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Loas o acciones

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José Pimentel Castillo

La pertinencia de un modelo se demuestra por los resultados y éstos no son solo producto de la concepción correcta en el contexto concreto, sino fundamentalmente la forma cómo se la viabiliza. El Modelo Económico Social Comunitario Productivo (MESCP) es una respuesta de la sociedad boliviana a partir de su lucha contra el modelo neoliberal: excluyente, especulador del mercado, concentrador del excedente y cipayo a los mandatos de las grandes potencias. Es un cambio en la manera de concebir la construcción de la sociedad, no como la suma de individuos, sino de comunidades en su territorio, buscando su vivir bien.

 Este modelo, que cautivó con su acción redistributiva de los excedentes creados con base en la renta petrolera, se fue agotando con el declinar de ésta: por lo dubitativo de la gestión gubernamental, incapaz de exigir inversión a las transnacionales y timorata para remplazarlas; por la exacción a las empresas estatales para las subvenciones en un esfuerzo nacional, liberando al sector privado; manteniendo el libre comercio exterior que permite la fuga de divisas, por todo ello, paradójicamente se han quintuplicado las exportaciones pero no hay dólares. Las divisas que ingresan al Banco Central las generan las empresas estatales y las remesas de bolivianos y bolivianas en el exterior; la economía comunitaria va desapareciendo; la producción cooperativista no ayuda a superar las desigualdades sociales, al contrario, encubre la más dura explotación del trabajador y la naturaleza, alentada por transnacionales encubiertas en prestadoras de servicios y comercializadoras, convirtiéndose en la principal fuente del saqueo del país.

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Hoy un ruido asoma, nos pone en el dilema de afirmar si estos sonidos estentóreos son los de su ocaso o del parto que no logra vida plena. En efecto, lo recorrido no muestra una línea continua de acciones que concreten lo buscado, tal vez la urgencia de la gestión, más riqueza, nos hizo perder de vista cómo lograrlo, llevando a la exclusión de las fuerzas del pueblo, que son inagotables. Se trata de identificar objetivos deseados, capaces de lograrse con esfuerzo, no hay otra manera de ir creando la fe en su capacidad de conducción. Lo otro es delegar a un técnico que hará los esfuerzos requeridos y tal vez logre lo buscado, pero un fracaso solo pone una mancha negra en su hoja de vida, mientras para el pueblo será una verdadera decepción, creando las bases del qué me importa, es decir su exclusión de la gestión.

Veamos un ejemplo. La planta de carbonato de litio es una frustración, los afanes innovadores negaron lo avanzado; no se preparó la mina, en este caso piscinas, mientras se concluía la planta; el bochorno fue grande, se despidió al gerente; desde hace tiempo en la planta no hay sindicato, los comunarios han sido marginados de la gestión y la gente que inició el proyecto fue despedida; ¿quién podía dar la alerta, sin ser tildado de dinosaurio? Las pérdidas son cuantiosas, el desprestigio es mayor para la empresa pública.

Otro ejemplo es el de Huanuni y Vinto. El proceso de nacionalización unificó a todos, la absorción de más de 3.500 nuevos trabajadores imponía el aumento de la producción, así se planteó la construcción de un ingenio que trate 3.000 toneladas de mineral diarias, a la vez que se construía un nuevo horno de fundición para duplicar su producción. En total, una inversión de $us 120 millones que, al presente, luego de cinco años de haberse concluido las plantas, no dan réditos; esto por desidia, por anteponer los intereses personales, seccionales y hasta regionales sobre los nacionales. Las dos empresas están en quiebra técnica y no se inmuta nadie. El desprestigio se profundiza.

YPFB se queda sin gas y sin mercado, cunde el pánico; los únicos que no se pronuncian son los trabajadores, parece que tienen ganado el paraíso; el camino que le queda es disponer del poco gas que se tiene para el consumo interno y la industrialización de los polímeros, para obtener una gama de fibras plásticas; la planta de urea es un ejemplo a seguir de la cadena de valor. Si no es así, ¿para qué tenemos empresas estatales, llamadas estratégicas?

El MESCP merece, más que loas, una reivindicación, ser participativo, englobar a todos los actores en el rol que les corresponda, invertir soberanamente en la cadena de valor de los recursos naturales, desarrollar los recursos humanos en este empeño contra el atraso tecnológico; nuestra lucha es por construir una sociedad avanzada y justa.

(*) José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero