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Una calle y un olvido

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Ricardo Bajo

Los hinchas bolivaristas que entran al estadio Hernando Siles por la curva norte lo hacen por la calle capitán Hugo Estrada. Los hinchas de la selección que alientan a la Verde desde la recta de general también acceden al gigante de Miraflores por la misma calle. Incluso la hinchada stronguista tiene que enfilar esa calle para pintar de oro y negro la gloriosa curva sur. Pero pocos saben quién fue don Víctor Hugo Estrada Cárdenas. Antes de su desgraciada muerte (en 1940) esa calle se llamaba simplemente Avenida de Circunvalación. Así se conoció durante 10 años desde que se inaugurara en enero de 1930 el “Gran Stadium Presidente Siles”.

Hoy el nombre del capitán Hugo Estrada ha sido olvidado. Pero, ¿quién fue Estrada? Fue muchas cosas: fue jugador del club The Strongest (eje defensivo y capitán a finales de la década del 20), atleta de velocidad, as gualdinegro de la denominada “Guardia Vieja”, socio del club, dirigente y militar (héroe de la guerra del Chaco en Campo Vía) y prisionero en Asunción tras la batalla de Gondra. Todo eso fue Estrada, bolivianos.

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Víctor Hugo Estrada Cárdenas nació en La Paz el 5 de marzo de 1903 aunque algunos —erróneamente— dicen que lo hizo un año antes en abril de 1902. Ingresó en las filas gualdinegras a la temprana edad de 11 años y pasó por todas las categorías (desde la cuarta división a primera) hasta ser durante varias temporadas capitán del primer equipo. Mientras estudiaba, pasó a filas de Universitario (el primer rival clásico del club The Strongest) para regresar después a la institución del oro y el negro. Hugo llevaba el fútbol en las venas pues su padre, Manuel Estrada, militó en Bolivian Rangers a principios del siglo pasado.

En 1918 ingresó al Colegio Militar del cual egresó con el título de subteniente. Fue herido siete veces en el Chaco Boreal y permaneció cautivo en Asunción tras ser capturado en Gondra junto a 16 de sus soldados de una división de 200. Tras varios años preso en Paraguay, fugó y regresó a la patria.

En abril de 1940, el pueblo boliviano en general y la hinchada stronguista en particular recibió la peor noticia de aquel año. Moría en Puerto Siles-Beni (donde estaba destinado), víctima de una “enfermedad del trópico” el mayor Víctor Hugo Estrada. Diecinueve meses después la Alcaldía de La Paz colocará un nuevo rótulo a la vieja circunvalación: “avenida Teniente Coronel Estrada”. 

En su entierro, el periodista y escritor Augusto Céspedes, el famoso Chueco que cuatro años antes había escrito Sangre de mestizos, pronuncia un vibrante y hermoso discurso en honor al stronguista Estrada al que llama “hermano” y “soldado impecable y ejemplar”. Céspedes habla como cronista de la Guerra del Chaco y vocero de los oficiales de reserva ascendidos tras la contienda. “Hugo Estrada se suma al alma nacional de nuestro tiempo como arquetipo de una generación señalada por el destino para iniciar con su sangre y con su espíritu la segunda emancipación de la República. Eso es Estrada, ahora, bolivianos. Es un corazón en marcha por delante de nosotros, es nuestra generación misma, herida, dramática y fatal, que arranca del propio drama el signo de su misión que es sacrificar gloria y dicha de la juventud por la nacionalidad del futuro; es, en fin, la expresión vibrante que nos demuestra que cuando hubimos hombres como Hugo Estrada se puede creer en la grandeza de la raza boliviana”.

Céspedes termina así el discurso en un abarrotado Cementerio General: “Hoy la tierra nativa le recupera, hoy le inscribimos ya entre los creadores espirituales de la raza que aparecieron en la Guerra del Chaco y que cumplido su sino fugaz, a semejanza de los cohotes, trazaron la ruta y desaparecieron en el relámpago de sus 37 años como Jordán, Manchego, Rocha, Andrade, Pabón y por último como German Busch Becerra. Gloria a ellos en las alturas y en la tierra”.

Aquel 1940 vio el estreno en el Teatro Municipal del mítico ballet de Amerindia de José María Velasco Maidana. Aquel año vio como un piloto argentino de apellido Fangio (y de nombre Juan Manuel) llegaba triunfador a la ciudad de La Paz en la etapa boliviana del Gran Premio Internacional del Norte (Buenos Aires-Lima y viceversa). Aquel 1940 fue el año del debut en el arco gualdinegro —procedente de Ferroviarios— de un chico orureño llamado Vicente y apellidado Arraya. Aquel año perdimos el clásico —por partida doble— con los celestes. Se volvió a votar después de más de un lustro y por voto “calificado” fue elegido el general paceño Enrique Peñaranda, entusiasta socio (y presidente honorario) del club Bolívar. Aquel 1940 Hugo Estrada soñó su propio olvido. Hoy solo tenemos tu calle, capitán, la calle que enfilamos todos para entrar al templo de los milagros.

(*) Ricardo Bajo es un pinche periodista