La recuperación del ideario liberal
La nueva versión del Partido Liberal resucitado precisa reflexionar sobre nuestra realidad para orientarse a soluciones reales
Jaime Jordán Costantini
El proyecto de Milei es crear un sistema económico con las características que existía en la gloriosa década de los 80 del siglo XIX, en Argentina. Atribuye el inicio de la decadencia económica de Argentina al presidente Hipólito Yrigoyen, quien propuso al Congreso la jornada de trabajo de ocho horas, el descanso dominical y creó el Ministerio de Salud. La férrea oposición conservadora del Congreso argentino de entonces impidió que se aprobaran las leyes propuestas por Yrigoyen. Recién en 1949, con el primer gobierno peronista, se logró la aprobación de esas leyes de protección a los trabajadores.
La historia de Bolivia es otra. El presidente Bautista Saavedra —apodado El Cholo— iniciaría su mandato en 1920, después de derrocar al último presidente liberal que cerró dicho ciclo político. La diferencia más saliente de Saavedra con los liberales fue su política de solidaridad interclases sociales, su apertura a permitir los sindicatos y dar atisbos de protección al sector laboral. Emergen de allí las desavenencias con los empresarios mineros en diversos tópicos. Fue el punto de inicio de una larga lucha por el poder, que finalmente culminaría con la revolución de 1952.
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Los liberales bolivianos que están emergiendo son una copia mímica en relación a las propuestas de Milei. Se trata simplemente de resucitar el Partido Liberal que murió hace un siglo, que fue defensor de ignominiosas instituciones heredadas del pasado colonial.
La premisa básica de los liberales del presente es que los problemas económicos de Bolivia son resultado de un aparato estatal grande que no puede sustentarse. Antonio Saravia, líder del Partido Liberal, en una exposición en la TV propuso que se redujera la cantidad de empleados públicos, despidiendo a 200.000. Imitando la propuesta de Milei, expresó que la educación y la salud pública no son un derecho ciudadano; por tanto, sugirió privatizarlas. Eso significa que si usted tiene que hacerse una cirugía que cuesta $us 10.000 y no dispone de ese dinero, sencillamente se muere.
En un país democrático como Bolivia, la postulación de ideas liberales del siglo XIX está amparada en la libertad de expresión, que permite que se expresen ideas aun cuando se basen en una idea fantasiosa de la realidad nacional. Por ejemplo, Saravia sostiene que el Estado representa 80% de la economía. El gasto público en Bolivia, en 2022, fue de 34% del PIB. Este mismo indicador es de 42,5% en Argentina. La inversión privada en Bolivia, entre 1988 y 2021, fue el 47% de la inversión total, un porcentaje altamente significativo. En una entrevista en el programa de Óscar Ortiz, en Santa Cruz, Saravia declaró que Bolivia tiene 80 años de estatismo. Esto no es cierto, ya que entre 1985 y 2005 existieron 20 años de libre mercado. Pero el aliento a la inversión privada no solo se dio en el período 1985-2005. En los gobiernos militares de Banzer y Barrientos se promovió fuertemente la iniciativa privada.
Otro tema recurrente de los liberales actuales es abrir la economía a la competencia internacional para que el consumidor se beneficie del consumo de productos extranjeros. Esta es la sugerencia más extraña, ya que es difícil encontrar una economía con las fronteras más abiertas a la competencia internacional que la boliviana.
En resumen, la nueva versión del Partido Liberal resucitado precisa reflexionar sobre nuestra realidad para orientarse a soluciones reales, en vez de fantasías o copias de lo que dice o hace Milei. Personalmente estoy interesado en conocer una buena justificación del por qué resulta oportuno revivir un partido político sepultado hace más de 100 años, liderado por personajes de tan triste trayectoria como Ismael Montes, que como presidente suscribió el Tratado de Paz con Chile, que nos privó del litoral.
(*) Jaime Jordán Costantini es doctor en Economía y docente universitario