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De libertarios, populistas, progresistas y otros (II)

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Dionisio J. Garzón M

En un clima político cada vez más enrarecido en el país, de reacciones inéditas y de silencios comprometedores, después de cinco meses vuelvo al tema de mi columna De populistas, libertarios, progresistas y otros (La Razón, 24 de noviembre de 2023). En el país se vive tempranamente en modo electoral, todo está ligado a lo que vendrá en 2025 y que se supone será una oportunidad para un cambio positivo. Las corrientes políticas tradicionales deberían afinar su artillería para vender una imagen de cambio positivo y también sus propuestas. Esto que es la receta tradicional no tiene vigencia en los inéditos tiempos políticos que vivimos; nadie habla de programas de gobierno, de soluciones concretas a los problemas estructurales del país, peor aún si de lineamientos de cambio se trata. Domina el quehacer diario del país la lucha interna de los que tienen el poder hoy, la estrategia para conservarlo y definir quién será el líder en 2025 parece ser la única meta que les preocupa. Los grupos opositores están casi invisibilizados, aparecen para comentar los yerros del régimen actual, lanzan tímidamente algún misil con posiciones específicas y operan en el submundo de las redes sociales, donde miden sus fuerzas y sueñan con apoyos etéreos que se miden por la cantidad de likes que obtienen sus posteos; mientras tanto en la calle se da la batalla real de las masas populares que viven las consecuencias y esperan un nuevo líder mesiánico que las guie en los obscuros senderos de la economía popular.

Consulte: Minerales críticos, geopolítica y oportunidades (III)

En este clima tan atípico se ven, por ejemplo, antiextractivistas reclamando el detalle de las reservas de gas a la estatal petrolera, progresistas luchando por la aprobación de proyectos estatales de inversión del más puro estilo neoliberal, o liberales de todo cuño, actuando como abanderados de las luchas por la conservación de los bosques y de los cursos de agua hoy descontrolados por la depredación y la errada gobernanza de los recursos naturales no renovables. No hay coordenadas que limiten el actuar en cada caso y aquellos que viven de aprovechar la coyuntura, están haciendo su agosto con el desorden y la falta de iniciativa que predomina. Ejemplos hay muchos, solo mencionar los bloqueos, los cisternas varados en las fronteras en espera de cargar diésel y gasolina para retornar, los límites departamentales que originan minidebates y minibatallas por el control de comunidades fronterizas creadas por la herencia colonial del control territorial, la falta de divisas para mantener fluidez en el comercio, la creciente informalidad a la que el pueblo apela para mantener su economía, y podemos seguir… ¿Algún grupo político ha delineado una estrategia para salir de este embrollo? La respuesta es obvia, están esperando que el pueblo en las calles haga el trabajo para el cambio y de esa manera cobrar vigencia en el momento oportuno. Así ha sido a lo largo de nuestra historia.

Finalmente, un apunte sobre Tarija, la tierra que me vio nacer: ¿Algún grupo político podrá enseñar a mis paisanos a vivir como pobres a causa de la brusca disminución de las regalías por el agotamiento de los megacampos gasíferos, después de ser por años el departamento con el mayor PIB per cápita del país? ¿Hay alternativas reales para reemplazar estos ingresos? Las interrogantes van a todos los grupos políticos en disputa, se necesitan soluciones, propuestas racionales, menos propaganda y menos discursos, compromiso, capacidad y apego a la patria que es una y debemos cuidarla. Felicidades tierra tan pródiga y generosa que es parte del país por voluntad propia, a los chapacos en todo el mundo y honor a los héroes de La Tablada.

(*) Dionisio J. Garzón es ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia