Voces

Tuesday 4 Jun 2024 | Actualizado a 01:18 AM

Recuperemos el respeto por el ‘otro’

/ 12 de noviembre de 2023 / 00:22

El otro está ahí. Interactuamos con ellos cada día. Le solemos decir cliente, vecino, jefe, compañero, colega, amigo, dirigente hermano o simplemente dejarlo en el anonimato. Pero ellos están ahí, compartiendo con nosotros una sala de espera, una acera, un asiento en el micro, el cambio de semáforo, una parada, una misma calle, una misma mesa en el restaurante. Hay días que le compramos, otros días probablemente le vendemos.

En estos tiempos de estrés y un ritmo de vida acelerado olvidamos esta proximidad tan cotidiana y necesaria con el otro. Y usted tiene dos opciones para responder frente a esta otredad: tolerar su diferencia y aceptarlo como una fuente de aprendizaje, o negar su acción social intencionalmente superponiendo su limitado conocimiento de la realidad y negando que el otro tenga la misma participación que usted en esto que llamamos sociedad.

Ejemplos sobran de esta segunda respuesta: ¿Ha visto personas —en el trufi o en el barrio— que colocan música rimbombante con decibeles que lastiman, que despiertan a un bebé y lo irritan? ¿Ha visto a ese conductor que se estaciona cerca del centro comercial sobre la rampla para personas discapacitadas? ¿Ese vecino que omitió la palabra “Garaje no estacionar” y apagó su vehículo en la puerta durante varias horas? ¿O aquella persona que va desconectada de las necesidades del mundo con un audífono potente en sus oídos? ¿Aquel señor que fuma frente a la mamá con sus niños? ¿El micrero que introduce su “trompa” creyendo que es una astucia y no una intromisión al otro? ¿Aquel negocio que deja sin acera una calle? ¿O ese señor que prende fuego en el barrio o en el campo sin la mínima empatía por los alérgicos, los que sufren asmas, tos y a los bebés y ancianos?

Lamentablemente en el habitus diario se está perdiendo la tolerancia por el otro. Ganarle al otro es aplaudido como una viveza o una anécdota para contar a los suyos y brindarle alabanza a la soberbia. Cuando la sociedad respira intolerancia en las calles, los valores que sostienen a la familia se degradan o, en muchos casos se pierden. Ese papá que golpea a un micrero para imponer su razón, de seguro registra escenas de violencia en casa. Ese joven que prende fuego sin permiso —y sobre todo sin respeto—, probablemente soborne para borrar sus antecedentes, no pague sus obligaciones o tenga facilidad en falsificar o negociar con el contrabando.

El fin no justifica los medios. No es necesario doblegar al otro para llevar pan a la casa, ni quemar para tener tierra. ¿Acaso no es mejor tolerar y ayudar? ¿No es mejor ceder el paso, esperar que pase el otro, estirar una mano para ayudar, mirar antes de parar el vehículo, pensar antes de prender el fuego y dejar que el otro desarrolle su otredad? Lo que parece una pérdida, les aseguro, se convertirá en una ganancia social invaluable principalmente para la persona que lo hace y para sus legados. Reemplacemos el “tengo la razón” por el “te escucho y te entiendo” y “voy a hacer algo diferente”. El otro también existe. No solo tiene derechos compartidos con los intolerantes, sino que también es experto en su área, tiene mucho para enseñar, aprender y, sobre todo, es el protagonista de aquello que llamamos sociedad. Recuperemos este respeto.

Gary Rojas Jordán es periodista y cristiano por convicción.

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Los tres suplentes del periodismo tradicional

Estos medios emergentes están desplazando las nuevas audiencias y ganando terreno

Gary Rojas Jordán

/ 14 de septiembre de 2023 / 08:23

La información recorre por el aire. El celular inteligente, anclado a las manos del usuario, está presto para filmar, tomar una foto y reportar un hecho desde cualquier ángulo. Un accidente, un chofer imprudente, un acto curioso, una incongruencia de la calle, son valiosos insumos para enviarlos y difundirlos al menos por tres nuevos suplentes que están archivando la nueva realidad en la nube: los perfiles personales de los llamados influyentes, los canales de TikTok y los programas de radio que salen por streaming y páginas de Facebook. 

Describiremos cada uno de estos nuevos soportes de consumo de la información. ¿Qué son esos perfiles digitales? Son cuentas de periodistas, concejales, funcionarios públicos que, interesados por crear comunidades, han abierto una línea de WhatsApp a través del cual reciben denuncias y las replican o investigan en sus cuentas personales principalmente de Facebook, TikTok y YouTube. Se narran a través de historias, usan poca documentación de respaldo y describen un tema a través de escenas. Suelen ser en su mayoría denuncias públicas y generan juicio de valor entre sus audiencias. Tienen una comunidad lista para comentar.

Los canales de TikTok personales también son los nuevos noticieros y fuentes de información exprés. En pocos minutos, una persona corriente sin cargos ni títulos de por medio narra una historia de la calle, la sube y genera reacciones de sus apuradas audiencias. El dueño de una cuenta puede reportar conduciendo una moto como dentro de un trufi. Puede hablar de niños, cementos y tratamientos como denunciar a un policía abusivo sin filtros ni editores. Y la comunidad juzga si es de interés o no y las va convirtiendo en tendencias según el número de vistas e interacciones.

Y un tercer grupo de reporteros emergentes y masivos son los programas de radio por streaming que cuentan con su propio perfil en Facebook a través del cual difunden hechos policiales diarios, reportes de cámaras web de accidentes, su propio programa con reporteros en línea que hablan desde el mismo lugar de los hechos. Los presentadores de estos programas interactúan al vivo con sus audiencias que tienen la confianza para hablar sin filtros ni editores de por medio.

Así como en el fútbol un jugador suplente ingresa en los minutos complementarios del partido para reemplazar a un titular que luce cansado o lesionado, estos medios emergentes están desplazando las nuevas audiencias y ganando terreno que los medios tradicionales creían tener ganados tras muchos años de arduo trabajo.

Al respecto podemos reflexionar en dos aspectos. Los medios tradicionales en Bolivia tienen una gran expertiz en el tratamiento informativo, en la confiabilidad que han construido durante varios años, pero han ido perdiendo terreno en la relación con el sector corporativo que solía invertir en publicidades. Pocos se han acercado a las agencias que manejan la pauta publicitaria de las empresas; pocos acuden a las convocatorias de prensa de las marcas porque se niegan a aceptar que eso es una “noticia” y surge el pensamiento de que “si tiene plata que pague por su nota” o “hay temas más importantes que la presentación de un pañal, un celular o un nuevo servicio financiero”, y han puesto en los extremos de una balanza de poder a las empresas y al otro extremo a los gobiernos sospechando que ambos tienen intereses oscuros detrás de una invitación a una conferencia de prensa.

Los periodistas de calle de los medios tradicionales han desarrollado una gran habilidad para realizar un tratamiento de toda la información que reciben. Saben contrastar un dato y complementarlo con una infografía, con una crónica o una nota de apoyo. Han aprendido a dominar géneros, a investigar un tema con amplitud de fuentes, a narrar con más soltura de dedos y a talar la información como un orfebre hace con el hierro.  Ese es su valor agregado. Ahí radica el corazón de su trabajo. Eso los difiere de los tres suplentes que siguen calentando para ganarse más minutos y la aceptación de la hinchada.

(*) Gary Rojas Jordán es periodista, lector y cristiano por convicción

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