Razones estructurales y normativas
Carlos Villagómez
El primer documento regulador del crecimiento urbano de La Paz que conozco y conservo se llama Reglamentos de Parcelación y Zonificación, de 1956, proyectado en la Oficina del Plan Regulador de la Municipalidad de La Paz bajo la autoridad del alcalde Juan Luis Gutiérrez Granier. El referido plan fue publicado en doble formato con textos y tres planos de gran formato donde se describen las zonas y sus normas de edificación.
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Han pasado casi siete décadas y La Paz ha crecido aceleradamente gracias a su condición de ciudad terciaria —con una oferta múltiple de servicios— para la nueva sede de gobierno. Y, por ese crecimiento, cambiamos la normativa municipal ene veces. Por ejemplo, en las normas de 1956, zonas como la avenida Arce, la Busch, la principal de Obrajes y de Calacoto están con un parámetro de edificación de “vivienda unifamiliar aislada” de solamente dos pisos (Achumani e Irpavi casi no existían). En la actualidad está vigente el llamado LUSU, y en esas avenidas principales de la ciudad se llega a más de 20 pisos. Este dato muestra que las normativas no se congelan, ni se congelarán en ningún momento histórico y están a merced de las fuerzas vivas del mercado. En economías capitalista/dependientes el mercado libre y abierto del suelo urbano ejerce presiones y cambia los patrones de edificación para un mayor rédito económico, tanto en una choza ilegalmente construida (capitalismo hormiga), como en un emprendimiento inmobiliario que demoliendo toda normativa construye 10 pisos más de la altura permitida (capitalismo salvaje que algunos llaman “progreso”).
En nuestra ciudad reina ese liberalismo constructivo, y son pocas las edificaciones que cumplen la norma. ¿Por qué? Por otra razón estructural de fondo: en dos siglos Bolivia no ha logrado conformar un Estado pleno, sólidamente institucionalizado. No somos un Estado fallido, pero estamos a la zaga. Como vivimos en un Estado desestructurado no estamos formados para cumplir las normas (ejemplos abundan en las carreteras, en el kilómetro cero, y en cualquier esquina). El éxito de las normativas municipales, desde Gutiérrez Granier a la fecha, se logra dentro de un Estado consolidado, fuerte y éticamente responsable. En un Estado pleno, los gobiernos municipales serán capaces de normar la liberalización mercachifle del suelo urbano, y podrán proyectar las ciudades que soñamos.
Epílogo: Un Estado institucionalmente débil y un liberalismo económicamente voraz, hacen una ecuación extremadamente difícil de enfrentar. Y, por estas razones estructurales, nuestras ciudades —a pesar del esfuerzo de profesionales honestos— se transforman en una confusa distopía urbana.
(*) Carlos Villagómez es arquitecto