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Industrialización

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Christiam Cordero Rocha

Nacida con la invención de la máquina de vapor y la mecanización de la producción, la denominada Revolución Industrial se convirtió en un fenómeno que ha logrado transformaciones profundas en la historia de la humanidad, tanto en el ámbito económico, comercial, social como cultural, promoviendo la transformación de las materias primas en productos terminados con alto valor agregado, abriendo las fronteras y la comercialización de productos competitivos, requiriendo las mejoras en el transporte y las comunicaciones, aportando a la investigación, la innovación y la tecnología, entre otros.   

En Bolivia, los avances en industrialización tienen su génesis allá por la segunda mitad del siglo XIX, con el auge minero y la productividad de la plata; posteriormente resaltan aquellas ligadas a la Guerra del Chaco y la aplicación del Plan Bohan, como elementos centrales de la historia de la industrialización. En la actualidad, bajo un escenario pospandemia, guerras y crisis económica internacional y regional, es importante mantener y consolidar medidas que dinamicen la economía de la población, mantener niveles de crecimiento, las inversiones y los programas sociales, incluyendo los subsidios.

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La política de industrialización con sustitución de las importaciones incluye, entre otras estrategias nacionales, la puesta en marcha de más de 150 plantas de industrialización en el territorio nacional, resaltan la planta de carbonato de litio (entregada recientemente), las plantas de biodiésel y HVO, de fertilizantes, de refinado de zinc, la planta laminadora de acero; todas ellas, dentro del “sector estratégico” generador de excedentes. En aquellos “sectores generadores de empleo e ingresos” destacan las ligadas a la transformación de tubérculos, lácteos, semillas, granos, cereales, entre otras.

La industrialización tiene el firme objetivo de impulsar el potencial productivo local, permitiendo la consolidación de su base económica e impactando de manera directa en la seguridad alimentaria y, claro está, en la sustitución de importaciones.

El efecto transformador y dinamizador de la industrialización tiene un alcance en toda la cadena de valor de un producto, tanto a nivel local como nacional. Por ejemplo, si por el ordenamiento territorial de una determinada comunidad se decide estratégicamente la construcción y funcionamiento de una planta de industrialización de piña, dicho efecto transformador y dinamizador será percibido en: la generación de inversiones a nivel local desde su construcción, generando adicionalmente empleos directos e indirectos; la consolidación de asociaciones de productores de piña, a fin de garantizar mercado para su producción; el crecimiento de la demanda de fertilizantes y otros insumos; la necesidad de mejorar o de contar con servicios básicos como el agua potable, la electricidad, gas, internet, etc. y en el transporte asociado; el desarrollo y promoción del potencial turístico del lugar; la generación de ingresos reinvertidos a nivel local.

Con solo estos ejemplos, podemos concluir que Bolivia está encaminada hacia una nueva era de industrialización, con una mirada inicial hacia la sustitución de importaciones, sin perder de vista las rutas internacionales para su exportación. Sin duda alguna, el Modelo Económico Social Comunitario Productivo sigue vigente y sigue siendo el hilo conductor del desarrollo nacional.

(*) Christiam Cordero Rocha es ingeniero industrial