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Friday 17 Jan 2025 | Actualizado a 17:55 PM

CIDH, el viejo ariete

Estados Unidos, el mayor vendedor de armas en el mundo; el que tiene el mayor porcentaje de su población encarcelada

Javier Bustillos Zamorano

/ 13 de mayo de 2024 / 11:26

Los derechos humanos constituyen un patrimonio común de la humanidad, producto de la lucha de los pueblos. Nadie puede adjudicarse su invención y mucho menos su defensa exclusiva, pero el gobierno de Estados Unidos cree tener la patente y la autoridad moral de decir quién los respeta y quién no, qué está bien y qué está mal. Como si no supiéramos que se trata de un instrumento más de intervención, de presión y chantaje a los países de los que pretende obtener algo. Es un viejo ariete que tiene historia.

Comenzó en 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial. América Latina no tuvo otra alternativa que adscribirse incondicionalmente a la órbita de Estados Unidos y de su doctrina de contención del comunismo, frente a la otra mitad soviética durante la Guerra Fría. La primera artimaña de la nueva potencia fue promover en México la Conferencia de Chapultepec, una reunión de cancilleres de 20 países realizada en marzo de 1945  “para asegurar la paz, seguridad y desarrollo… el hombre debe ser el centro de interés de todos los esfuerzos…” Cinco meses después, en agosto, lanzó sus bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, causando la muerte de 246.000 civiles.

Revise: México, crónica de un complot

En abril de 1948, creó la Organización de Estados Americanos (OEA) para “afianzar la paz y seguridad del Continente, asegurar la solución pacífica de las controversias, defender la soberanía…” Siete meses después, en noviembre, apadrinó el golpe de Estado en Venezuela contra del presidente Rómulo Gallegos, que había sido democráticamente elegido. Un mes antes, en Perú, contra José Luis Bustamante. Seis años después, en contra de Jacobo Arbenz en Guatemala.

En agosto de 1959, la OEA empezó a usar palabras como “tiranía” y “opresión” en sus discursos y creó en Chile su principal órgano, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), seis meses después del triunfo de la revolución cubana, en enero de ese año. Dos años más tarde, Cuba fue expulsada de la OEA y sometida al bloqueo económico por parte de Estados Unidos.

En 1979, se creó en Costa Rica la Corte Interamericana de Derechos Humanos y en La Paz, Bolivia, el estatuto actual de la CIDH en una reunión de la OEA, a finales de octubre de ese año, sospechosamente horas antes de que Alberto Natusch Busch perpetrara el golpe de Estado y la masacre de Todos Santos, para evitar un juicio de responsabilidades contra Hugo Banzer, otro dictador apoyado por los norteamericanos durante la campaña de represión y terrorismo llamada Operación Cóndor, ampliamente respaldada por Estados Unidos, que sabía del golpe de Natusch como de todos los golpes en Latinoamérica que orquestó desde los años 50, bajo su Doctrina de Seguridad Nacional.

La CIDH tiene su sede en Washington y como miembros a 20 países de América, menos Canadá y Estados Unidos, principal donante y financiador de las actividades de este organismo, y el que aporta más de la mitad del presupuesto de la OEA. De este modo, dirige y monitorea cada una de las visitas de la CIDH a los países que serán evaluados, juzgados y posteriormente castigados por la Corte. A todos, menos a ellos.

Según la fundación Construir, hasta mayo de 2023 la CIDH había admitido 21 casos en contra del Estado boliviano, promovidos por diversos personajes, desde Manfred Reyes Villa hasta los protagonistas del caso Terrorismo, como Branko Marinkovic y los otros.  Simultáneamente, en su último informe sobre Derechos Humanos, el Departamento de Estado del gobierno de Estados Unidos dijo que en Bolivia hay tortura, detenciones arbitrarias, restricciones a la libertad de expresión, corrupción gubernamental, violencia y mencionó insidiosamente los nombres de Luis Fernando Camacho y Jeanine Áñez.

