El vuelo de Garibay
Héctor Garibay perdió el vuelo más importante: Bogotá-París.
Este orureño corrió ayer sábado desde las 02h00 (hora boliviana) en la prueba de Maratón de Los Juegos Olímpicos de París. Sus capacidades físicas son innegables y sus éxitos internacionales nos hicieron sentir que la apuesta tenía que estar en este caso tan atípico con más firmeza que en una cuestionada selección de fútbol. Sin embargo, Bolivia perdió el vuelo de retorno de París, el vuelo de la esperanza. Pensamos que éramos una diva de 90-60-90 y el espejo francés nos reflejó un 60-60-60. No escuchamos mal, puesto 60.
El tiempo previo a este resultado trajo hechos, detalles, sentires que no son menores. El fondista en cuestión apareció hace poco en nuestras pequeñas pantallas como un llanero solitario y triste. Reveló que entrena solo, que se plantea desafíos solo y ha expuesto hace poco en redes sociales que se siente triste, que se siente incómodo. Hizo referencia a la falta de entendimiento con una persona cuyo nombre no menciona. El domingo ya varios medios comentaban un extenso y poco claro texto en sus redes. Todo esto a pocos días del gran día. Lo que vino después fue todavía menos claro para un gran pedazo del país que estaba pendiente del deportista orureño que nos hizo soñar en rojo, amarillo y verde. Resulta que nuestro líder olímpico desfiló en la majestuosa inauguración de los Juegos Olímpicos pero después abordó un par de vuelos de retorno al país. ¿En serio? