Criptomonedas
Las criptomonedas parecen estar al borde de ser aceptadas por el público en general. El precio de Bitcoin, la criptomoneda original (y aún la más importante), alcanzó recientemente un máximo histórico, mientras que la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC) ha relajado las normas que facilitan mucho la inversión en criptomonedas. Donald Trump promete convertir a Estados Unidos en “la capital de las criptomonedas del planeta”, y un nuevo proyecto de ley del Senado patrocinado por los republicanos exige que la Reserva Federal invierta miles de millones en bitcoin. Incluso Kamala Harris, según se informa, está más abierta que el presidente Biden al potencial de las criptomonedas.
Todo esto podría indicar que el mundo de las criptomonedas está dejando atrás sus escándalos y su mala reputación como el patio de recreo de los delincuentes y los charlatanes financieros. Tal vez deje de lado a los bancos anticuados y devuelva el poder a los usuarios, lo que les proporcionará beneficios como un acceso más fácil a los productos y servicios financieros básicos, más competencia y una mayor resiliencia.
O tal vez no. El nuevo amor de los políticos por las criptomonedas probablemente tenga más que ver con un intento cínico de conseguir el apoyo de los jóvenes votantes y el dinero de Silicon Valley que con la maduración de un conjunto de activos financieramente peligrosos. En todo caso, las criptomonedas hoy presentan riesgos aún mayores para sus inversores y para nuestras instituciones financieras. El hecho de que el Partido Republicano esté celebrando públicamente las criptomonedas ante los votantes estadounidenses solo podría empeorar las cosas.
No soy un eterno detractor de las criptomonedas. Habiendo escrito un libro sobre monedas digitales, puedo decirles que Bitcoin tiene conceptos creativos notables y tecnología innovadora detrás. Bitcoin y otras criptomonedas similares están en principio descentralizadas, lo que significa que no son emitidas ni administradas por ninguna institución o agencia. Debido a que las transacciones digitales de registros se mantienen en una red mundial de computadoras, las criptomonedas son en principio seguras, invulnerables a la manipulación por parte de un grupo pequeño y resistentes al fracaso. Como tales, teóricamente deberían desplazar la necesidad de intermediarios confiables como los bancos comerciales, que a menudo usan su poder para limitar la competencia y restringir el acceso amplio a productos y servicios financieros.
Desafortunadamente, algunos de estos beneficios se han quedado en el camino a medida que las criptomonedas ganaron popularidad y las fuerzas especulativas en busca de ganancias rápidas se afianzaron. Una de las principales paradojas de las criptomonedas es que ahora existe una enorme centralización en este ecosistema no regulado. Aparentemente reacios a depositar su plena fe en una tecnología que no requiere confianza, la mayoría de los usuarios dependen de las bolsas de criptomonedas para guardar sus criptoactivos y comercializarlos.
El bitcoin, en particular, se ha convertido en un activo financiero puramente especulativo, cuyo valor parece depender únicamente de su escasez y no de su utilidad. Su valor volátil, que se evidencia en sus oscilaciones de precio de los últimos días, las elevadas tarifas de transacción y los lentos tiempos de procesamiento lo han vuelto ineficaz como medio de pago.
Pero gracias a una flexibilización de las restricciones por parte de la Comisión de Bolsa y Valores, los inversores minoristas, incluso los no profesionales con ahorros modestos, ahora pueden incorporar fácilmente criptomonedas a sus carteras a través de productos que ofrecen las principales firmas de gestión de inversiones. El respaldo de los políticos legitima aún más las criptomonedas como una clase de activo. Esto solo expone a dichos inversores a riesgos que tal vez no comprendan del todo y que podrían perjudicarlos financieramente. Esto no significa negar el progreso. Otras criptomonedas como Ethereum, que son mucho más eficientes energéticamente que Bitcoin y permiten procesar un gran volumen de transacciones de forma rápida y económica, se están volviendo más populares. Y la tecnología blockchain en la que se basan las criptomonedas ya se está implementando a través de contratos inteligentes, que facilitan una amplia gama de transacciones sin intermediarios y solo utilizan código informático.
A pesar de todos sus aparentes beneficios, las finanzas descentralizadas creadas en torno a las criptomonedas han importado esencialmente las fragilidades de las finanzas tradicionales, pero con mucha menos regulación y muchos riesgos nuevos. Si bien los usuarios, los inversores y los reguladores deben estar abiertos a innovaciones que mejoren el acceso a los mercados financieros y su eficiencia, deben tener cuidado con las falsas promesas y las exageraciones, especialmente si esas exageraciones provienen de los políticos.
Eswar Prasad es columnista de The New York Times.