Estados Unidos, el mayor vendedor de armas en el mundo; el que tiene el mayor porcentaje de su población encarcelada; el que más guerras ha provocado en lo que va del siglo; el que tiene prisioneros sin juicio desde hace más de 20 años en Guantánamo, suelo que le arrebató a Cuba; el mayor instigador de golpes de Estado en Latinoamérica; el ladrón de territorios desde1848, cuando le quitó a México más de la mitad de su territorio; el verdadero terrorista, cómplice del genocidio en Palestina; el que tiene recursos ilimitados para destruir países, como Haití; el único en el planeta en usar bombas atómicas contra civiles… ¿Es el juez de los derechos humanos?

(*) Javier Bustillos Zamorano es periodista

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Los halcones de Trump

/ 5 de enero de 2025 / 22:46

En zoología el halcón es un ave depredadora de pico y garras fuertes que descuartiza a sus presas antes de engullirlas. En política, es un individuo que arregla los problemas no con diálogo, sino con agresiones, chantajes, guerra y políticas intervencionistas. Agentes de los que se rodeará el próximo presidente estadounidense Donald Trump, para imponer a través de la violencia los intereses de su nación.

Ya no serán las balandronadas de su primera gestión en 2017, cuando llegó a la presidencia casi por casualidad y juntó un gabinete improvisado y a las prisas. Ahora es distinto: quiere comprar Groenlandia, retomar el Canal de Panamá, someter a México, anexar a Canadá, controlar el litio, petróleo, aguas dulces y otros recursos de América Latina; debilitar a China y Rusia…

Recuperar la hegemonía a través de la brutalidad, único recurso que le queda a la potencia en decadencia. Y para conseguirlo nominó ya a sus mejores halcones en puestos estratégicos de su gabinete. He aquí los más peligrosos: Marco Rubio, senador de origen cubano, promotor de acciones duras e intervencionistas contra Cuba, Venezuela, Nicaragua, México, Colombia, China y Rusia; defensor a ultranza de Israel. Su historia oficial dice que es un político exitoso, hijo de exiliados cubanos echados por Fidel Castro, pero una investigación de The Washington Post, demostró que Rubio mintió, pues sus padres habían salido de Cuba tres años antes de la revolución. Sobre su fortuna, el Post dice que pudo haber sido producto del narcotráfico, pues de joven vivió bajo la protección de su cuñado, Orlando Cicilia, un narcotraficante encarcelado y liberado cuando Rubio ya era un político poderoso. Será secretario de Estado.

Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional. Reconocida antiinmigrante que buscará enviar al ejército a las fronteras con México y Canadá. Tres de sus alfiles se encargarán de someter al gobierno mexicano: Tom Homan, como jefe fronterizo, Stepen Miller como subjefe de gabinete y Ronald Douglas Johnson, exboina verde, exagente de la CIA y experto en operaciones sucias en El Salvador, Afganistán e Irak, que será el embajador de Trump en México.

Michael Waltz, asesor de Seguridad Nacional. Exboina verde, experto en acciones contraterroristas en guerras no convencionales. Considera a los cárteles del narcotráfico mexicanos como grupos terroristas; pedirá que sean bombardeados desde territorio estadounidense. También ve como terroristas a China, Rusia e Irán.

Elise Stefanik, embajadora de Estados Unidos en la ONU. No cree en la diplomacia, proclive al uso de la fuerza militar contra Rusia y China. Acepta que Estados Unidos dejó de ser potencia económica, pero buscará que siga siendo la principal potencia bélica del mundo. Defensora incondicional de Israel en su guerra contra Palestina. Tendrá a su mano derecha, Mike Huckabee, como embajador estadounidense en Israel. Ambos creen que lo de Israel es “una guerra justa”.

