Un acuerdo de inmigración bipartidista para restringir los cruces fronterizos recibió un golpe la semana pasada cuando Donald Trump presionó al Congreso para que lo rechazara. Es el último de una serie de episodios de la última década en los que una parte arruina un acuerdo justo cuando la otra cede. El presidente Biden quiere romper este ciclo, pero para hacer la política correcta, primero debe hacerlo.

Mientras la frontera siga sumida en el caos, Trump apuesta a que los votantes seguirán prefiriéndolo en este tema. Es casi seguro que tiene razón. Pero tal vez sea el caos, no la inmigración per se, lo que molesta a los votantes, y Biden puede frenar el caos permitiendo que más inmigrantes vengan a Estados Unidos legalmente. La migración legal y ordenada restaría valor a los flujos ilegales, haciendo que el discurso de los republicanos sobre una “invasión” pareciera una hipérbole y los obligaría a volver a negociar.

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La estrategia política de negociar de mala fe no es nueva. En 2007, Barack Obama, entonces senador por Illinois, trabajó con opositores a la reforma para aprobar enmiendas venenosas que destruyeron un programa de trabajadores invitados favorecido por los republicanos moderados, lo que los obligó a abandonar un proyecto de ley bipartidista sobre el “camino a la ciudadanía”. En 2013, los demócratas jugaron con el representante Raúl Labrador y aceptaron inicialmente limitar Obamacare para los inmigrantes recién legalizados, pero cambiaron de opinión después de que el Senado aprobó su proyecto de ley. En 2018, fue el turno de Trump de pedir un muro fronterizo a cambio de un camino hacia la ciudadanía para los Dreamers, solo para rechazar el plan bipartidista.

Biden puede creer que las demandas liberales empujaron a los republicanos a retirarse en el pasado. Como está desesperado por llegar a un acuerdo, no pide ninguna prioridad liberal. Según se informa, el proyecto de ley proporcionaría más de 14 mil millones de dólares para detener y deportar inmigrantes, así como restricciones de asilo que son más extremas que cualquier cosa que Trump haya solicitado al Congreso durante su mandato.

Biden había estado dispuesto a ceder a las demandas del Partido Republicano a cambio de nada. Pero la estrategia del presidente estaba condenada al fracaso.

No sorprende que antes de que se hiciera público el texto real, Trump y sus aliados republicanos en el Senado dijeran que se opondrían al proyecto de ley. Si bien Trump admitió que, desde su perspectiva, la propuesta mejoraría la política, también dijo que el partido debería rechazar cualquier cosa que no sea un proyecto de ley “PERFECTO”. Los senadores republicanos y el consejo editorial conservador del Wall Street Journal parecen pensar que Trump cree que un acuerdo de inmigración ayudaría al presidente Biden a ganar la reelección.

Sin un caos que explotar, la ventaja republicana en este tema disminuirá, haciendo menos claro que al partido le conviene oponerse a cualquier acuerdo. Biden podría sentir que ya ganó políticamente. Pero debería apostar por la política, no por la política, para neutralizar la retórica apocalíptica de la frontera. Permitir que los inmigrantes lleguen legalmente es su única oportunidad de salir de una década de acuerdos de inmigración fallidos.

(*) David J. Bier es director asociado de estudios de inmigración en el Instituto Cato y columnista de The New York Times