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Saturday 14 Dec 2024 | Actualizado a 08:38 AM

Paradojas urbanas

Carlos Villagómez

/ 12 de julio de 2024 / 07:06

¿Pueden los sistemas políticos definir si las ciudades son un paraíso o un infierno? En muchas notas he mencionado que nuestro desarrollo urbano, caótico y hacinado, está determinado por nuestra formación social capitalista/dependiente, y que todos los males se deben a ese sistema político. Pero, como toda verdad es una interpretación (Nietzsche dixit), mis paradojas conceptuales son muchas. Veamos algunas.

Son múltiples los escritos, sobre todo de raíz marxista, acerca de los efectos del sistema político en la ciudad. En ellos, las interpretaciones sobre las estructuras sociales y sus consecuencias urbanas abundan. Se aluden a las asimetrías socioeconómicas y culturales como la principal causa de los interminables trastornos urbanos (una tesis que hábilmente es manipulada para difamar al capitalismo). Pero, más allá de esos ensayos de autores geniales —que siempre debemos tomar con pinzas—, está nuestro sentido crítico y nuestra experiencia de vida. 

Consulte: Razones estructurales y normativas

Vivimos y sufrimos un lado del espectro: una ciudad dependiente/capitalista del sur global. Sin embargo, del único sistema socialista que tenemos en el Caribe, nos llegan imágenes que emiten blogueros en tiempo real: ciudad capital y ciudades intermedias en un completo abandono y deterioro, casas a punto de derrumbarse, basura en las calles; en suma, un precario desarrollo urbano donde parece que solo los turistas tienen espacios de privilegio.

No estuve en Cuba, pero soy testigo de las grandes paradojas urbanas de la Europa del este. Conocí Praga antes de la caída del muro y todavía conservo memorias, a cuál más sombría: una ciudad extremadamente gris, perversamente policíaca, y extrañamente deshabitada, que “gracias” al sistema socialista soviético conservó su patrimonio arquitectónico. Esa deslucida ciudad no era un paraíso, tampoco invitaba a vivir rodeado de tan bello patrimonio.

Volví a Praga libre del sistema socialista y, hoy en día, en esa hermosa ciudad de la Bohemia se instaló otro infierno. El centro de la ciudad está tomado por un turismo global y masivo: hordas de turistas llenan a tope las calles del centro para tomarse selfies como posesos y consumir como marranos. Praga está sometida a un proceso de disneyficación, propio del sistema capitalista, que no permite a sus ciudadanos gozar de su patrimonio edificado. ¿Y entonces qué?

Mejor leamos en voz alta al griego Kavafis. En su poema La Ciudad se refirió a estas paradojas iluminando nuestro desconcierto más que cualquier ensayo: “Dijiste: marcharé a otra tierra, iré a otro mar. Otra ciudad habré de hallar mejor que ésta… Te seguirá tu ciudad. Las calles donde deambules serán las mismas. En esos mismos barrios te harás viejo”.

(*) Carlos Villagómez es arquitecto

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¿La pelota no dobla?

Carlos Villagómez

/ 13 de diciembre de 2024 / 06:01

Como este medio es indisimuladamente tigre (les estamos soplando la nuca, ya viene la Navidad, etc.), declaro que soy del Bolívar desde siempre. Mario Mercado, en persona, le regaló una mini camiseta celeste a mi hijo y la depositó en su cuna. Mis nietos continúan esa pasión. Por todo ello, van tres reflexiones sobre los partidos políticos (de derecha, centro o de izquierda) y los clubes de fútbol; porque, a mi juicio, ambos son empresas privadas con importantísimos réditos.

Consulte: Un plátano y un locoto

1. Partidos políticos y clubes de fútbol deben crecer ganando adeptos; a los primeros se los llama militantes, a los segundos, hinchas. Cada cual manda sus mensajes y construye relatos para convencer al soberano. Están sometidos a poderes globales, ejemplo: los partidos al Grupo de Puebla, Cuba o Estados Unidos; y todos los clubes a la FIFA (el mayor poder global sin ética ni trasparencia). Las “empresas políticas” conforman su politburó (Estado Mayor del Pueblo, presídium y jefaturas que son los principales accionistas) y los clubes de fútbol, sus directorios. ¿Quién controla a ambos? Pues, nadie. Sus manejos quedan en un agujero negro interestelar. Con un golpe de suerte, ambas empresas son de las más rentables, aunque con una gran diferencia: los partidos políticos juegan con plata ajena (casi toda del Estado) y los clubes arriesgan sus capitales.

