La ruta de las ratas
¿En qué momento el sionismo se convirtió en exactamente lo mismo que sus verdugos nazis?
Ricardo Bajo
En abril de 1944, la colonia de niños refugiados judíos de Izieu (Francia) fue arrasada y “limpiada”. Un total de 44 niños y adolescentes de entre cuatro y 17 años fueron detenidos y deportados por orden de Klaus Barbie, jefe de la Gestapo en Lyon. Fueron conducidos al campo de exterminio de Auschwitz (previo paso por el campo de internamiento de Drancy, París). Fueron asesinados, fueron exterminados. Solo uno logró sobrevivir. La aparición —décadas después— de un telegrama firmado por el “Carnicero de Lyon” dando la orden de “limpieza” de la comuna de Izieu servirá para detener en Bolivia al criminal nazi y condenarlo en Francia por delitos de lesa humanidad. Imprescriptibles.
Estoy leyendo estos días Klaus Barbie: la ruta de la rata, el mejor libro publicado (El Cuervo editorial) este año en Bolivia. Es un denso/impactante cómic histórico escrito con rigor por Frederic Brrémaud (que cubrió el juicio contra Barbie en 1987) y dibujado magistralmente por Jean-Claude Bauer. En el ejemplar que me firmó Bauer en la pasada Feria del Libro de La Paz, el dibujante ha pintado en un par de trazos un retrato de Jean Moulin, jefe de la resistencia gala. La novela es —entre otras cosas— un tributo a los hombres y mujeres que lucharon contra la ocupación nazi. La resistencia siempre será un derecho legítimo.
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En la página 77 veo a Klaus Barbie sentado en el banquillo de los acusados. Ha dejado de ser un protegido de los Estados Unidos y un agente de la CIA, ha dejado de ser el amigo querido de Hugo Banzer Suárez y los paramilitares de la década de los 70. Ya no entrega armamento de la República Federal de Alemania (RFA) a cambio de toneladas de cocaína.
El 20 de diciembre de 1985, un juzgado criminal de la Corte Suprema francesa define los crímenes contra la humanidad como “actos inhumanos que —en nombre de un Estado que practica una política de hegemonía ideológica— se cometen de forma sistemática contra personas en razón de su pertenencia a una colectividad racial o religiosa”. Veo a los judíos huyendo, veo a los judíos asesinados, veo a los judíos pidiendo justicia por víctimas inocentes. Leo el cómic y no puedo dejar de pensar en los miles de niños palestinos asesinados bajo las bombas sionistas del Estado de Israel. No puedo dejar de pensar en el castigo colectivo contra Palestina: un crimen de lesa humanidad. Imprescriptible.
¿En qué momento el sionismo se convirtió en exactamente lo mismo que sus verdugos nazis? ¿Cómo se puede arrojar tormentas de fósforo blanco —arma prohibida— sobre el mayor hospital de Gaza? ¿Sufrir un genocidio te da derecho a cometer otro? ¿Por qué nadie habla de las reservas de petróleo y gas que tienen las costas de Gaza y el subsuelo de Cisjordania que suponen un negocio de 524.000 millones de dólares? ¿Por qué el mundo ignora el genocidio del pueblo palestino? Por culpa, por sentimiento de culpa.
Estados Unidos albergó y protegió a cientos de destacados nazis. La excusa: la lucha anticomunista contra la Unión Soviética. Europa y EE UU permitieron el holocausto del pueblo judío y luego avalaron la creación del Estado de Israel (la “catástrofe” para el pueblo palestino). Por culpa. Ahora vuelven a cometer el mismo “error”: permitir otro exterminio, otra limpieza étnica, otro apartheid.
Vuelvo a la novela gráfica y veo como llegaron casi dos mil nazis a la Bolivia de finales de los años 40. Veo como se cruzan en las calles de La Paz víctimas y verdugos; judíos y comunistas, socialdemócratas y anarquistas miran a los ojos otra vez a sus perseguidores nazis. Se han cambiado de nombre. Barbie ahora se llama Altman. Pero conservan una manera de mirar. Una mirada de odio no se olvida jamás. Hoy esas mismas calles paceñas ven pasar marchas con banderas de Palestina, ven pasar a palestinos expulsados de la Franja de Gaza, palestinos que han visto en los soldados de Israel sentencias de muerte en sus miradas de odio.
La rat line (ruta de la rata) es el nombre que se acuñó para denominar las vías de escapatoria de los criminales de guerra nazis/alemanes, fascistas/italianos y ustashas/croatas. La pareja formada por Beate y Serge Klarsfeld, militantes en contra de la impunidad, dedicó toda su vida a perseguirlos por medio mundo. ¿Quiénes serán los nuevos “Klarsfeld” buscando a los sionistas de los nuevos crímenes de lesa humanidad contra poblaciones civiles indefensas? Los verdugos nazis jamás me fascinaron; los sionistas, tampoco.
Veo la mañana del 4 de julio de 1987. Barbie es declarado culpable y condenado a cadena perpetua. Morirá en prisión en 1991 con 78 años por un cáncer de sangre. No se arrepentirá nunca. ¿Cuándo pagarán los asesinos de los niños palestinos?
(*) Ricardo Bajo es un pinche periodista