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Cuarto intermedio nacional

Virtud y fortuna

El torbellino político sigue haciendo lo suyo en Bolivia, vamos transitando de lo importante a lo grotesco sin que tengamos tiempo de dimensionarlo y reflexionarlo. La política parece descontrolada y empeñada en verse el ombligo, aunque a ratos aparecen destellos de lucidez que nos devuelven la esperanza. Así estamos, viviendo la crisis y casi sin dirigencias que nos digan a dónde vamos.

Dos eventos muestran las paradojas de este extraño tiempo. Casi al borde de la cornisa, el diálogo y el acuerdo entre el empresariado y el Gobierno oxigenaron una situación que se estaba complicando. Como que ambos actores se dieron cuenta que a nadie le conviene el colapso, salvo a los pirómanos que quieren ver arder todo para que se cumplan sus profecías. Su mayor efecto fue tranquilizar temporalmente a una ciudadanía desconfiada de la estabilidad económica del país.

Era urgente hacer algo, cualquier cosa, para recomponer expectativas y finalmente el Gobierno lo comprendió y fue capaz de dar un viraje político significativo. Más allá de saber que esos acuerdos no son una solución definitiva del problema, sino un primer paso en la buena dirección que requiere de más decisiones en los próximos meses, hubo alivio en moros y cristianos, entre los que me incluyo.  

Sin embargo, el genio de la entropía no nos deja descansar ni un día, a esas buenas señales le siguió la espantosa sesión en la Asamblea Legislativa Plurinacional: un crédito dizque aprobado después de más de 10 horas de zafarrancho y un cuarto intermedio hasta la siguiente semana. Si había que mostrar que el rey está kalancho, lo lograron: la ALP está bloqueada, al punto de ser inútil, en la ausencia ya ni siquiera de acuerdos mínimos para su funcionamiento, sino incluso de pautas de urbanidad. Solo esito es señal de ingobernabilidad e intranquiliza nuevamente a ciudadanos, choferes, inversores, tenedores de bonos y un largo etcétera.

Lo que las dirigencias políticas no parecen percatarse es que las cuestiones de gobernabilidad están interrelacionadas con el rumbo de la economía. Hay urgencia por dar señales de tranquilidad y de control en todos los frentes. La gente está cada día más cansada del jueguito de pasarse la pelota, hacerse al gil, acumular justificaciones o echarle la culpa a algún villano favorito, se espera soluciones de las autoridades o al menos la voluntad de ocuparse de lo que preocupa realmente a las mayorías.

En ese sentido, el Gobierno sigue emitiendo señales ambiguas, mueve una ficha inesperada y muy positiva con el acuerdo con el sector privado, pero sigue intranquilizando a los mercados informales de dólares cuando se sabe que se necesita con urgencia que esa vía también se normalice y sobre todo continúa empeñado en una querella política que tiene paralizada la Asamblea y que atiza una crispación e intranquilidad adicional al cohete.

Es difícil entender cuál es el objetivo gubernamental a la vista de la montaña de ocurrencias y declaraciones “random” de funcionarios de toda laya. Como decía una tuitera ocurrente, no parece que tenga mucha fortuna esa estrategia de hacerse “al facho con los progres y el progre con los fachos”, solo genera confusión, al punto que casi siempre alguien tiene luego que salir a aclarar lo dicho por algún afanado vocero. Al final, no quedas bien con nadie, todos te odian, no te perdonan ni una, te pegan y nos llevan a todos al bloqueo donde estamos lamentablemente estacionados.

Creo que ya es evidente, por ejemplo, que los problemas cambiarios se deben, por supuesto, a causas estructurales que hay que empezar a solucionar, pero también a especulaciones que tienen un ambiente excepcional para viralizarse en el denso clima de desaliento y desconfianza que se está generando desde la política y particularmente por la guerra interna del MAS.

No voy a ser tan ingenuo solicitando un gran acuerdo nacional que no tiene ninguna posibilidad de realizarse, pero al menos, por sobrevivencia, se esperaría algún intento de ordenar el barullo, particularmente de parte del Gobierno. Y eso pasa por reconstruir las condiciones mínimas para que la Asamblea pueda funcionar razonablemente. Usando términos sindicales, necesitamos un urgente “cuarto intermedio” nacional, para que los discordes vayan a tomarse un mate de tilo a sus cuarteles de invierno, sanen sus heridas, reflexionen sobre otras estrategias en las que no acaben suicidándose y le dan algo de alivio a este país estresado.

Armando Ortuño es investigador social.