2. Bolívar decidió incorporarse al negocio global del fútbol. Ahora tiene planificación a futuro, obras visibles, academias, y un trato a los jugadores inigualable. Eso levantó sospechas porque sabemos cómo son las empresas del fútbol internacional. Pero, Bolívar está construyendo algo imprescindible en Bolivia: institucionalidad seria, estable y resiliente. Como eso levanta envidias, sus rivales de la Liga le juegan a la mala, al catenaccio, a tirar pelotazos a ver si algún defensa se equivoca o les regalan un penal; objetivo táctico: ganar al millonario como sea y a festejar como posesos.

En el ranking FIFA Conmebol, Bolívar está en el puesto 16. En el último clásico, la posesión de la pelota llegó a 72% de los celestes y 28% de los atigrados. En lo referido a la institución, pienso que Bolívar tiene 90% contra 10% de los otros equipos de la Liga. Por esa voluntad de jugar bien al fútbol, administrar empresarialmente desde Mercado a Claure, los celestes cumplen dignamente en el exterior, los equipos del ollazo son una lágrima.

3. Pero veamos el trasfondo. En política como en el fútbol estamos muy mal; pero, paradójicamente, los gremios de los politólogos y los periodistas deportivos crecen como hongos porque el vil metal necesita voceadores que amplifiquen el usufructo de nuestras pasiones. El dinero dobla a la pelota y tuerce ideologías mientras adormece al pueblo con perorata mediática.

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Un plátano y un locoto

/ 29 de noviembre de 2024 / 06:00

Hace poco un joven chino escribía en sus RRSS: “Soy Justin Sun, y me complace anunciar que he adquirido la icónica obra de Maurizio Cattelan ‘Comedian’. No se trata solo de una obra de arte; representa un fenómeno cultural que une los mundos del arte, los memes y la comunidad de criptomonedas”. El asiático, dueño de la empresa de criptomonedas TRON, pagó a Sotheby’s la suma de 6.200.000 dólares por un plátano, común y silvestre, putrescible e insignificante, pegado con cinta adhesiva plateada en el muro de esa empresa de subastas de arte en New York.

Maurizio Cattelan es un artista italiano que cultiva el arte conceptual (una rama ambigua de las prácticas estéticas contemporáneas), conocido por irreverente y provocador. Realizó esculturas controvertidas de Hitler y de Juan Pablo II que lo llevaron a la cúspide del estrellato. Para seguir fastidiando al mundo artístico, el año 2019 pegó un plátano en un muro de la feria Art Basel Miami Beach diciendo que era una obra de arte y que costaba 120.000 dólares. Se armó un quilombo monumental. La prensa, televisión, las RRSS y los críticos de arte comenzaron una interminable secuela de notas que lograron lo que buscaba Cattelan: subir la cotización hasta los millones que pagó el chinito.

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En Occidente, el arte conceptual transita por caminos absurdos e ilógicos, pero con millonarias cotizaciones en New York, Londres o París. Como escribí anteriormente acerca del triunfo de la extravagancia en el arte, ahora nos toca insinuar el éxito de lo absurdo. ¿Por qué en esos espacios del arte se llegan a esos extremos? ¿Por qué Duchamp, que comenzó todo exponiendo a principios del siglo XX un urinario, sigue estimulando esas exacerbaciones estéticas?  Parece que el absurdo en el arte se convierte en un espejo que refleja nuestras contradicciones existenciales; y que sólo, en ese espacio especular, aceptamos experimentar en libertad las ganas de no pertenecer a la especie humana; y, por lo tanto, necesitamos experimentar ese arte absurdo para reimaginar nuestras percepciones del mundo de eme que vivimos. En el zafarrancho actual, en medio de incendios forestales, de mazamorras letales, del abuso mediático de políticos y políticas de quinta, queremos encontrar algún sentido vital a lo absurdo de existir, y mirar como un pinche plátano vale millones, se torna en una cojudez imprescindible.

La empresa de condones Durex aprovechó la fama fálica del fruto para un aviso publicitario que decía: esa banana también necesita protección. En otro contexto, el artista y amigo Mauricio Bayro, nos incita pegando en el muro de nuestros lamentos un locoto boliviano, rojo furioso y más picoso, que el desabrido plátano del italiano.

Carlos Villagómez es arquitecto

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Aportes para la Plaza del Bicentenario

/ 14 de noviembre de 2024 / 23:14

El proyecto para la Plaza del Bicentenario (PdB) sigue a pesar del restringido tiempo que queda. Es una pena que semejante obra, de trascendencia histórica para cualquier gestión municipal, se lleve a trompicones. Sin embargo, van mis comentarios como un ciudadano proactivo. De inicio, sugiero que la construyan con calma, tomen el tiempo necesario, y construyan pensando en materiales nobles y procesos adecuados, porque no es una placita más con colores de heladería.

Una plaza en la ciudad de La Paz que rememore dos siglos de la historia boliviana, tanto de la República como del Estado Plurinacional, es un desafío enorme por muchas razones, la más importante de todas: la PdB debe ser el espacio público que congregue los imaginarios heterogéneos (históricos/políticos/sociales/culturales) que las paceñas y paceños tenemos de la historia boliviana. Según entendidos, esa simbólica debe conjugar un set de inclusiones: Uno. La inclusión simbólica del pasado, para ello, la comunidad debe guiar la expresión arquitectónica/urbanística. Dos. La inclusión activa, a través de su función central (conmemorativa) en un área espacialmente óptima para propiciar eventos. Tres. La inclusión emocional, con instalaciones especiales vinculadas al medio natural y a la historia.

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Por otro lado, para la toma decisiones se deben analizar ejemplos análogos. Revisar las grandes plazas conmemorativas del planeta: la Plaza de San Marcos, Venecia, Italia; la Plaza del Zócalo, Ciudad de México, México; la Plaza de Mayo, Buenos Aires, Argentina; la Plaza Tiananmen, Pekín, China; la Plaza del Palacio Gyeongbokgung, Seúl, Corea del Sur; etc. Una característica común de estos ejemplos son los grandes atrios para reuniones colectivas, y desfiles multitudinarios. Ese gran vacío urbano debe incorporar la naturaleza junto a otras funciones, como un museo conmemorativo de los momentos épicos que ha soportado esta ínclita ciudad. La ciudad de La Paz, por su rol histórico y su entrega a la nación, debe construir la PdB más representativa de todas.   

El ejemplo paceño para inspirarnos es la Plaza de los Héroes en Miraflores. Este complejo fue construido en los años 50 del siglo pasado y conjuga la simbólica política de un proceso revolucionario con las reminiscencias de nuestro pasado prehispánico. Correctamente alineada a un eje urbano fundamental, la gran explanada remata en el Monumento a la Revolución Nacional del arquitecto Hugo Almaraz, una edificación de potencia alegórica que contiene murales, didácticamente ideologizados, de grandes artistas. Una maravilla.

¿Cómo construimos la PdB de este tiempo que este a la altura de ese extraordinario ejemplo histórico?

Carlos Villagómez es arquitecto.

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Reducir el impacto del automóvil

/ 1 de noviembre de 2024 / 06:00

En la selva de cemento, también conocida como ciudad, el automóvil es el rey de la jungla. ¿Porqué? Pues, porque exige un cuantioso consumo de energía en la ciudad, requiere gasolina o diésel y genera, por la ineficacia de la combustión de los derivados del petróleo, buena parte de los gases de efecto invernadero. Y segundo, porque requiere mucho espacio en las ciudades, a tal extremo que se comienzan a diseñar las ciudades empezando por las vías. Más que rey es el tirano de la jungla.

En las emisiones de gases de efecto invernadero, el dióxido de carbono (CO2) es el principal gas responsable del calentamiento global, y el principal responsable del CO2 es la quema de combustibles fósiles; es decir, tu automóvil, tu moto o tu minibús ocasionan la emisión de gases de efecto invernadero que ocasionan una parte significativa de la crisis climática. Las emisiones de CO2 procedentes de la quema de combustibles fósiles alcanzaron aproximadamente 7.2 giga toneladas de carbono por año en el periodo comprendido entre 2000 y 2005. Y en ese marco exponencial, el automóvil es el que ha presentado un mayor crecimiento de esas emisiones. Por si esto fuera poco, para su construcción, el automóvil requiere de un elevado número de materiales en su fabricación generando mucha más contaminación; y en el tratamiento de sus desechos, la chatarra, el impacto es aún mayor.

