Ironías de la historia boliviana
Quedará grabada en piedra en la biografía del titular del Senado el bloqueo de los recursos externos
Jaime Jordán Costantini
“Hegel observa en una de sus obras que todos los personajes de gran importancia en la historia del mundo ocurren por así decirlo dos veces. Se olvidó agregar la primera vez como tragedia y la segunda como farsa”. Karl Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte.
Es maravilloso verificar cómo se cumple la cita que precede este artículo en nuestra realidad, rememorando la historia una vez más.
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El 6 de agosto de 1956, se produciría el primer cambio de mando en el orden político del MNR. El presidente Víctor Paz transfirió el gobierno a Hernán Siles, quien tendría que lidiar con graves desequilibrios macroeconómicos. En esas circunstancias, Paz era el presidente inflacionista y Siles, el deflacionista. Veintinueve años después, en 1985, justamente un 6 de agosto, nuevamente ambos personajes se encontrarían, pero con los papeles intercambiados. En esa época, Siles era el inflacionista y Paz, el deflacionista.
La historia mira irónicamente a ambos personajes. El drama estuvo a cargo del presidente Siles, quien tuvo que aceptar muchas imposiciones de los poderes fácticos, que precipitarían la división del MNR con el mundo sindical y minero. Marcaría el fin del MNR como fuerza detrás del nacionalismo revolucionario. A Víctor Paz le tocó la farsa dicha con acento provinciano de sur del país: “Bolivia se nos muere”, y que ahora está siendo repetida para crear pánico económico por los voceros de la derecha.
Nuevos personajes de la política boliviana representarán escenas análogas: Andrónico Rodríguez y Jorge Quiroga. El tema no es la inflación. Ahora el asunto es el endeudamiento externo.
El presidente del Senado, Rodríguez, con los senadores de derecha y los de la corriente evista del MAS están en la antesala de la escena. Andrónico juega un papel importante para bloquear los créditos externos, porque es moneda de intercambio en la política boliviana.
Quiroga es un referente de peso en la oposición; pero claro, insignificante electoralmente. En un programa de TV argentina y boliviana planteó una visión geoestratégica global. Asocia a Corina Machado, la líder opositora venezolana en el norte, y a Javier Milei, en el sur, como los nuevos libertadores que terminarán con los gobiernos de orientación de izquierda en América Latina. Con relación a nuestro país, afirma que Bolivia debe tocar las puertas del FMI para obtener un crédito de $us 12.000 millones para salvar su macroeconomía.
En este caso, la tragedia está representada por Rodríguez. Quedará grabada en piedra en la biografía del titular del Senado el bloqueo de los recursos externos. Los efectos económicos los sentirá el nuevo gobierno que asuma el poder en 2025, el cual independientemente de su orientación política, estará sin recursos financieros externos. Los organismos internacionales de financiamiento —conscientes que están siendo utilizados como instrumentos de la política boliviana— serán extremadamente conservadores para asumir riesgos en el futuro de Bolivia. Frente a problemas de pagos en 2025, en la búsqueda de culpables, el dedo índice apuntará en dirección de Andrónico. Rédito doble para Evo Morales, bloquea al actual Gobierno y manda al tacho de basura a un potencial competidor dentro del MAS.
A Quiroga le corresponde la farsa. Entra abiertamente en contradicción con los senadores de derecha. Es evidente que tiene otras lealtades que van más allá de las fronteras del país. La lucha del poder por la súper estructura jurídica es irrelevante frente al trasfondo económico. Por eso la institucionalidad que construye la derecha es siempre frágil y desechable. En similares proyectos se mostró exitoso, en Argentina, el dilecto amigo de Quiroga, Mauricio Macri. En el gobierno de Macri, Argentina contrató un crédito de $us 47.000 millones con el FMI, que creó importantes restricciones de ese país para seguir políticas soberanistas en el gobierno peronista de Alberto Fernández.
Pero en esta obra falta un personaje muy importante, el pueblo de Bolivia, que, a través de sus organizaciones políticas, sociales y sindicales, lucha por un proyecto soberanista. La victoria de este proyecto depende de la lucidez de sus líderes para conducir con generosidad un proyecto de unidad, como fue desde 2006 en adelante.
(*) Jaime Jordán Costantini es doctor en Economía y docente universitario