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El punto de quiebre de Evo

Tribuna

Evo tuvo su punto de quiebre y fue en 2016, cuando decidió no reconocer los resultados del referéndum. Hasta ese momento el MAS había implantado un modelo democrático plebiscitario y plebeyo, esto quiere decir que las decisiones las tomaba arropado por el pueblo. Posteriormente, Evo, el caudillo, decidió desoír la voluntad de las masas y recurrió a una institución del Estado (el Tribunal Constitucional) en contra del voto del pueblo, como plantea Fernando Molina (2023): «el MAS recurrió al poder de las instituciones en contra de las expresiones de las masas». A partir de esta decisión, Evo cambiaría bruscamente el curso de su historia.

En ese momento, ese MAS deja de ser un partido de los movimientos sociales para constituirse en un partido de izquierda tradicional de cuadros y lo mismo podríamos decir de su último gobierno: dejó de ser un gobierno de los movimientos sociales para constituirse en un gobierno administrado por la burocracia partidaria masista, con la participación de algunos dirigentes de los movimientos sociales. Esta situación puede ser corroborada por el abandono que sufrió el MAS en las elecciones judiciales y con mayor gravedad aún, en la orfandad en que quedó el gobierno en las movilizaciones de octubre y noviembre de 2019. El movimiento popular, expresado en la CSUTCB, Bartolinas y la Confederación de Interculturales vio de palco, sin participar y menos intentar algún tipo de defensa en las calles, la caída de Evo del poder. Los movimientos sociales se alejaron de Evo y de la burocracia masista de ese entonces.

Nunca antes, hasta ese momento, Evo había tenido la necesidad de recurrir a una chicana jurídica en contra de las manifestaciones populares. Entender ese momento histórico y esa actitud política de Morales es de vital importancia para comprender los sucesos políticos posteriores.

Por eso que es incorrecto pensar que las manifestaciones populares al grito de «ahora sí, guerra civil» se constituyeron en una defensa de Evo, tras la huida de éste. En las movilizaciones en la ciudad de El Alto no se vieron ni banderas del MAS, ni pancartas reclamando por la permanencia de Evo en la presidencia. Esas manifestaciones, abanderadas de la wiphala, se conformaron en defensa precisamente de la wiphala, después de los ultrajes que diferentes miembros de la Policía realizaron en el transcurso de su amotinamiento.

Para el mundo indígena, la wiphala es un símbolo de su lucha y de la conquista de sus derechos. Un agravio a la wiphala era un agravio a lo indígena y, por ende, un intento de proscripción del Estado plurinacional, un retroceder a los tiempos del neoliberalismo donde los indios eran considerados ciudadanos de segunda y excluidos del manejo del Estado (esa suposición luego sería confirmada por el gobierno de Añez y su intención reiterada de negar el Estado plurinacional). No es necesario indicar que este extremo iba a ser impedido, aún con la entrega de sangre y sacrificio de muchas vidas. Las masacres de Sacaba y Senkata se constituyen en un trágico testimonio.

Otro dato más que corrobora la soledad que iba a vivir Evo es la noche del 20 de octubre de 2019, tras conocerse el resultado preliminar de las elecciones, la plaza Murillo que había sido preparada para recibir a oleadas de militantes y simpatizantes del MAS, quedó desierta. Leídos los resultados, no hubo fiesta, los pocos que llegaron apenas pudieron hacer un corro de gente alrededor de Evo, que se dirigía a los medios de comunicación en el recibidor del Palacio Quemado.

En la actualidad, Evo sigue su camino sobre los mismos pasos, repitiendo los mismos errores de 2016 en adelante: refugiarse en instrumentos jurídicos y alejándose de los intereses del movimiento popular. Intenta manipular, junto con la dirigencia adicta a él, para forzar la realización del congreso de Lauca Ñ, haciéndose nombrar candidato único a la presidencia por el MAS y así evitar las elecciones primarias y terciar con otro candidato masista.

Es imposible reconocer que Evo fue, en su momento, el gran aglutinador y organizador del movimiento popular, pero Evo Morales no era el pueblo mismo como Alvaro García sostenía (eso lo decía solamente para granjearse una mayor cercanía a Evo) y no es (en realidad, no lo es nadie) el líder insustituible e imprescindible..

Peter Maldonado Bakovic es profesor universitario.