¿Existen experiencias urbanas que reducen el impacto de los vehículos en las ciudades? Ciudades sin automóviles exitosas han existido siempre, tal es el caso de Lovaina en Bélgica, la cual dejó de ser transitada por automóviles hace más de dos décadas, el año 2001. El centro de la ciudad de Viena ha estado prohibido al tránsito vehicular desde 1967 con el fin de reducir la contaminación del aire y la crisis climática. Otras ciudades europeas aplican restricciones graduales, comenzando por el centro, con una combinación de limitaciones e impuestos si deseas ingresar al centro, y con estacionamientos a precio de oro. Por eso, en esas ciudades, las bicicletas y las caminatas están largamente promovidas.

Las acciones para reducir el impacto de los automóviles se implementan paulatinamente, y entrelazando programas urbanos a corto, mediano y largo plazo como, por ejemplo: la imperiosa educación ciudadana; la descentralización administrativa repartiendo las presiones en una ciudad policéntrica; la peatonalización del centro y los subcentros urbanos; y la modernización y evolución del transporte público. Todos programas de pensamiento contemporáneo, posibles de implementar sin necesidad de promocionarlos, demagógicamente, como mega/súper/faraónicas/despampanantes/descomunales obras municipales.

Carlos Villagómez es arquitecto.

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La ciclovía y la cultura ciudadana

/ 18 de octubre de 2024 / 06:10

La ciclovía ejecutada en la zona Sur ha desatado un mar de opiniones, la mayoría en contra y muy pocos a favor.  Los juicios en contra son por: agendas partidarias (la más conocida “hay que joder la gestión”); nuestro alcalde que no genera confianza y certidumbre; y otros que manifiestan su erudición en Diseño Urbano señalando que la obra no fue proyectada con rigor. Casi todos están exasperados por esa obra.

Voy a llevar ese debate a otro escenario, hacia un tema que es recurrente en esta columna: la cultura ciudadana. Y ello, porque justamente se dan esas expresiones de descontento en la zona donde uno se imaginaría viven los más “cultos” de esta ciudad, la llamada zona Sur. Son barrios de gente con recursos educativos suficientes, algunos colegios de convenio, y muchos vecinos y vecinas estudiaron en el extranjero. Todo como para creer que allí sí existe cultura ciudadana. Pero no. ¿Por qué se indignaron por una ciclovía? Por una razón prosaica: ahora no tienen estacionamiento para sus automóviles.

En las RRSS vi el video de una furibunda señora en su automóvil de lujo que no sabía dónde estacionar para bajarse cómodamente en la puerta de un comercio; también, en otro video que se viralizó, un peluquero/barbero menospreciaba la obra frente al alcalde diciendo que nunca vio pasar una bicicleta. Absolutamente nadie expresó algo sobre el concepto de una ciclovía urbana, que es un proyecto imprescindible en muchas ciudades.

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Estamos como sociedad urbana muy, pero muy lejos, de entender la magnitud de los grandes desafíos de este tiempo. El más importante de todos es la crisis climática y los efectos nocivos que las prácticas urbanas ejercen sobre la naturaleza. La más perversa de esas prácticas es justamente el abuso del automóvil privado. Somos una ciudad tan pequeñita que se puede caminar para llegar a cualquier comercio; pero no, en esta ciudad vamos en un 4×4 y nos vale si aumentamos la huella de carbono.

Somos urbanistas inconscientes y contradictorios. Por un lado, lloramos por los incendios en el oriente boliviano, pero por otro, nuestros automóviles siguen humeando, seguimos comiendo carne vacuna o porcina todos los días, generamos basura, no la reciclamos ni seleccionamos, y compramos con bolsas de plástico. En la zona sur se oponen a la ciclovía por conservar sus estacionamientos, ergo: por intereses de clase y baja cultura ciudadana.

En otras ciudades, con una masa crítica más desarrollada, la consigna es: expulsar el automóvil privado de los centros urbanos fomentando la caminata y la bicicleta para lograr un desarrollo urbano resiliente. Aquí no. Nuestra consigna es: a mi no me nadies.

Carlos Villagómez es arquitecto.

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