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Revocar la democracia

SAUDADE

El 17 de febrero de 2019 fue un día histórico para la democracia directa en Bolivia. Ese domingo, en Bolpebra, se votó por la revocatoria de mandato del alcalde electo en 2015. Fue la primera vez, y por ahora única, en la que una iniciativa popular llegaba a las urnas. Día histórico, pero fallido. El 82% votó por el Sí, pero la participación fue apenas del 24%. El alcalde permaneció en el cargo. Y el mecanismo siguió sin estrenarse.

Entre diciembre de 2017 y enero de 2018 hubo 245 iniciativas para revocar autoridades y representantes electos: 167 cumplieron los requisitos para habilitar la recolección de firmas, pero 166 se archivaron por desistimiento o falta de adhesiones. Únicamente prosperó Bolpebra. Los promotores lograron las firmas y batallaron un año hasta que, superando varios escollos, ley mediante, se convocó al referéndum.

Señalo la excepción que confirma la regla: existen principios y derechos reconocidos en la Constitución cuyo ejercicio está obstruido por ley o maniobra. Hay serios límites en la democracia directa y participativa. Persiste la invisibilidad y subordinación de la democracia comunitaria. Y ni hablemos de las “promesas incumplidas” de la democracia liberal-representativa. La demodiversidad continúa siendo una buena idea.

Claro que una cosa es valorar la democracia como forma de gobierno y otra distinta calificar su desempeño. Los datos son preocupantes. Una reciente encuesta de la Fundación Friedrich Ebert (FES) muestra que el 65% de la ciudadanía está insatisfecho con el funcionamiento de la democracia. Pero lo más crítico es que solo el 49% la prefiere en lugar de un gobierno autoritario. O es indiferente. Es una tendencia regional. El apoyo a la democracia en su mala hora.

Hace seis años, el Latinobarómetro alertó que estábamos ante una “democracia diabética”: declive paulatino y lento de múltiples indicadores, que no alarman, pero en conjunto expresan un deterioro sistemático y creciente. Tiempo de desconsolidación. En 2020 vino la triple crisis: política, sanitaria y económica: sin ilusión, con malestar, demandas inelásticas. “Adiós a Macondo”. Hoy se declara recesión democrática en América Latina.

¿La democracia es irreversible? ¿O estamos ante un sombrío paisaje en el que, en nombre de la “libertad”, motosierra en mano, se pretende revocar la democracia y revertir derechos? ¿El crecimiento de la extrema derecha no anticipa un acentuado ciclo de fascismo social y hasta de fascismo político? En fin: si las y los ciudadanos no podemos revocar a los gobiernos autoritarios, ¿podrán éstos revocar por decreto la convivencia democrática?

El 2024 será democrático o no será. Venga.

 FadoCracia libertaria

1. La libertad, carajo, es una delicia. En especial cuando estás en el poder. Avanza y avanza, como decretazo. Todo sea por la necesidad. Y la urgencia. 2. Claro que hay excepciones. Faltaba más. La libertad, ingenuos abstenerse, es selectiva. Aplica solo para la “gente de bien”. Los libert/arios lo saben. Y lo celebran. 3. Si eres gente de mal, muerta de hambre, no te mereces la libertad. Para ti está reservado un protocolo de matonaje. 4. Vamos aprendiendo: aunque la (extrema) derecha se vista de seda, derecha (extrema) se queda. Las políticas neoliberales, por mucho empaque libertario que tengan, son nomás la misma salvaje receta neoliberal. 5. ¿“No hay alternativa” como dijo Thatcher hace más de cuatro décadas? ¿“No hay plata” como asegura hoy el hombrecito de la casta? 6. Claro que hay alternativa, y plata, para beneficiar a los amigos y sus privilegios. ¿Y el pueblo laburador? Que se joda. 7. Cuando te digan viva la libertad carajo, no les creas. Ni un tantito. Los patoteros estafadores son ellos.

 José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.