo aquel que tenga voz, recordarles a estos cínicos, crueles y cobardes su vergonzosa posición frente a problemas que no necesitan de haber leído a Marx para entender. Su problema, señores, es que no tienen humanidad.

(*) Carlos Moldiz Castillo es politólogo