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Tuesday 10 Sep 2024 | Actualizado a 10:59 AM

Su Alteza serenísima

Santa Anna pudo haber pasado a la historia como un héroe, pero fue más fuerte su insaciable deseo de poder

Javier Bustillos Zamorano

/ 5 de agosto de 2024 / 07:06

Cuando oía que así le decían, Antonio López de Santa Anna, presidente mexicano reelegido 11 veces, podía decir que sí a cualquier cosa que le pidieran, incluso a destruir a su país vendiendo partes de su territorio. No le importaba nada con tal de ser adulado, poseer el poder, la fama y el liderazgo. Creía, seriamente, que sin él México se perdería, por eso se sentía imprescindible, insustituible y era feliz cuando sus seguidores también le llamaban “El salvador de la patria”.

Nació en 1794 en un pueblo de Veracruz y desde muy joven supo que para alcanzar del poder había que traicionar, no una, sino tantas veces como fuera necesario. A los 16 años se hizo soldado del ejército español y combatió a los insurgentes que buscaban la independencia mexicana. Viendo que la insurgencia ganaría, se unió a ellos en contra de los españoles. Consumada la independencia, juró lealtad al primer emperador mexicano, Agustín de Iturbide, a quien después traicionó en complicidad con otros militares, y así hasta que en 1833 tomó la presidencia de la república.

Consulte: Hamdan, habla su patrocinador

Pero ser presidente significaba gobernar muchas veces desde un escritorio, y eso sí que no. A él gustaba ser líder, encender pasiones patrióticas y lanzar a muchedumbres a ganar batallas que le dieran gloria. General de División, peleó en más guerras que cualquier otro militar de su rango durante 38 años, desde 1829 cuando derrotó al ejército español que hizo un último intento de reconquista, hasta 1847 cuando fue vencido por el de Estados Unidos, que, un año después, arrebató a México más de la mitad de su territorio.

De veras se sentía protector y salvador de su patria y en ese afán estaba dispuesto a todo, hasta perder la vida o partes de su cuerpo, como ocurrió en la llamada “Guerra de los pasteles” contra Francia en 1838. Resulta que unos soldados de su tropa, habían comido varias porciones de pastel que un panadero francés vendía en su tienda, y que no solo no pagaron, sino que destruyeron su local. El panadero inició un juicio y exigió una millonaria indemnización que el gobierno mexicano se negó a pagar. Francia, que ya tenía intenciones de invadir México, usó esto como pretexto y mandó sus primeros barcos a costas mexicanas.

El líder convocó a su ejército y se fue a galope tendido hacia el puerto de Veracruz, donde enfrentó a los soldados franceses y los hizo retroceder hasta volver a sus barcos y huir hacia altamar. Todo muy bien hasta ahí, hasta que escucharon un cañonazo procedente de una de las naves francesas, que al tocar tierra hizo volar por los aires la pierna del prócer.

Con gran desasosiego, la tropa recogió la pierna y llevó a su comandante al hospital. Al despertar, el General ordenó que su pierna fuera enterrada con todos los rituales cristianos, curas y misas incluidos, en un cementerio de su pueblo natal. Al regresar a la capital mexicana fue recibido como un héroe y en agradecimiento lo reeligieron en 1839, 1841 y otras veces más hasta 1853. Pero un día de 1842, el héroe, a quien le encantaba victimizarse, consideró que el homenaje a su pierna perdida no fue suficiente, de modo que ordenó su traslado a la capital para darle un entierro de Estado, con los honores correspondientes. Las crónicas de entonces cuentan que la pierna fue introducida en una urna de cristal y paseada por las calles, en medio de un despliegue militar, con invitados de la jerarquía católica, funcionarios, embajadores, estudiantes y pueblo en general en una multitudinaria procesión hasta un templo, donde fue depositada luego de discursos, Toques de silencio y redoble de tambores.

Fue la primera señal de su decadencia. En una relección posterior, López de Santa Anna vendió a Estados Unidos una porción de 76.845 km2 del territorio mexicano. El dinero fue despilfarrado y el pueblo no se lo perdonó e inició una revuelta que lo echó del país. Su pierna fue sacada del templo y arrastrada por las calles. Años después, el gran líder murió en el abandono y en lo más doloroso para él: el olvido.

Santa Anna pudo haber pasado a la historia como un héroe, pero fue más fuerte su insaciable deseo de poder. Lo malo es que en ese afán arrastró a su país que, aún hoy, se avergüenza de tenerlo en su pasado.

(*) Javier Bustillos Zamorano es periodista

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La adicción al poder

Javier Bustillos Zamorano

/ 2 de septiembre de 2024 / 15:48

En la mitología griega, Hybris era la diosa de la insolencia, de la desmesura, el orgullo y la arrogancia, que son actitudes generalmente ligadas al poder. Un poder físico, económico o político como el que tiene un presidente o un líder. Pero cuando uno de estos convierte estas actitudes en rasgos de su carácter, estaremos frente no a un estadista o un dirigente, sino frente a un trastornado mental que hará cualquier barbaridad con tal de no perder el mando. Son los adictos al poder, que el médico británico David Owen llama enfermos del síndrome de Hybris.

Owen, que también fue político en su natal Reino Unido, escribió en 2009 un libro en el que describe las enfermedades que padecieron distintos jefes de Estado, como Theodore Roosevelt, Nikita Khrushchev, Winston Churchill, Richard Nixon, Benito Mussolini, John F. Kennedy, François Mitterrand y George W. Bush, entre otros. Enfermedades como cánceres, pero también de adicciones que influyeron en algunos actos de gobierno que afectaron gravemente a sus naciones. El libro se llama “En el poder y en la enfermedad. Enfermedades de jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien años”, editado por Siruela.

Pero más que hablar de las dolencias físicas, Owen habla en su libro de las enfermedades mentales y de los trastornos de la personalidad de estos jefes de gobierno y del riesgo en el que pusieron a sus gobernados, quienes nunca fueron informados por la secrecía con que fueron tratados. Varios de ellos ni siquiera estaban conscientes de su enfermedad. Al respecto, Owen escribió: “Al observar a los dirigentes políticos, lo que más me interesó es la hybris como descripción de un tipo de pérdida de capacidad. Este modelo resulta muy familiar en las carreras de los líderes políticos cuyo éxito les hace sentirse excesivamente seguros de sí mismos y despreciar los consejos que van en contra de lo que creen, o en ocasiones toda clase de consejos, y que empiezan a actuar de un modo que parece desafiar la realidad misma”.

Según Owen, los adictos al poder comparten cuatro características principales: tienen un exceso de confianza en sí mismos, por lo que son incapaces de cambiar de conducta; una impaciencia constante, lo que los lleva a tratar con prepotencia a los demás; una conducta sumamente narcisista, por lo que se creen insustituibles, y evalúan una situación con ideas fijas preconcebidas, lo que los lleva a rechazar todo lo contrario a sus ideas.

Enumera otros 14 síntomas: 1.- Una propensión narcisista a ver su mundo principalmente como un escenario para ejercer el poder y buscar la gloria 2.- Una predisposición a realizar acciones que, cada vez, les den más luz y prestigio 3.- Una preocupación desproporcionada por la imagen y la presentación 4.- Una manera mesiánica de hablar y una tendencia a la exaltación 5.- Una identificación con la nación u organización que dirigen, en la medida en que consideran que sus puntos de vista e intereses son idénticos y únicos.

6.- Tendencia a hablar en tercera persona o a utilizar el pronombre “nosotros” 7.- Confianza excesiva en el juicio propio y desprecio por los consejos o críticas de los demás 8.- Confianza exagerada en uno mismo, que raya en un sentimiento de omnipotencia, en lo que personalmente puede lograr 9.- La creencia de que, en lugar de rendir cuentas ante el tribunal mundano de los colegas o la opinión pública, el tribunal al que responden es: la Historia o Dios 10.- Una creencia inquebrantable de que en ese tribunal serán reivindicados.

11.- Pérdida de contacto con la realidad, a menudo asociada a un aislamiento progresivo 12.- Inquietud, imprudencia e impulsividad 13.- Una tendencia a permitir que su “visión amplia” justifique la calidad moral de una acción, sin considerar la practicidad, el costo o los resultados 14.- Incompetencia arrogante cuando las cosas le salen mal por una excesiva confianza en sí mismo, lo que lo lleva a no preocuparse por los detalles prácticos de la política.

“Los políticos tienen en sus manos la vida de las personas; toman decisiones que tienen consecuencias en ellas y, en casos extremos, pueden ser cuestiones de vida o muerte. Su deber es hacer un juicio realista acerca de lo que pueden y no pueden lograr. Todo lo que empañe ese juicio puede hacer un daño considerable”, advierte Owen.

Javier Bustillos Zamorano
es periodista.

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Sufragio efectivo, no reelección

Todo giró en torno de Evo Morales y de su liderazgo. Como si el tiempo fuera estático

Javier Bustillos Zamorano

/ 19 de agosto de 2024 / 07:18

La no reelección en México fue la bandera de varios levantamientos armados desde 1867, para exterminar caudillos y dictadores como Antonio López de Santa Anna, quien se reeligió 11 veces, y de quien les conté en la columna pasada. Lo de sufragio efectivo, porque fue hasta después de la Revolución Mexicana (1910) que las elecciones fueron limpias y hubo respeto al voto popular.

Bajo este apotegma pervive la democracia mexicana desde esos años hasta la fecha. Y desde esos tiempos, la gobernanza se basa más en los proyectos de nación que en los presidentes de turno. Desde 1910 no hay en estas tierras líderes imprescindibles, dirigentes insustituibles ni salvadores de la patria que se reelijan “porque el pueblo lo pide”. Terminan sus seis años y se van. Si hicieron bien su trabajo, votarán por el partido que los impulsó, y si no, votarán por otro.

Lea: Su Alteza serenísima

El último presidente mexicano que se creyó insustituible fue Porfirio Díaz, un militar que peleó precisamente por la no reelección y en contra de López de Santa Anna, pero acabó imitándolo. Se quedó 34 años en el gobierno, hasta que lo echó del país la revolución de 1910 encabezada por Francisco I. Madero, que ondeó definitivamente la bandera de sufragio efectivo, no reelección.

Terminada la revolución, los jefes de la revuelta acordaron formar un partido que no solo diera cabida a cada una de las facciones, para acabar con las pugnas, sino que diera estabilidad al país. De esta forma, establecieron el primer proyecto de nación que no fue otro que el de concretar los ideales del levantamiento armado: paz, justicia social y reparto agrario, entre otros. Así, en 1929 nació el Partido Nacional Revolucionario, que en 1946 se convirtió en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) que gobernó México 71 años consecutivamente.

Como no había reelección, pronto se dieron cuenta de que, para mantener el poder, no solo debían tener el proyecto de nación, sino también formar cuadros para el futuro. Crear organismos de formación política de nuevos dirigentes y líderes. Fue la clave del éxito de este partido. Eso lo supo siempre el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador y por eso en su partido (Movimiento de Regeneración Nacional) estableció como cosa importante no solo el proyecto de nación, sino también la formación de nuevos dirigentes, de cuadros para el futuro. En un mes y medio dejará la presidencia en manos de su sucesora, Claudia Sheinbaum. Mismo proyecto con distintas personas.

Cosa que le faltó al boliviano Movimiento al Socialismo (MAS). Todo giró en torno de Evo Morales y de su liderazgo. Como si el tiempo fuera estático. No se ocuparon de crear cuadros para el futuro; para un sano relevo generacional; para que sobreviva el proyecto de nación. Con el error del 21 de febrero de 2016 empezaron a sonar las alarmas y ya se veía el peligro. Con esta idea en la cabeza, entrevisté al entonces vicepresidente Álvaro García Linera, en octubre de 2018, y le dije: ya encarcelaron a Lula, persiguen a Correa y tienen cercado a Maduro. Vienen por ustedes, ¿qué van a hacer?

García Linera me respondió: “…como decía Lenin: la radicalidad de una revolución se mide por la radicalidad de la contrarrevolución… usar la riqueza de un país para dar de comer a los humildes, para dar escuela a las zonas marginales, crear oportunidades para la gente joven, tiene su precio… nosotros venimos de la lucha y ante las eventualidades de perder, queda volver a luchar, es el destino inevitable de los sectores subalternos, luchar, pararse, caerse, volver a levantarse, conocemos el destino de la historia, y sabemos que cuando uno triunfa su triunfo es temporal… si te derrotan tienes vida, prepárate para la siguiente victoria. ¿Cuándo se acaba eso? Cuando te mueres…”

Recordé entonces un libro que decía que para Lenin era esencial la existencia de  cuadros, miembros dentro del partido comunista que, en estrecho contacto con las masas, pudieran dirigir las distintas organizaciones y reconstituir al partido en caso de represión. Pero ya no se lo pude decir porque la entrevista ya había terminado e iba de salida de la Casa Grande del Pueblo.

Hoy que se llama a un nuevo referéndum sobre el tema, me adscribo al apotegma mexicano. El sufragio efectivo ya lo tenemos, nos faltaría la no reelección.

(*) Javier Bustillos Zamorano es periodista

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Hamdan, habla su patrocinador

Gutiérrez Yáñez dijo que va a seguir apoyando moralmente a Hamdan, pero que si tiene que ir a declarar a Bolivia, irá

Javier Bustillos Zamorano

/ 22 de julio de 2024 / 11:11

Víctor Hugo Gutiérrez Yáñez es un licenciado en finanzas y abogado mexicano de 54 años de edad, que incursionó brevemente en la política primero como militante de base de diferentes partidos, luego como diputado y finalmente como fallido aspirante a una candidatura presidencial independiente. Cansado de estas batallas, decidió dedicarse por completo a una ONG que creó en 2017, a la que llamó Comisión Iberoamericana de Derechos Humanos Para el Desarrollo de las Américas (CIDHPDA).

Junto a otras personas, estableció delegaciones en algunos estados de la república mexicana y otras en Sudamérica, entre ellas Bolivia. En sus estatutos, a los representantes de su organización se les llaman comisionados, y uno de ellos es Luis Fernando Hamdan, el activista recientemente detenido acusado de ser cómplice del asalto militar del pasado 26 de junio.

Consulte: El dúo Arias-Archondo

En breve conversación con este reportero en la ciudad de México, dijo que no conoce personalmente a Hamdan y la única información que tuvo de él fue a través de internet, de unos cursos y talleres que daba sobre defensa de presos políticos. Que quien se lo presentó como “un periodista defensor de derechos humanos” fue Carolina Delgadillo vía WhatsApp, en 2022.

Dijo que conoció antes a las otras tres integrantes de la delegación boliviana, cuando Carolina Delgadillo, Helen Kelly Tejeda y María Katherine Antezana se comunicaron con él, para pedirle ayuda porque se sentían indefensas “ante los ataques del Gobierno” y necesitaban protección de una organización del exterior, a lo que él accedió, y sin más trámites las nombró sus representantes en Bolivia.

Gutiérrez Yáñez se guía por lo que le dicen ellas y el abogado de Hamdan, Jorge Valda. Así, da por ciertos los dichos de Sergio Castro (capitán del Ejército que actualmente busca asilo en Missouri, Estados Unidos), en los que dice que Hamdan fue víctima de un engaño de parte del general Zúñiga “que pretendía tomar el poder mediante un autogolpe en complicidad con el presidente Arce”. Que fue vigilado desde 2019 por agentes de Inteligencia. Gutiérrez Yáñez vio y oyó al capitan Castro y le pidió realizar una declaración notariada de sus dichos, a fin de que no se quede en eso, y sirva como prueba para la defensa de Hamdan. Hasta el cierre de esta columna, aún no recibía respuesta de Castro. Dijo también que en Bolivia hay 278 presos políticos; que Hamdan se entrevistó con Zúñiga solo para hablar de presos políticos y exigió al Gobierno de Bolivia la liberación de su representante.

Confía en Hamdan y metería las manos al fuego por él y por todos sus comisionados, afirmó, pero no negó la posibilidad de equivocarse; contó que ya hubo gente que hizo mal uso de su organización y que, en caso de comprobarse lo contrario en el caso de Hamdan, tomaría las medidas correspondientes. ¿Expulsión? Prefiere esperar al resultado de las investigaciones. “Nosotros no nos dedicamos a desestabilizar a ningún país”. “El señor (Hamdan) jamás nos habló de ataques subversivos”. “Nos deslindamos de cualquier acto de terrorismo”. “Cualquier persona puede ser defensora de derechos humanos y en nuestros nombramientos siempre ponemos que no nos hacemos responsables por los malos usos que realicen esas personas”, aseguró.

Quizá por ser de reciente creación o porque hasta la fecha no se ocupó de un caso relevante, la CIDHPDA no tiene presencia en medios periodísticos mexicanos ni en la esfera de los organismos de defensa de derechos humanos. Gutiérrez Yáñez dijo que su organización civil se financia a través de donaciones, ninguna procedente de Estados Unidos.

Fue cuidadoso al hablar de su ONG. Dijo que su institución actúa bajo los estándares de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), pero aclaró que no cuenta con un reconocimiento formal de parte de estos organismos. Que ya iniciaron los trámites, pero que aún no tienen respuesta. Esto porque en las cinco cartas de acreditación como representantes de esta ONG en Bolivia, que Carolina Delgadillo, identificada como Alta Comisionada, envió al general Zúñiga y al Ministerio de Relaciones Exteriores, entre otros, se lee: “…CIDHPDA organismo internacional reconocido por la OEA y NN.UU.”

Gutiérrez Yáñez dijo que va a seguir apoyando moralmente a Hamdan, pero que si tiene que ir a declarar a Bolivia, irá.

(*) Javier Bustillos Zamorano es periodista

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El dúo Arias-Archondo

El dúo participó ese día en tres distintas radioemisoras repitiendo sus dichos, casi con las mismas palabras

Javier Bustillos Zamorano

/ 8 de julio de 2024 / 10:23

Fue como un rayo en noche estrellada. Los noticieros de la una de la tarde en México, las tres de Bolivia, habían comenzado lentos y con notas sin importancia, cuando llegaron los primeros avances de lo que estaba ocurriendo a esa hora en la plaza Murillo. Entonces comenzó el griterío de los conductores: ¡De último momento! ¡Golpe de Estado en Bolivia! ¡El Ejército toma la sede de gobierno con tanques y tropas…!

Y el acostumbrado monitoreo de esa hora se convirtió en un frenesí de ir de una radioemisora a otra, todas parecían en cadena nacional: “¡Un tanque derribó la puerta de Palacio Nacional!” “¡Las tropas ya entraron a la sede de gobierno”! Al buscar radios bolivianas por internet, el asombro, en varias so lo había deportes y fútbol, en otras, huayños y así hasta que una empezó a dar noticia del asalto militar.

Lea: La versión oficial de la realidad

A las seis de la tarde, hora de México, mientras en la embajada el titular, José Crespo, hacía un resumen de los hechos a los reporteros, regresé al monitoreo de noticiarios: todos entraron con el asunto boliviano, con crónicas y enlaces con periodistas de allá, pero en una radioemisora reconocí una voz, no era un periodista, era Iván Arias, el alcalde de La Paz, y oí lo que dijo: “…esto pasó de ser una tragedia a una comedia, fuimos víctimas de un sainete, de un engaño, pero más allá de eso, la primera reacción que tuvimos como autoridad democráticamente elegida, fue defender la democracia…yo no salí a defender al Presidente, ni a su partido, salí a defender la democracia que tanto nos ha costado…yo soy hijo de la democracia, yo fui torturado, yo fui baleado por las dictaduras y no voy a permitir que un sainete ponga en riesgo a la democracia…”

Siguió Arias: “…Fue un sainete que agravará la precaria situación del país, no sé si esto beneficiará a los organizadores… nosotros quedamos con la boca abierta, Dios mío, no puede ser, hemos sido víctimas de un sainete… después de esto ¿tenemos más dólares? ¿Tenemos más combustible? ¿Más estabilidad?… si no tenemos eso, todo lo que ha pasado se va a voltear contra todos los que nos han querido tomar el pelo…”

Sintonicé otra estación de radio y ahí también tenían a otro boliviano que hablaba con mucha seguridad del asunto, lo identificaron como “el periodista boliviano Rafael Archondo” y lo oí “…no, no es como se viene diciendo que es un golpe de Estado, no, mi hipótesis es otra: lo que pasó no fue un golpe, para empezar un golpe de Estado no se da a las tres de la tarde, se lo da en la madrugada, el que va a dar el golpe se levanta a las cinco de la madrugada, toma el congreso, al presidente y el control del país… es más probable que se haya tratado de una escenificación para intentar generar una ola de solidaridad con un gobierno muy débil, muy cuestionado y que no ha podido enfrentar la crisis económica… necesitaba una especie de balón de oxígeno… mi hipótesis es que entre Arce y Zúñiga se pusieron de acuerdo y lo tuvo que detener, porque si lo dejaba libre, la credibilidad hubiera sido ausente… todo ha sido planteado para que los medios puedan dar una cobertura; los periodistas y transeúntes no fueron retirados de la plaza para que pudieran presenciar este espectáculo… fue circo y maroma, como se hizo en 2019, cuando se intentó generar la idea de que el Ejército se enfrentaba a la democracia, hostigando a un gobierno democrático…”

El dúo participó ese día en tres distintas radioemisoras repitiendo sus dichos, casi con las mismas palabras. Me interesó saber cómo ocurrió ese despliegue. Hablé con un colega del equipo de producción de uno de los noticiarios y me dijo que Archondo ya era asiduo en Radio Fórmula, y que Arias fue contactado con facilidad pues se mostraba dispuesto con quien quisiera entrevistarlo.

En los tres noticiarios en los que participó el dúo quedó la idea final de que lo ocurrido ese miércoles en Bolivia fue un “autogolpe” que el presidente Arce había escenificado. Al terminar de oírlos, recordé algo que había leído hace poco sobre la calumnia y la acusación, según Maquiavelo: “… la calumnia no necesita testigos ni ningún otro género de prueba, de suerte que cualquiera puede calumniar a otro, pero no acusarlo, porque la acusación exige verdaderas pruebas y circunstancias que demuestren la verdad en que se funda” (Discursos de la Primera Década de Tito Livio, Nicolás Maquiavelo).

(*) Javier Bustillos Zamorano es periodista

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La versión oficial de la realidad

En 2019, vi a Carlos Mesa decir que hubo fraude, sin esperar los resultados finales del cómputo

Javier Bustillos Zamorano

/ 24 de junio de 2024 / 10:25

Siempre supe que el humano es un ser anfibio, así como nada en la realidad, bucea en la imaginación, territorio éste de los escritores que pueden llegar libremente a la ficción. Pero los políticos no. Ellos, como Ulises, no solo deben amarrarse al mástil de la realidad, sino también ponerse cera en los oídos para no caer en el encanto de las sirenas. Ellos son o debieran ser los más objetivos y ecuánimes; no deben alejarse de la realidad, pues son responsables de los anhelos que despiertan. Pero al parecer también son víctimas de sus ficciones. Creen en lo que quieren creer, oyen lo que quieren oír y viven la versión de la realidad que quieren vivir.