Peter Brian Hegseth, secretario de Defensa. Exoficial de la Guardia Nacional del Ejército, combatiente en las guerras de Afganistán e Irak y operador militar en la Bahía de Guantánamo, Cuba. Como militar y presentador televisivo, ha hecho campaña para que el ejército reciba más presupuesto con el fin de convertirlo en el más letal del planeta. En Sudamérica tendrá como brazo ejecutor al vicealmirante Alvin Holsey, nuevo jefe del Comando Sur, que ya adelantó planes de su gobierno para debilitar la presencia china y rusa en la región.

Mauricio Claver-Carone, enviado especial del Departamento de Estado para América Latina. Cubano estadounidense, miembro del Consejo Nacional de Seguridad y expresidente del Banco Interamericano de Desarrollo que, según Trump, “meterá en orden a Latinoamérica”.

Y con ellos, Elon Musk, jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental. Dueño de la red X, Tesla y otras empresas, el hombre más rico del mundo, con gran poder político que le permite despreciar la ley impunemente. The New York Times dice que su empresa de cohetes Space X ya impone el calendario de lanzamiento de satélites de la NASA y que el Departamento de Defensa depende de Musk para poner en órbita sus satélites. En julio de 2020 reconoció haber respaldado el golpe de Estado de 2019 en Bolivia, y ante el reclamo, advirtió: “¡Daremos un golpe a quien nos dé la gana, acéptenlo!”.

Javier Bustillos Zamorano es periodista.

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No bebo, estoy jurado

/ 23 de diciembre de 2024 / 06:00

Según la Organización Mundial de la Salud, el consumo de alcohol causa anualmente 3 millones de muertes en todo el mundo. Tres veces más dañina que la cocaína y el tabaco, según estudios científicos, en México como en Bolivia, es la droga lícita de mayor consumo y la que más tragedias ocasiona en las familias y en la sociedad por su incidencia directa en padecimientos mortales como accidentes cerebrovasculares y cánceres en hígado, colon, recto, mama, faringe y laringe. Una enfermedad progresiva y mortal contra la que han luchado infructuosamente organizaciones como Alcohólicos Anónimos, clínicas antialcohólicas y sitios de desintoxicación.

Pero en México tienen una forma exclusiva de enfrentar esta adicción. Y créame que, por increíble que parezca, es una de las más efectivas. Se trata del juramento ante la Virgen de Guadalupe. Un juramento que hace el enfermo de no consumir alcohol por un determinado tiempo. Puede ser un año, cinco o 10. Es un compromiso formal de la persona con la Virgen, que según Gisela Von Wobeser, investigadora emérita de la UNAM, es la de más culto en México. Aquí pueden dejar de ser católicos, pero jamás de ser guadalupanos.

Es un ritual añejo, pero poco conocido por el estigma que conlleva padecer esta enfermedad. Casi secretamente, todos los martes y jueves, decenas de personas hacen fila para entrar a una capilla conocida como la de los juramentos, que está ubicada a un costado de la antigua basílica, detrás de unos árboles que la ocultan. Allá llegan no sólo alcohólicos, sino también drogadictos, ladrones y hasta personas que quieren dejar de ser infieles, todos empujados por su fe en la Virgen, y con ellos, entré un día al sitio.

Es una sala parecida a un teatro: al frente, un púlpito con micrófono, una mesa, una cruz de madera y una estatua de San Judas Tadeo. Arriba, un gran cuadro de la Virgen de Guadalupe al lado de una pantalla de unas 50 pulgadas, que ese día transmitía un documental sobre adicciones. Abajo, unas 80 o 100 sillas, todas ocupadas. Terminado el documental, nos dieron a cada uno una estampa con la imagen de la Virgen de Guadalupe y entró un sacerdote que, sin más preámbulo, nos hizo rezar un Padrenuestro, un Avemaría y un Yo pecador.

Luego nos preguntó: ¿Todos los presentes son católicos?, Sí, contestamos; ¡Más fuerte!, ¡Siiiiiii! ¿Quiénes fueron a misa el domingo? Levanten la mano (miré a mi alrededor y vi a dos mujeres que levantaron tímidamente las manos). Esto pareció enfurecerlo, porque nos regañó durante 10 minutos: nos dijo que éramos unos simuladores, viciosos, mentirosos; una carga para nuestras familias y farsantes que nos acordábamos de la Virgen sólo cuando teníamos una necesidad.

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Ante un absoluto silencio, nos ordenó después leer en voz alta lo que venía escrito en la parte de atrás de las estampas. Debíamos escribir nuestros nombres, firmas y el tiempo del juramento en los espacios en blanco. La estampa se titula “Testimonio de mi Juramento” y en resumen dice: “Dios mío, hoy he venido a esta tu casa, para hacer solemnemente mi Juramento…consciente de lo que hago, mediante este Juramento, prometo firmemente ante ti Dios todopoderoso y ante mi tierna madre Santa María de Guadalupe, no ingerir bebidas embriagantes, no drogarme, no fumar, no robar, no reñir, no maldecir, no ser infiel durante el tiempo de…”

Hecho esto, el sacerdote continuó:

—¡Levanten las estampas y repitan después de mí: juro ante dios todopoderoso!

—¡¡Juro ante dios todopoderoso!!

—¡Y ante nuestra santa madre, Virgen de Guadalupe!

—¡¡Y ante nuestra santa madre, Virgen de Guadalupe!!

—¡Cumplir fielmente mi juramento!

—¡¡Cumplir fielmente mi juramento!!

—¡Si no lo hiciere!

—¡¡Si no lo hiciere!!

—¡Caiga sobre mí su castigo!

—¡¡Caiga sobre mí su castigo!!

Luego, tomó su hisopo, lo sumergió en un recipiente con agua, nos la echo en nuestras cabezas, nos despidió y salimos con nuestras estampas en la mano.

Erich Fromm dice en su libro Psicoanálisis y religión que hay dos tipos de fe: la irracional que es la aceptación de algo que la autoridad o mayoría da como verdadero, y la racional que deriva de una convicción y pensamiento propio. Sea como sea, dice que la fe es una de las condiciones de la existencia humana.  Así, cuando un mexicano le diga que no bebe porque está jurado, no insista porque no cederá.

Javier Bustillos Zamorano es periodista.

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Con las alas rotas (II)

/ 9 de diciembre de 2024 / 06:03

Ningunear, coloquialmente, significa ignorar o anular la presencia de otra persona; despreciarla y convertirla en nada. Un acto absolutamente voluntario de alguien en contra de otro. En su ensayo “Máscaras Mexicanas” (1950) Octavio Paz dice que “el ninguneo es una operación que consiste en hacer de Alguien, Ninguno”. Operación que el poeta habría ejecutado, junto a otros, contra su esposa la escritora Elena Garro.

Patricia Rosas Lopátegui, biógrafa de Garro, dice que Elena fue víctima del machismo de Octavio Paz por su insumisión, libre albedrío e independencia de criterio: mientras el poeta, cuidadoso de su carrera literaria, evitaba confrontarse con el gobierno, su mujer lo desafiaba. Mientras Paz se aliaba con los poderosos para consolidar su carrera diplomática, Garro buscaba a los más pobres para defenderlos. Y por eso, precisamente, fue expulsada no sólo de la vida del poeta, sino de México a mediados de los años 50, por órdenes de un presidente, como les conté en la primera entrega de este texto.

Elena Garro y su hija Laura Helena fueron enviadas por Octavio Paz a Francia, donde vivieron precariamente durante varios años, mientras el poeta trabajaba en una secretaría de la embajada mexicana en India y disfrutaba su nueva relación con la pintora Bona Tibertelli. Venganza, o no, Elena hizo lo mismo con el escritor argentino Adolfo Bioy Cáceres. Rota la relación, acordaron divorciarse en 1959.

Una mañana, la escritora se enteró por los periódicos franceses, de que en su país los campesinos con los que había ganado juicios para la devolución de tierras, estaban siendo asesinados. Sin pensarlo dos veces, decidió dejar todo y regresó con su hija a México no obstante la advertencia de Paz y otros intelectuales.

Y se encontró con un país convulsionado: eran mediados de los sesenta y en México no sólo los campesinos eran reprimidos, sino también dirigentes obreros y estudiantes. Garro retomó su activismo y se unió a marchas, mítines y huelgas contra el gobierno del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, que tenía a Octavio Paz como su embajador en India.

Ocurrió entonces la masacre de estudiantes en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968. Elena Garro fue acusada por el gobierno de instigar la rebelión estudiantil, acusación a la que se unieron escritores, periodistas y otros en venganza por las denuncias que Garro había hecho en su contra, en un memorable artículo titulado “El complot de los cobardes”. Al final, Elena y su hija salieron huyendo de México y en India Octavio Paz renunció a la embajada en protesta por la matanza.

Sin embargo, años después, el poeta hizo las paces con el gobierno y apoyó acríticamente a los subsecuentes; publicó sus mejores ensayos, sus más célebres poemas y en 1990 le otorgaron el Nobel de Literatura.

Garro y su hija Helena deambularon durante 24 años en Madrid, Francia y Suiza. Dormían en albergues y pedían limosna en las calles, porque los 300 dólares mensuales que les enviaba el poeta no les alcanzaban. Garro fue enfermando y Helena cayó presa del alcohol y los barbitúricos. En ese estado, regresaron a México en 1993 a vivir en un pequeño departamento que después llenaron con 37 gatos que recogieron de las calles. Quienes las visitaban, decían que el hedor de los orines y excremento llegaba hasta la calle. Sentada en un viejo sillón, Elena Garro se alimentaba de café, coca cola y cigarros, lúcida y brillante la mente, pero con el cuerpo empequeñecido pegado al de su hija que padecía de delirios y lapsos de ausencia cada vez más frecuentes.

Octavio Paz y Elena Garro murieron en 1998, primero él de cáncer de huesos y cuatro meses después ella de cáncer de pulmón. Helena, la hija de ambos, sufrió un derrame cerebral que le impidió hablar y la postró en una silla de ruedas. Recluida en un asilo, murió el 30 de marzo de 2014, luego de una diarrea y vómitos que no pararon hasta acabar con ella.

De los tres, sólo la obra literaria de Octavio Paz es la más conocida y difundida. De Elena Garro sólo se mencionan dos o tres de las 10 novelas que escribió. De sus obras de teatro y sus trabajos periodísticos, nada. Laura Helena escribió dos novelas, poesía y cuento que, también, cayeron en el olvido…

¿Puede el ninguneo lograr eso? La biógrafa de Elena Garro repregunta: ¿Puede volar un ave con las alas quebradas?

Javier Bustillos Zamorano es periodista.

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El lado oscuro del poeta (I)

/ 25 de noviembre de 2024 / 06:07

Orgullo de los mexicanos, el Nobel de Literatura Octavio Paz tiene, como cualquier mortal, sombras y claridades en su biografía. De su luz nos beneficiamos todos, pero de sus oscuridades debemos avergonzarnos, porque hizo víctimas a su primera mujer Elena Garro y a su única hija Laura Helena Paz Garro, de lo que hoy se tipifica como violencia emocional y maltrato sicológico. Por órdenes de un gobernante, no sólo las expulsó de su vida, sino también de su patria a la que regresaron después de muchos años, sólo a morir en un total abandono. 

Es la otra historia de este inmenso poeta, que nos la cuentan la escritora Elena Poniatowska, que fue amiga de los tres, y Patricia Rosas Lopátegui, biógrafa de Elena Garro. De sus libros y artículos, viene este breve resumen, dividido en dos entregas, a propósito de este 25 de noviembre en que se conmemora el Día Internacional en Contra de la Violencia hacia las Mujeres.

