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Llave en mano

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José Pimentel Castillo

El recurrir a este modo de contratación es un reconocimiento de la falta de capacidad para acometer una obra deseada; es una forma correcta de encarar el problema, sin embargo es preciso determinar claramente los objetivos que se espera.

El primero es solucionar el problema que nos aqueja: en el caso de El Sillar, superar un tramo deleznable del camino; el segundo, el enriquecimiento de los conocimientos, habilidades y manejo de recursos materiales por nosotros desconocidos. Son estos objetivos que tienen que estar claramente especificados en el documento base de contratación, para lo cual se debe tener un conocimiento preciso de lo que se quiere.

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Así se debe tener, previamente, un estudio de situación; para el caso, estudios geológicos, climáticos, etc., que necesariamente tienen que ser de conocimiento de la parte contratante; puede que sean insuficientes, lo que requerirá complementarlos para tener un conocimiento exacto y dimensionar la magnitud de la obra; con base al entendimiento de la problemática, se buscará las soluciones técnicas más adecuadas. Como se ve, la parte contratante —el país— no puede tener un rol pasivo, sus exigencias buscan una solución óptima, logrando superar nuestra ignorancia, con el deseo imperativo de acumular conocimientos.

No se trata del conocimiento técnico-científico que se imparte en la academia, sino, ante todo, su aplicación en la vida real; para ello, es necesario ligar la acción de investigación de nuestras universidades con el desarrollo del país; es de lamentar que sobre el caso de El Sillar no se haya pronunciado ninguna de las múltiples carreras de ingeniería civil existentes en el país, tanto públicas como privadas. La superación de nuestro atraso no es un problema del Gobierno, sino del conjunto de la sociedad boliviana, por lo cual es necesario crear puentes entre la universidad y cada una de las instituciones que encaran los problemas del desarrollo.

Para garantizar la correcta ejecución de estas obras se contrata una supervisora, empresa del mismo nivel que la contratista, para corregir y avalar las acciones que se tomen; por su parte, el contratante —el país— establece la supervisión para hacer el seguimiento y, en su caso, corregir para lograr lo que busca; es sobre este punto que busca acumular conocimiento, por lo cual no se puede cargar a una sola persona esta tarea, se tiene que volcar un ejército que mire y oiga en todo el proceso: ésta es la diferencia entre satisfacernos con tener el resultado concreto y el deseo de seguir avanzando.

La historia de nuestro país está regada de frustraciones, los elefantes blancos de la época de las dictaduras: Karachipampa, San Jacinto, hilandería Santa Cruz, etc., o recientemente el ingenio Lucianita de Huanuni, el horno Ausmelt de Vinto, la planta de carbonato de litio. Los problemas de estos casos son múltiples, pero tienen un denominador común: no se piensa en el desarrollo del país, ni en la experiencia ni el conocimiento acumulado, sino en el interés particular. A esto se debe que no logre encadenar la cadena productiva minera en el caso de Huanuni y Vinto, o se niegue lo avanzado y comprometido con la planta de carbonato de litio, para experimentar otros caminos desconocidos.

Sin embargo, hay ejemplos que nos satisfacen en cuanto a los servicios que prestan: el teleférico en la Paz, el satélite Túpac Katari y la planta de urea en Bulo Bulo, nadie niega que son un éxito, felicidades; pero es necesario hacer un balance, cómo su concreción ha hecho avanzar al país en las nuevas técnicas de su área, por ejemplo, del transporte masivo y ramas conexas: mecánica, electricidad, electrónica, etc. Lo propio, cuánto hemos avanzado en la aeronáutica espacial y las comunicaciones satelitales o qué esperanza tenemos de ampliar la petroquímica en nuestro país. Es en esta etapa que tiene que surgir la relación de empresa y universidad, para que el conocimiento no se quede en la etapa empírica y asuma su condición de ciencia capaz de ser universalizada.

La constatación de nuestro atraso tecnológico llevó a que el anterior gobierno del MAS concediera 100 becas anuales para el perfeccionamiento profesional; no conocemos una evaluación, es de esperar que estén contribuyendo los becarios al país y no asuman la conducta colonial: “que eso ya lo han desarrollado las potencias y solo hay que comprar, ¿para qué investigar?”

El Sillar nos enseña que es preciso el seguimiento de las obras, no solamente de parte de los actores involucrados, sino de instancias de la sociedad civil, especialmente las universidades y los directos beneficiarios: los ciudadanos comunes y sus organizaciones; al final, democracia directa y participativa.

(*) José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero