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2023

La A amante

En estos últimos días, el aroma de la Navidad y los preparativos para recibir el 2024 se han sentido también en nuestras páginas de papel y nuestras hojas digitales. LA RAZÓN sigue lamentando el paréntesis que por motivos personales acaba de abrir nuestro columnista Pablo Rossell. Agradeciendo su agradecimiento, deseamos que retorne para regalarnos reflexiones que siempre estuvieron más allá de la economía. Las palabras de fin de año de otro columnista, el arquitecto Carlos Villagómez, subrayando el sano muro que lo separa del espacio editorial invitan a mirar el conjunto de la ciudad para ver con mayor claridad el rostro de nuestra casa. Eso intentaremos este domingo 31: mirar el conjunto.

Sin embargo, si usted está esperando un texto con “lo bueno, lo, malo y feo de 2023”, ya puede ir a probar mejor suerte a otra columna de éste, su periódico. Lo que le sale a esta A que está cerrando con dolor las puertas de este año es más bien ganas de compartir lo que la balanza del sentimiento quiere pesar y evaluar. Por lo tanto, esta última columna dejará el micrófono al corazón.

Año triste. Rusia, Ucrania, Israel, Palestina. No es admisible que la guerra siga siendo una palabra que se tenga que escribir para describir la irracionalidad humana, el retroceso, la ausencia del respeto por la vida. Las imágenes de la Franja de Gaza son una vergüenza para el mundo. El estado ambiental al que hemos arrinconado a este planeta amputando nuestros derechos, los de los animales y de la naturaleza es otra vergüenza. Las crecientes diferencias entre ricos y pobres, las inmorales movidas geopolíticas de los últimos tiempos, la inmisericorde crisis económica que desborda a casi todos los países, la decreciente confianza en los sistemas democráticos, los imperdonables errores de las izquierdas, los ascensos de las extremas derechas son las piezas de un collar que amenaza con apretar el cuello de inocentes.

Año triste. También en casa y en el barrio. Las peleas masistas, los quiebres internos en las oposiciones políticas bolivianas, la inseguridad creciente en las calles latinoamericanas, las leyes de los narcos sin fronteras, la votación por Milei, las mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en nuestros países sin que nadie pueda hacer algo, los enormes retrocesos en los procesos educativos, el abandono de los libros en un reino de la borrachera del feis, el tiktok, el huatsap o el insta son las huellas que nosotros mismos hemos dibujado con gran entusiasmo este año que ya tiene las maletas hechas.

Año triste a secas. Justo cuando el reloj de este año marcaba las 12, o sea, entre la cola de junio y la cabeza de julio, se fue mi papá, como la Cenicienta, dejándome a media noche, dejándome en media noche. Como la Cenicienta, por salir corriendo, sin darse cuenta de que se iba y con la satisfacción de haber vivido más alegre que nadie, dejó en las escaleras una de sus zapatillas. No era de cristal, como la del cuento. Era una zapatilla deportiva. La misma que lo convirtió en un basquetbolista campeón del gran Ingavi, la misma que lo llevó a las canchas de tenis, la misma que se puso para sus coberturas periodísticas en mundiales de fútbol, la misma con la que entraba a los camerinos de su club del alma, el único club que sabe salir de la cancha para ir a la guerra, el único que se levanta de una tragedia aérea como la de Viloco, el único que sabe levantarse después de siete caídas, el que levantó la Copa 2023 exactamente cinco meses después de la partida del hincha Benavente. El Dúo Yanai compuso Zamba hasta el cielo que hoy hago mía. Canto esta zamba para llegar a unirnos en una canción/que se escuche esta zamba triste/hasta el cielo donde tú estás/ y cantando voy a decirte/ me haces falta y te extraño papá/ cantando en cada verso siento tu alma/ susurrándome al oído/ que estarás en mi camino/con tu música en mis sentidos/tu canto con mi canto van cuidando/ a los verdes ojos bonitos/ que sueñan con rencontrarte/para amarse a un mismo latido.

Año triste para los míos. Mi amiga Erika vio partir a su mamá este 2023. Mi amiga Karen vio partir a su mamá este 2023. Por lo tanto, en esta Navidad tan oscura, la más triste de todas, yo no estaba sola. Adivinarán que el abrazo de este año entre nosotras fue diferente. El abrazo de esta Navidad con mis dos hermanos fue diferente. El sol que sale para nosotros ya no es el mismo. El 2023 será un antes y un después. Por eso estamos listos para el 2024. Como escribió mi amigo Jean Paul, “con el corazón y sin temor”. Con el corazón y sin temor.

Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.