Re-conocimiento de la vida integral en las urbes

Esteban Ticona Alejo
El pasado domingo se realizó una marcha de protesta ciudadana en pleno centro de la ciudad de La Paz, pidiendo frenar el trato inhumano y cruel contra los animales, y en especial a los perritos. El detonante fue la crueldad extrema que efectuaron algunos militares bolivianos en la ciudad de Santa Cruz, baleando a un can indefenso. Resalto los efectos del proceso de concientización de esta forma de protesta y desde las calles. Valoro el crecimiento de estas manifestaciones públicas que van generando un perfil muy interesante, apostar por otra forma de convivencia entre personas, animales y seres espirituales.
Pero también nos duele tanto que nuestros hermanos/as oriundos del Norte de Potosí duerman en la calle (avenida Perú), cerca de la terminal de buses de la ciudad de La Paz. Empieza el crudo invierno y cómo permitir que nuestros conciudadanos estén a expuestos a tan bajas temperaturas. Hace años que nuestros compatriotas visitan nuestra ciudad y tienen todo el derecho, pero no encuentran atención básica sobre dónde hospedarse. Todos los niveles de gobierno tienen la obligación de brindar protección y seguridad. Como se apoderó la insensibilidad de los (y de sus) representantes políticos en la Asamblea plurinacional y del Norte de Potosí, que saben que están ahí pero no les importa.
Pero sobre los animales, aún se escuchan voces negativas sobre estas manifestaciones. He oído decir “que cada vez hay más animalistas”, e incluso “peligrosamente los jóvenes están más preocupados en animales que en seres humanos”. Sin embargo, los que dicen este último eslogan, tampoco son solidarios con los humanos, por ejemplo, con los norte potosinos en la ciudad. Incluso preguntaría a “los folkloristas”, gente que baile danzas y música norte potosinas en diferentes fiestas y que se sienten orgullosos de hacerlo, ¿dónde está la solidaridad con los portadores indios/as de esas legendarias danzas, que hoy son vulnerados en sus derechos básicos de hospedarse dignamente?
También cuando se realizan manifestaciones en torno al medio ambiente se dice que es protesta de los “medioambientalistas”, en fin. Es decir, existe una mirada totalmente parcelada de las protestas sociales contemporáneas.
Lamentablemente, la forma de conocimiento que se brinda en los espacios de educación, como las escuelas, los institutos e incluso las universidades (hay algunas excepciones y creo muy pocas), es totalmente fragmentario sobre la experiencia integral de la vida. Es un conocimiento que oculta y no encara a la realidad parcelada. En esta división de conocimientos se construye al ser humano como el centro de las actividades de la vida, el ser humano está por encima de todos, a los otros seres. Incluso los “mejores humanistas” accionan bajo esta premisa. ¿Pero cuál es la realidad en las ciudades? ¿Cómo se vive en las ciudades como La Paz?
Las disciplinas sociales, humanísticas, las biológicas y similares no contemplan la forma de vida integral que se comparte hoy en nuestras ciudades. Hay que recordar que las disciplinas o las profesiones que hoy se enseñan en los espacios de formación, incluidas las universidades, fueron fundadas para apoyar al sistema capitalista imperante. ¿Qué hacer frente a este humanismo ciego y construido sobre otros seres?
Las marchas tienen un germen profundo para construir la vida integral, no solo de cuestionar el mero humanismo de los humanos, sino de hacernos pensar que inexorablemente tenemos que pensar y convivir entre seres humanos, animales y seres espirituales. ¿Qué disciplinas deberían guiar esta otra forma de conocimiento?
En estos últimos años han aparecido varias reflexiones escritas en torno a este gran problema. Todavía hay un eje que son las sociedades occidentales u europeas. ¿Pero qué propuestas desde nuestros países? Se tiene que empezar desde el gran hábito de las sociedades ancestrales. Por ejemplo, la relación de los humanos con la Pachamama o la Madre Tierra con otros seres vivos, incluida la espiritual, es una base contundente. En las sociedades andinas, sobre todo en la aymara, se enseña que janiwa aniturux t’aqhisiyañati: “no hay que hacer sufrir al perrito”, qué gran enseñanza, tendría que ser útil para todos los integrantes de la sociedad. Ma pitawa jiwasanakan sarnaqawinakasaru kuttañani. Jichha sarawixa janiw waliki.
Esteban Ticona Alejo es aymara boliviano, sociólogo y antropólogo.