Fue en 1935, cuando el joven Octavio Paz conoció, en una fiesta, a la mujer que voltearía de cabeza su vida: la inteligente y hermosa Elena Garro Navarro de 19 años de edad, estudiante de Filosofía y Letras en la UNAM, coreógrafa del teatro universitario y bailarina de ballet clásico.

El flechazo fue mutuo. Se enamoraron y en 1937 se casaron. El escritor y la bella fueron el centro de atención del mundillo intelectual de entonces. Los primeros años, felices: engendraron a su hija y exitosos textos, él como poeta y ella como periodista. Hasta que, en la guerra de poderes, que se establece en toda relación, fue imponiéndose sólo uno.

Elena Poniatowska en su libro “Las siete cabritas” (Era, 2000) cuenta: “guapa, provocativa, competía con Octavio Paz. Cuando estaban los dos presentes era Elena la que atraía todas las miradas y era a ella a quien escuchaban… alzaba la voz y hablaba a veces como el oráculo de Delfos. Octavio, entonces, se iba a otra pieza y desde allí, tras la puerta, disfrutaba la alocución de Elena”.

Cuando discutían, cuenta Poniatowska, Elena se imponía a Octavio ¡a Octavio Paz, el gran polemista! y este callaba, primero inquieto, luego confundido y finalmente resentido. Publicó su conocido poema “Entre la piedra y la flor” pero su mujer lo rebasó con un reportaje sobre mujeres presas que acaparó la atención pública. Elena creció tanto, que empezó a crearle problemas a su marido: en 1941 fue la primera intelectual que escribió una serie de artículos en defensa de los derechos de las mujeres, cuando la sociedad mexicana se caracterizaba por su misoginia y sexismo. Simultáneamente, se dedicó a defender indígenas en contra de terratenientes y el gobierno.

Los periódicos de ese tiempo retrataban a Elena Garro, elegante, con abrigos de pieles, joyas y de imponente belleza, rodeada de indígenas con abarcas y sombreros de paja. Ella misma diría después, que esa era precisamente su táctica: presentarse lo más bella y mejor vestida posible, ante funcionarios que iban del asombro al miedo y de ahí al deslumbramiento. Y por supuesto, todos cedían.

Encaraba a gobernadores y los acusaba de enriquecerse a costa del erario público; al presidente de la república le dijo que no se creyera dios; que no era más que un empleado del pueblo. Todo esto en un tiempo —entre 1940 y 1960— en el que el gobierno era tan poderoso como autoritario y el Presidente era intocable junto a la Virgen de Guadalupe y el Ejército.

A los intelectuales los acusó de ser cómplices del gobierno por los favores y prebendas que les asignaba. En una reunión internacional en la que Octavio Paz y la crema y nata de la intelectualidad mexicana agasajaban al escritor venezolano Rómulo Gallegos (que en su discurso exaltaba el pasado indígena de los pueblos latinoamericanos) se presentó Elena Garro al mando de 30 campesinos y les pidió que firmaran un pliego petitorio para que el gobierno les devuelva sus tierras. Y como nadie firmó, en represalia, Elena y sus indios desinflaron las llantas de todos los automóviles que los intelectuales habían estacionado en las calles adyacentes al sitio.

Esto sacó de sus casillas a Paz y comenzó a quebrarse el matrimonio. El entonces presidente Adolfo López Mateos le ordenó al poeta sacar del país a Elena. “Su mujer es muy revoltosa, es mejor que la mande lejos”. Elena y su hija Laura Helena fueron enviadas a Francia…

Javier Bustillos Zamorano es periodista.

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Cuba, a pesar del odio

/ 11 de noviembre de 2024 / 06:00

Un día de 1919, le preguntaron al entonces presidente estadounidense Woodrow Wilson si había algo más efectivo que una guerra para someter a un país, y éste respondió: “Sí, hay algo más tremendo que la guerra: un aislamiento absoluto, que hace entrar en razón a una nación, del mismo modo que la asfixia elimina del individuo toda inclinación a luchar. Apliquen este remedio económico, silencioso y mortal y no habrá necesidad de la fuerza. No cuesta una vida fuera de la nación boicoteada y ejerce una presión que ningún país podrá resistir”.