En las recientes elecciones mexicanas, por ejemplo, la candidata Xóchitl Gálvez y los dirigentes de los partidos de oposición salieron en la tarde de ese 2 de junio a decir que habían ganado, frente a un grupo de gente que estalló en júbilo: lágrimas y gritos en un festejo que duró cuatro horas, hasta que las autoridades electorales informaron que habían perdido por más de 30 puntos. En 2019, vi a Carlos Mesa decir que hubo fraude, sin esperar los resultados finales del cómputo y sin presentar una sola prueba; a Evo Morales negar el referéndum de 2016 y al presidente Luis Arce aceptar a regañadientes una realidad económica adversa.

Consulte: Claudia Sheinbaum, de cerca

Nuestros políticos también tienen pues un problema con la realidad. Un problema que para el escritor y poeta mexicano Carlos Montemayor (1947-2010) tiene una explicación. A continuación, reproduzco parte de un texto que publicó en 2009 en el diario mexicano La Jornada, bajo el título de Discurso no requerido, que podría acercarnos a una comprensión:

“Suele decirse que el político es un hombre de acción y el escritor un hombre de imaginación… es riesgoso considerar a la política como la ciencia o el dominio de la acción… la mayor parte de la actividad del político se despliega en la formulación de un sistema de referencia persuasivo, o en una peculiar reconstrucción de la realidad que justifique las actividades de represión, reorganización, competencia o justicia social que se propone un grupo en el poder en un momento dado. Es el empeño de imaginación permanente que sirve para encubrir, justificar o callar lo que todo el pueblo gobernado sabe que está ocurriendo y nadie quiere o logra decir. De tal manera que el ejercicio político no es puramente un ejercicio de acción, es un ejercicio también de ficción y muchas veces con un sentido más profundo de ficción que el literario. Es la ficción que da origen a la versión oficial de la realidad.

Todo enfrentamiento ideológico es, en principio, en la vida política, el enfrentamiento de distintos grupos empeñados en un conocimiento divergente. Por ello, todo cuestionamiento no solo es enfrentarse contra los grupos en el poder, sino contra la construcción verbal misma que de la realidad formulan tales grupos. Con frecuencia la polarización de versiones oficiales partidistas hace de las realidades legibles o ideológicamente construidas una oscura zona que dificulta la opinión del ciudadano, del periodista, del político mismo o del escritor. La historia oficial es quizás la aspiración política más evidente que desean conseguir, que quisieran lograr, en cuanto construcciones verbales de la realidad, todos los gobiernos del orbe. Ningún sector se impone como fuerza civil en una contienda política o armada sin una visión de la realidad que lo justifique o lo defina como la parte poseedora de la verdad política. No hay traidores de oficio. Hay hombres que hacen todo lo posible por realizar sus valores políticos.

La versión del mundo, pues, no es una construcción fácil. Los políticos mexicanos, igual que los políticos de otras latitudes, tienen una visión muy definida sobre lo que debe pensarse dentro de sus territorios. Todo lo que no coincida con la versión oficial se toma como agresión, impugnación, crítica desmedida, infundada o ingenua. Todo sistema gubernamental, todo grupo en el poder, descalifica a quien se atreva a cuestionarlo. Para el poder son enemigos e incluso criminales en potencia. Esa actitud permanente de subestimar al que impugna, al que no piensa como nosotros o nos cuestiona, muestra la actividad del hombre político no como acción pura, sino como una peligrosa y dañina labor de ficción y riesgoso encubrimiento…”

(*) Javier Bustillos Zamorano es periodista

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