Chacota preelectoral
Mi estado de salud no me permite involucrarme directamente en las conversaciones que suceden en el transporte público y los mercados, lugares desde donde se puede palpar el estado de ánimo de la población urbana que es sometida a una andanada de noticias contradictorias y chismes sin número. Información retorcida que —aunque parezca inaudito— forma criterios y opiniones que después se develan en las elecciones y cuya práctica puede ser fatal y difícil de enmendar.
Así, me encontraba cavilando en la pobre performance de nuestros políticos y vino a visitarme mi compadre Teo, cuya múltiple actividad le permite ejercitar una maratón entre la ciudad de El Alto, sus ferias en varias regiones del país y su descenso al infierno de la hoyada, el centro del poder político.
Me trajo un ramo enorme de manzanilla para apurar las desinflamaciones y otros males que esta maravillosa flor contiene en sus componentes naturales. Inmediatamente se puso a preparar un baño para los pies, mientras me contaba los percances de sus incursiones para sobrevivir vendiendo libros truchos y de tercera mano, a veces joyas imposibles de conseguir.
Asegura que, en el Alto, la dirigencia del magisterio es otro feudo donde un grupúsculo de profesores se apoderó —al igual que la federación de La Paz— a través de un único pliego petitorio: no permitir que las autoridades exijan exámenes de ascenso y pedir aumento de sueldos al Estado. Esa triquiñuela tiene un efecto inmediato, de tal manera que la mayoría de los profesores, formados por el Estado en instituciones gratuitas, tiene un éxito inmediato. Por eso no es extraño que cuando existen numerosos descalificados para ingresar a universidades y otras instituciones educativas, los padres de familia salgan a bloquear las calles hasta lograr que estos inoperantes sin vocación, sean los educadores e instructores de nuestros hijos. Recientemente se celebraron las elecciones para rector de la universidad pública de la ciudad, cuya divisa recurrente es “la mejor”. Todos sabemos que no es así, la mediocridad es la reinante y destacados profesionales son arrinconados para evitar su influencia. Los candidatos usan las mismas estrategias de los politiqueros para ganarse adeptos: fiestas, poleras, alcohol y promesas, una chacota.
En medio de la chacota, palabra que identifica el alboroto y la alegría mezclados de bromas, carcajadas y burlas con que se celebra algo, se convierte el TSE en un reflejo con su comportamiento: toma la irresponsabilidad de los partidos políticos que ahora solicitan otra vez plazo, siendo la quinta vez que lo harían, para que cumplan con el requisito de presentar a su nueva dirigencia elegida en sus congresos. En tanto, en el MAS-IPSP, con su guerra interna entre Caín y Abel, siguen llamándose hermanos y son incapaces de encontrar una ruta para evitar su colapso, atizados por operadores políticos sacados de un albañal prostibulario por el lenguaje que usan como instrumento de descalificación y difamación de sus “hermanos”. No se proponen argumentos para debatir, solo insultos. Entre esa chacota del TSE, el MAS y el silencio de la oposición, los futuros votantes que serán halagados, espectadores del circo sin tomar partido, solo se abocan a conseguir su sustento diario, porque saben que este jolgorio no les resolverá sus problemas. Los políticos viven desconectados de la realidad y solo existen ontológicamente por su obsesión de asaltar el poder a como dé lugar.
Este escenario de judicialización y polarización ha llegado a extremos insólitos. El deporte más popular, espacio donde precisamente calificamos entre los peores del mundo, ha caído en la chacota: así un dirigente del futbol cruceño denuncia y difama, por supuesto como los operadores políticos, sin mostrar pruebas sobre un supuesto soborno para que los equipos paceños se apoderen de las jugosas sumas que otorgan las organizaciones supranacionales privadas del balompié. El resultado del reciente campeonato le hizo tragar sus pelotas porque los nuevos campeones son de otro departamento, y más bien se develó sus vínculos con el narcotráfico.
Ante la chacota plurinacional es fácil advertir que tenemos al frente sobreposición de elecciones y asumimos que votar tres o cuatro veces no es en absoluto garantía de consolidar la democracia y que ésta se respete. Mi compadre se pregunta y me hace estremecer: ¿Sirve para algo la democracia?
Édgar Arandia Quiroga es artista y antropólogo.