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El factor primarias

SAUDADE

Las Elecciones Primarias (EP) son una buena idea. Su realización, en tanto, puede ser malísima, como aquí en 2019. Su propósito declarado es impulsar la democratización interna de los partidos: que sus candidaturas no sean resultado del caudillismo, el dedazo, la herencia, sino del voto. O de otros mecanismos colectivos de decisión. Donde hay tradición, funcionan. Donde no, como en Bolivia, son una falacia o derivan en rupturas. Las EP son una buena idea… malgastada.

Cuando en 2018 impulsamos desde el TSE la elaboración deliberativa de un proyecto de Ley de Organizaciones Políticas, las EP no figuraban en la propuesta base. Surgieron después, a petición de los delegados partidarios. Elecciones primarias, sí señor, con una condición: que sean administradas por el TSE con recursos públicos. Háganlas ustedes —dijeron—, con su presupuesto. Vivísimos. Solo un partido se oponía tenazmente: el MAS-IPSP.

La historia posterior es conocida. Se presentó la iniciativa legislativa con la inclusión de primarias para binomios presidenciales: obligatorias, simultáneas y cerradas a la militancia. Debían estrenarse en las elecciones 2024, pero una disposición transitoria en la ALP dispuso que se hagan en 2019. Era la forma de legitimar por anticipado el binomio oficialista pese a la decisión en contrario de un referéndum vinculante. Toda la oposición rechazó las EP.

Buena idea, mal resultado. Siete partidos y dos alianzas postularon binomios. Todos eran únicos. Así, las EP no fueron competitivas. En realidad, no hubo comicios, sino un simulacro para formalizar decisiones cupulares. De democracia interna, nada. Fue una experiencia fallida. ¿Sirvieron para algo? Claro, para que las fuerzas políticas se miraran al espejo y vean cuán débiles y descosidas son. Solo el MAS-IPSP exhibió su casi millón de militantes.

Hoy las EP están en agenda. Otra vez con fines instrumentales. Desde la oposición la consigna son primarias abiertas. Que cualquiera vote. Creen que así superarán, pobres, su lasitud con fragmentación. En el masismo hay divergencia: la facción LAC coquetea con la idea, la facción EMA ni hablar. Saben que así no superarán, pobres, su implosión. Hoy las primarias, sean cerradas, sean abiertas (peor con voto voluntario), no bastan para resolver la crisis en el campo político.

Las primarias presidenciales navegan en las inciertas aguas del cálculo estratégico. Ni en el partido-instrumento azul ni en la variopinta oposición habrá candidatos de unidad. No todos lo asumen. El reto es ganar tiempo. ¿Primarias? Está bien, pero lo más tarde posible. Incluso podría no haberlas. También las buenas ideas conducen al naufragio.

 FadoCracia (per)judicial

1. Las elecciones (per)judiciales son difíciles. Y feas. Entre otros, tienen problemas de sesgo, de sub/información, de legitimidad. Pero ahí están, en su tercer tiempo, como mandato constitucional. 2. Si se evaluaran por kilos, los comicios 2024 —postergados con maniobra— van por buen camino. Se presentaron 715 postulantes, nada menos, para 26 cargos. Faltan mujeres. 3. Toca el rito de la verificación de requisitos, las impugnaciones y la evaluación de méritos (examen incluido). Es un gran filtro, a veces opaco, a veces arbitrario. 4. Hasta 619 postulantes quedarán en el camino, empezando por (ex)vocales y otras consonantes. 5. Si el pleno de la ALP logra dos tercios para la preselección, en septiembre iremos a las urnas. En las cuatro papeletas habrá al menos 96 caras, la mayoría desconocidas. Podrían ser números. 6. Si vuelve la consigna, los votos blancos y nulos serán mayoría. Es algo inútil, pero testimonial. 7. Las elecciones (per)judiciales son un derecho. Votemos bien. No sea que los electos, en consorcio, decidan a la carta y quieran autoprorrogarse.

 José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.