Él la llamó “The economic weapon” (el arma económica) que fue empleada con éxito durante la Primera Guerra Mundial en contra de Alemania, Austria, Hungría y Turquía, donde miles de personas murieron de hambre y enfermedades por el bloqueo económico que interrumpió el flujo de mercancías, energía y alimentos. Una poderosa arma que Estados Unidos usa contra Cuba desde 1960 y que durante la pandemia de Covid-19 fue reforzada para dar la estocada final a este país, que no sólo resistió la nueva embestida, sino que dio una lección al planeta de cómo enfrentar una epidemia con inteligencia, audacia y recursos científicos propios. Una historia que, si no nos los cuenta el propio presidente cubano, Miguel Díaz Canel, nunca nos habríamos enterado.

En una entrevista que le dio al escritor y periodista Ignacio Ramonet, en mayo de este año, le contó: “Empezaban las primeras noticias del Covid-19, no había ningún caso en Cuba todavía —estamos hablando de enero de 2020—, y Raúl Castro nos dijo: hay que estudiar de inmediato lo que está pasando en el mundo y preparar un plan nacional de enfrentamiento a la epidemia… que asumiéramos un plan-país que nos permitiera adelantarnos, prepararnos antes de que llegara el primer caso. Eso significó capacitación de nuestro personal en las experiencias que había en el mundo, estudiar la enfermedad…

“De inmediato mandamos brigadas médicas cubanas a más de 46 países, donde estaba el epicentro de la enfermedad. Eso nos permitió apoyar a esos pueblos, pero aprendimos también. Cada vez que una brigada regresaba, nos reuníamos con ellos y nos aportaban todas esas experiencias, y las íbamos incorporando al plan… con la red de laboratorios de investigaciones de biología molecular, procesamos las muestras… muchas de estas enfermedades hay que enfrentarlas también con una lógica epidemiológica: cómo se corta la transmisión, cómo se evita…

“La articulación del sistema de salud con la agencia reguladora cubana de medicamentos y con la industria biofarmacéutica, acortó los plazos de ensayos clínicos y de generación de nuevos medicamentos… Sistematizamos un encuentro con los científicos y las instituciones que trabajaban en el Covid-19 y de ahí salió todo un grupo de investigaciones científicas. Aquí hubo un programa de más de mil investigaciones y evaluación de resultados de las mismas. De ahí salió la generación de nuestras vacunas… hoy tres son vacunas bien probadas en eficiencia y en eficacia; otras dos siguen en ensayos clínicos. Compartimos y transferimos esa tecnología a otros países…

“Es tener la capacidad de hacer tus vacunas, pero también la capacidad de enfrentar una campaña de vacunación masiva en poco tiempo. Aplicamos 40 millones de dosis en menos de dos años. Cuando teníamos vacunada a más de 60 por ciento de la población con una sola dosis, bajó el pico pandémico…Además de usar los PCR, llegamos a diseñar mecanismos propios de diagnóstico y pudimos compartir con el mundo los estudios de las secuelas que deja el Covid-19”.

Díaz Canel dijo también que, a pesar del bloqueo económico, el gobierno cubano e instituciones norteamericanas trabajan actualmente en una vacuna contra el cáncer pulmonar y en el perfeccionamiento de un tratamiento contra la úlcera del pie diabético con un medicamento cubano llamado Heberprot-P, que evita la amputación. También en una vacuna contra el dengue.

El desarrollo de la biotecnología cubana no es nuevo. Ya desde 1979 creó la vacuna contra la meningitis B y C y fue el primer país del orbe en eliminar la trasmisión de madre a hijo de VIH y sífilis, y el segundo en eliminar la poliomielitis.

Así, cuando alguien nos diga que vamos a convertirnos en otra Cuba, respondamos a coro: ojalá, ojalá.

Javier Bustillos Zamorano es periodista.

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