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Fragmentos de vida en la ciudad

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Patricia Vargas

La ciudad es un espacio que lleva a diferentes mundos, donde la mirada del observador encuentra relatos que dan cuenta de realidades distintas en la vida de los habitantes. Esta última se halla entrecruzada por situaciones particulares, como es el caso de la población dedicada a la venta de productos singulares, a través del caminar por ciertos sectores de La Paz.

Otra forma de comercio que va acompañada por las gesticulaciones del vendedor y que tiene como característica el recorrido por la ciudad. Este tipo de venta se desarrolla en una especie de ritual, que resulta llamativo por la singularidad que tiene de transitar la ciudad de forma cotidiana.

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Esos vendedores en movimiento —que transitan y se detienen en lugares estratégicos de calles, plazas y avenidas— no están a la espera de un comprador, sino que van en busca de él.

Un gran número de comerciantes ambulantes en La Paz se movilizan por los sitios más vitales, como la avenida Camacho, la plaza Murillo, la calle 21 de Calacoto, entre otros. Territorios que, precisamente por su afluencia, terminan siendo disputados por los vendedores.

Lugares que son elegidos, además, por ser los más efervescentes de la vida económica de los ciudadanos. Y es justamente eso lo que lleva al ofertante callejero a aprovechar esos sitios para la venta de sus productos, a partir de un permanente movimiento corporal.

En los últimos años, sobre todo desde la pandemia, ese tipo de comercio móvil es practicado con mayor frecuencia, pues responde a la necesidad de sobrevivencia de esa parte de la población. Una realidad de esta ciudad que además demuestra que la venta de ciertos productos tiene lugar en tiempos mínimos.

Así, La Paz es una urbe en la que suceden hechos en fragmentos de tiempo, lo cual es parte de su esencia y cotidianeidad. Sin embargo, también hay que reconocer que la población se siente agobiada por la presencia cada vez mayor de comerciantes que se asientan o deambulan por las vías. Por esa razón, se espera que dicha venta móvil no se amplíe, ya que el libre transitar del habitante correrá más riesgo que hoy con los puestos callejeros en las aceras.

Lo singular de este tipo de comercio móvil es que así como aparece, desaparece en cuestión de minutos, sobre todo cuando los funcionarios ediles salen a hacer controles sorpresa. Son, pues, presencias sorpresivas las que encontramos en nuestro andar por la ciudad y que nos llevan a pensar en cuán creativa es la gente para lograr vender en las arterias paceñas. Esta actividad, empero, podría resultar hasta peligrosa si este comercio se dedicara a expender sustancias nocivas.

Definitivamente, La Paz es una ciudad en la que suceden hechos distintos y en tiempos fragmentados, lo que demuestra la infinidad de realidades que habitan en su interior. Todo en el contexto de una situación económica deteriorada que hoy exige prontas soluciones.

La multiplicación del comercio informal y sobre todo ambulante no solo delata la situación económica agobiante de estos momentos, sino la fragmentación de una economía que hace visible la existencia de otras realidades lamentables que enfrentar, como la de aquella población a la que le urge una fuente laboral oficial y bien establecida.

Es evidente que La Paz nos presenta diferentes mundos. Ciudad hecha de distintas historias que relatan realidades que se desarrollan en un territorio siempre en disputa con los comerciantes informales, quienes están sitiando cada vez más esta ciudad.

(*) Patricia Vargas es arquitecta