La ciudad de La Paz, debido a su topografía y el descontrolado crecimiento territorial, es susceptible a eventos adversos en riesgos y desastres naturales, eso no es novedad; desde la lamentable riada de 2002, pasando por el megadeslizamiento de Callapa en 2011, ha sufrido constantemente por el tema de riesgos.

Esta problemática ocasionó que la agenda municipal gire en torno a un enfoque de ciudad resiliente, entre 2005 y 2015 se constituyó en una ciudad con la capacidad de planificar y actuar en torno a eventos adversos por desastres naturales.

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Sin embargo, hoy se desnudan una serie de debilidades como gestión municipal para afrontar esta problemática, no solo desde un enfoque técnico-operativo-administrativo. En menos de una semana se suscitaron eventos como el sifonamiento de la calle 17 de Obrajes, el desmoronamiento de mazamorra en San Isidro, el derrumbe de un talud en Jinchupalla y estancamientos de agua en cunetas y desbordes en ríos de la ciudad.

Si bien se debe reconocer que la actual época de lluvias presentó mayores precipitaciones pluviales que años anteriores, el problema de fondo dista de la magnitud o continuidad de lluvias.

Es necesario hacer hincapié a la falta de empatía y gentileza del Alcalde, quien como es usual, ingeniosamente respondió a la consulta de un medio con la ya famosa frase: “¿Qué quiere, que pare la lluvia?”, respuesta que nos transporta a un ya lejano 2019 cuando el entonces gobernador Félix Patzi generó una expresión tan cómica como bochornosa al evadir responsabilidades y responder: “¿Qué voy a hacer yo en el lugar? No soy tractorista”, respuestas que hacen notoria la falta de interés de ambos por dar una solución tangible o al menos algo de serenidad a la población.

Por lo descrito, es menester reconocer que La Paz no tiene autoridades a la altura de la situación y mucho menos una planificación, evidentemente, “esto es normal”, nos encontramos en una época de lluvias, sin embargo, los sucesos descritos (y los que seguramente vendrán) son el resultado de una incapacidad edil frente a un escenario de atención que se debería planificar cada año.

La ex Secretaría Municipal de Gestión Integral de Riesgos fue rebautizada como Secretaría Municipal de Resiliencia y Gestión de Vulnerabilidades, nombre tan rimbombante como alejado de lo que realmente hace dicha instancia. La falta de planificación en materia de riesgos y en prevención es nula, pues no se trabaja desde una visión resiliente y manifestarlo no es “mala leche” ni mucho menos “mala fe”, es la realidad. Es por tal motivo que el reto del Alcalde está en inicialmente sobrevivir a la actual época de lluvias, sin que se generen siniestros o perdidas personales y materiales a raíz de eventos adversos; paralela y urgentemente, trabajar desde ya en un plan de acción y prevención para la época de lluvias de 2024-2025, año preelectoral para los comicios subnacionales de mayo de 2026, momento en el que definitivamente su gestión será evaluada, siendo la temática de riesgos primordial dentro de muchos retos y no, cambiar las siglas de una instancia municipal, jugar a ser agente de tráfico o tener encuentros de boxeo verbal con medios y vecinos no es hacer gestión, La Paz necesita mucho más.

(*) Rodrigo Mamani es arquitecto