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La A, su noche y su día

La A amante

Amanece y anochece. Poco cambia. Y poco se habla de una guerra que no termina entre Rusia, Ucrania y un elenco de terceros países con directos intereses económicos y políticos en un eclipse geopolítico con pronóstico reservado. Esta semana, el titular hablaba de un avión derrumbado que era abordado por prisioneros ucranianos. ¿Lo leyó usted también o lo soñó esta A insomne?

Amanece y anochece. Nada cambia salvo los muertos que no forman parte de fuerzas armadas, en Gaza, que suman entre el día y la noche. Sus cuerpos se amontonan en las fotografías que llegan, vía agencia de noticias, a este periódico donde el equipo periodístico debe optar entre las nuevas pero ya familiares imágenes de una ciudad martillada por los bombardeos o la de la madre abrazando el cuerpo de su hijo que no tiene dónde ser sepultado o la de los chicos que se juegan todo alrededor de un plato de comida fría.

Amanece y anochece. Para Ecuador es más lo que anochece que lo que amanece. Los últimos turnos del poder elegido en las urnas no han podido cerrar la ventana para que se estrelle en el vidrio el crimen organizado, el transnacional e indolente narcotráfico. Las víctimas son siempre las piezas más expuestas al daño: los chicos que juegan en el patio de la pobreza y terminan en las cárceles, con sus tatuajes desnudados, atados al lado de criminales sin arrepentimiento; los asesinados a sangre fría mientras conducen su coche; las y los ecuatorianos que perdieron, de la noche a la mañana, su libertad y su seguridad.

Amanece y anochece. Poco o nada cambia. Los desacuerdos, la polarización, los miedos, las broncas y el baile de los precios no aflojan en Argentina. Como si faltaran problemas, horas después del primer paro contra las medidas del nuevo presidente Javier Milei, al primer mandatario no se le ocurrió mejor idea que gastar su tiempo y su atención en un desmedido, torpe y poco inteligente agravio al presidente colombiano llamándolo “comunista asesino”. El entonces candidato libertario ya había lanzado que “un socialista es una basura” y un “excremento humano”. Madre mía.

Amanece y anochece. También en el país amanece y anochece aunque parece que anochece y anochece. Las tormentas políticas, una vez que cerramos los teléfonos celulares, apagamos la televisión o limpiamos nuestros vidrios con LA RAZÓN de ayer sin haber llenado el crucigrama, vuelven como fantasmas silenciosos a instalarse con sus preguntas. ¿Cómo pueden decirse tanta barbaridad entre masistas? ¿En qué momento el acompañante de fórmula electoral de Luis Fernando Camacho se transformó en un “enemigo masista” para el ala camachista de Creemos? ¿En qué momento Evo Morales fue bautizado por sus propios compañeros como el centro de todos los males? ¿”Huyeron al primer cuetillo” son expresiones que de verdad salen de boca de propios masistas? ¿Carreteras bloqueadas por evistas al gobierno de Luis Arce? ¿Los evistas son la nueva derecha, por lo tanto?

Ni amanece ni anochece, bajo mi techo, sin que los míos me pregunten si tenemos gasolina en el auto; si me di cuenta de los discretos incrementos en el precio de la comida de nuestros gatos y en el café; si no conviene comprar más enlatados porque las colas, en las carreteras, de esos camiones con pobres animales adentro o con combustible, se transformarán en carencias concretas en nuestra cocina; si no haríamos bien en comprar dólares. Para lo último, algunos bancos tendrían que entregar las remesas que mandan los familiares en dólares y no dejarlos fuera del país.

Ni amanece ni anochece sin que llegue, por lo menos una vez al día, la pregunta oscura que sobrevuela estos tiempos: ¿imaginamos que este inicio de 2024 nos pillaría entre guerra con bombardeos sobre inocentes, con derrumbes de aviones, con hambruna, con narcotráfico mostrando abiertamente sus dientes, con presidentes insultando a sus pares como delincuentes en un bar de mala muerte, con jueces abiertamente corruptos en pleno día, con deslealtades y mezquindades políticas jugando con nuestra economía de país y de familia, con la muerte de mujeres en manos de sus parejas o exparejas en pleno enero, con ancianos que apenas caminan y cuya sobrevivencia depende de las monedas sueltas delante de un semáforo? Así nos pilla este domingo, con un desánimo cuyo único lado bueno ha sido el salvar la columna de la fecha huérfana de tema y de emoción.

Amanece y solo amanece, sin embargo, para el ekeko que habita la biblioteca, regalo de mi amigo Édgar Arandia (columnista que no está escribiendo en estas semanas porque tiene que poner su talento a cuidar su salud). Amanece y solo amanece para este ekeko y su warmi que me han escuchado con paciencia el 24 de enero. ¿Será porque les invité con resiliencia y cariño el singani de este 24 de 2024? ¿Será porque he llegado, con mi bolsa de deseos bañada en vino y pétalos amarillos pero sobre todo empapada de determinación, firme, a pedirle, con plena convicción, enderezar lo chueco, llenar lo vacío, tejer juntos la plenitud? Sí, es por eso.

 Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.