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Dólares

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José Pimentel Castillo

El convenio del Gobierno con los empresarios privados se ha mostrado como una solución ante la ausencia de dólares y sus efectos en la economía nacional. ¿Será una solución?

El problema no es nuevo, ni la propuesta la única ensayada para solucionarlo: acelerar la extracción del litio, ahorro en dólares de las remesas, ley del oro, tipo de cambio diferencial, etc.; alternativas que no han dado resultados: todas tienen la lógica de ser atractivos desde la demanda en el mercado de las divisas. Hoy se trata de lo mismo: libre exportación, pagos acelerados de Cedeim, bonos en dólares, apoyo a la producción agrícola, facilidades en el transporte, etc., medidas para que los empresarios aumenten su producción y traigan sus dólares al país o los retiren del mercado negro. Estas nuevas medidas corren el riesgo de no ser atractivas frente al destino actual que se les da: los depósitos e inversiones en el exterior y el ingreso de los dólares en el mercado negro siempre resultan más atractivos que los señuelos propuestos.

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Al final de 2022, el presidente Arce declaró: “récord histórico (en las exportaciones) de 13.653 millones de dólares, con un 23,2 por ciento de incremento respecto a 2021”, sin embargo, ese mismo año las reservas de divisas bajaron $us 847 millones. El hecho muestra que exportar es sacar el producto y no precisamente ingresar divisas: esto se deriva de la lógica neoliberal de la libre exportación de bienes y capitales, “exportar es desarrollo”.

El Modelo Económico Social Comunitario y Productivo (MESCP) busca aumentar la producción, en base a muchos esfuerzos realizados: infraestructura caminera y aeroportuaria, aumento de la capacidad energética, subvención a los combustibles, divisas baratas, provisión de insumos (fertilizantes), liberación para la importación de bienes de capital (maquinaria), programas de riego, etc., estos son los esfuerzos que han logrado un crecimiento de la economía, expresada en la evolución del PIB, que se triplicó de 2006 a 2022..

Sin embargo, el hueco que deja el MESCP es lo social y distributivo, que se logra direccionando el uso de los recursos nacionales, lo contrario da como resultado la concentración de la riqueza, que lamentablemente viene ocurriendo, ante la incapacidad del Estado de controlar el flujo financiero.  Hay sectores empresariales que han sabido concentrar este desarrollo para su beneficio: los empresarios mineros, los agroexportadores, los banqueros, comerciantes, etc., los que, como antes en el capitalismo de Estado, crecen a costa de los recursos captados por el Estado, acumulando, eso sí, su riqueza en el exterior. Mientras tanto el Banco Central de Bolivia (BCB) solo dispone de las divisas captadas por las empresas estatales —hidrocarburos y minería— y carga sobre sí la demanda nacional; agrava la situación el achicamiento de las empresas estatales, que no salen de su condición de rentistas para ser productoras, sin encarar el desafío de desarrollar toda la cadena productiva desde la exploración hasta la industrialización.

El análisis de la estructura del sector exportador nos muestra que todos sus componentes tienen como origen la explotación de los recursos naturales: hidrocarburos, minerales y metales, madera, joyas, aceites y torta de soya. Su fragilidad es grande por las fluctuaciones del mercado y la dependencia de la bondad o el capricho de la naturaleza, eventualidades que solo se pueden superar con la agregación de valor vía la industrialización.

Así se impone la obligatoriedad de entrega de divisas al BCB, para que éste distribuya las mismas, según las políticas de desarrollo nacional. Su utilización puede determinar el rumbo de la política del desarrollo del país, como el cambio de la matriz energética, alentando el cambio de vehículos a combustión por eléctricos y a gas; evitando la importación de productos suntuarios o los que produce la industria nacional; pero también apoyando proyectos estratégicos de industrialización, como lo ha hecho en época de bonanza a proyectos como el litio, la fábrica de fertilizantes y el teleférico. Se trata del control del comercio exterior, como una constatación de la soberanía económica. La obligación es la única manera de lograr el ingreso de divisas al país. Dejarlo a la buena fe de los empresarios, como manifiesta el ministro de Economía, es desconocer la lógica del capital que buscará lucrar en cualquier espacio y lugar que se le presente.

(*) José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero