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Crisis en el periodismo

SAUDADE

El periodismo boliviano está en crisis. No es de ahora. Ni es el único gremio en semejante trance. Pero la crisis periodística contribuye a contaminar la información, debilitar la conversación pública y, por tanto, malograr la convivencia democrática. Es una crisis de legitimidad, de pluralismo, de ética, de representatividad y de ejercicio. Así, el periodismo boliviano corre el riesgo de convertirse en una pieza más, instrumental, débil, de la polarización política y sus menudencias.

El reciente informe de la CIDH, Cohesión social: el desafío para la consolidación de la democracia en Bolivia, dedica un importante apartado a la libertad de expresión, en el marco de la institucionalidad democrática y el Estado de Derecho. Por diferentes motivos, tanto externos como intragremio, se identifica una “crisis de confianza y sostenibilidad”. En tal condición, estamos lejos de brindar información “balanceada, plural e integral”.

El diagnóstico de la comisión es preocupante y coincide con percepciones y datos de otras fuentes. Persisten la violencia y la estigmatización, cada vez más normalizadas, contra la prensa. Los agentes policiales son especialmente violentos. Pero también hay amenazas y agresiones de otros actores, incluidos los propios periodistas (como ocurrió en 2019). Ni hablemos de los discursos que infaman la labor periodística. Todo ello deriva en temor y (auto)censura.

Se mencionan asimismo casos de judicialización en contra de periodistas, lo que arriesga la protección de la reserva de fuentes. A ello se añade la tenaz ausencia de una normativa que garantice el derecho al acceso a la información. La CIDH señala además la falta de criterios, no discriminatorios, para la asignación de publicidad oficial. En un contexto difícil para los medios, ello agrava su crisis de sostenibilidad y daña la diversidad y el pluralismo del paisaje mediático.

El panorama, pues, es muy crítico. Pero lo más inquietante tiene que ver con la baja calidad del trabajo periodístico y la “ausencia de representatividad y pluralidad en órganos de prensa y periodistas”. En general (claro que hay valiosas excepciones), la información que ofrecemos a la sociedad desde los medios es sesgada, parcial, polarizante. ¿Quiere un caso emblemático? Titule “fuego cruzado” (sic) donde hubo masacre. Ningún viento, ninguna marea, lo justifican.

¿Y las organizaciones de periodistas? El informe muestra un gremio dividido. En varias cuestiones. Nuestras asociaciones no nos representan. Hubo un tiempo en que eran incluyentes, autónomas, de gran prestigio. Hasta que, enhoramala, llegaron las lupes y los humbertos dañándolas para siempre. Urge una evaluación plural y autocrítica.

 FadoCracia censal

1. “Nunca se ha hecho en el planeta un censo con nombre y apellido”, juró la dama. “El único censo del mundo donde piden nombre y apellido”, vociferó el hombrecito. Nunca, único, mundo mundial. 2. Mentían por supuesto. Por ignorantes e irresponsables. No rectificaron. Son profesionales de la desinformación. 3. Desde 1950, en Bolivia la boleta incluye nombre y apellido. En 13 países de la región ocurre hoy lo mismo. 4. El candidato X también aportó falacias: “no tienen por qué preguntarnos nuestro carnet”. ¿En serio? Siéntese señor y lea las preguntas. O peor: “el 2012 se hizo un censo cuyos resultados nunca se conocieron”. Bah, es el problema de no tener internet. 5. También están los paranoicos: “puede ser un censo de persecución…, podrían indagar de dónde viene tu fortuna”. En especial si te censan en el Picacho. 6. Sin olvidar a los abanderados del “fraude demográfico”. Bastaría que un muchacho, en vía pública, borre y corrija datos, como denunció el acosador sin espalda. 7. Y cuidado con avisar dónde estuviste en 2019. Quieren usarlo para meterte preso. O cosas peores como indagar sobre migración. Con los dateros nunca se sabe.

 José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.