La versión oficial de la realidad
En 2019, vi a Carlos Mesa decir que hubo fraude, sin esperar los resultados finales del cómputo
Javier Bustillos Zamorano
Siempre supe que el humano es un ser anfibio, así como nada en la realidad, bucea en la imaginación, territorio éste de los escritores que pueden llegar libremente a la ficción. Pero los políticos no. Ellos, como Ulises, no solo deben amarrarse al mástil de la realidad, sino también ponerse cera en los oídos para no caer en el encanto de las sirenas. Ellos son o debieran ser los más objetivos y ecuánimes; no deben alejarse de la realidad, pues son responsables de los anhelos que despiertan. Pero al parecer también son víctimas de sus ficciones. Creen en lo que quieren creer, oyen lo que quieren oír y viven la versión de la realidad que quieren vivir.
En las recientes elecciones mexicanas, por ejemplo, la candidata Xóchitl Gálvez y los dirigentes de los partidos de oposición salieron en la tarde de ese 2 de junio a decir que habían ganado, frente a un grupo de gente que estalló en júbilo: lágrimas y gritos en un festejo que duró cuatro horas, hasta que las autoridades electorales informaron que habían perdido por más de 30 puntos. En 2019, vi a Carlos Mesa decir que hubo fraude, sin esperar los resultados finales del cómputo y sin presentar una sola prueba; a Evo Morales negar el referéndum de 2016 y al presidente Luis Arce aceptar a regañadientes una realidad económica adversa.
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Nuestros políticos también tienen pues un problema con la realidad. Un problema que para el escritor y poeta mexicano Carlos Montemayor (1947-2010) tiene una explicación. A continuación, reproduzco parte de un texto que publicó en 2009 en el diario mexicano La Jornada, bajo el título de Discurso no requerido, que podría acercarnos a una comprensión:
“Suele decirse que el político es un hombre de acción y el escritor un hombre de imaginación… es riesgoso considerar a la política como la ciencia o el dominio de la acción… la mayor parte de la actividad del político se despliega en la formulación de un sistema de referencia persuasivo, o en una peculiar reconstrucción de la realidad que justifique las actividades de represión, reorganización, competencia o justicia social que se propone un grupo en el poder en un momento dado. Es el empeño de imaginación permanente que sirve para encubrir, justificar o callar lo que todo el pueblo gobernado sabe que está ocurriendo y nadie quiere o logra decir. De tal manera que el ejercicio político no es puramente un ejercicio de acción, es un ejercicio también de ficción y muchas veces con un sentido más profundo de ficción que el literario. Es la ficción que da origen a la versión oficial de la realidad.
Todo enfrentamiento ideológico es, en principio, en la vida política, el enfrentamiento de distintos grupos empeñados en un conocimiento divergente. Por ello, todo cuestionamiento no solo es enfrentarse contra los grupos en el poder, sino contra la construcción verbal misma que de la realidad formulan tales grupos. Con frecuencia la polarización de versiones oficiales partidistas hace de las realidades legibles o ideológicamente construidas una oscura zona que dificulta la opinión del ciudadano, del periodista, del político mismo o del escritor. La historia oficial es quizás la aspiración política más evidente que desean conseguir, que quisieran lograr, en cuanto construcciones verbales de la realidad, todos los gobiernos del orbe. Ningún sector se impone como fuerza civil en una contienda política o armada sin una visión de la realidad que lo justifique o lo defina como la parte poseedora de la verdad política. No hay traidores de oficio. Hay hombres que hacen todo lo posible por realizar sus valores políticos.
La versión del mundo, pues, no es una construcción fácil. Los políticos mexicanos, igual que los políticos de otras latitudes, tienen una visión muy definida sobre lo que debe pensarse dentro de sus territorios. Todo lo que no coincida con la versión oficial se toma como agresión, impugnación, crítica desmedida, infundada o ingenua. Todo sistema gubernamental, todo grupo en el poder, descalifica a quien se atreva a cuestionarlo. Para el poder son enemigos e incluso criminales en potencia. Esa actitud permanente de subestimar al que impugna, al que no piensa como nosotros o nos cuestiona, muestra la actividad del hombre político no como acción pura, sino como una peligrosa y dañina labor de ficción y riesgoso encubrimiento…”
(*) Javier Bustillos Zamorano es periodista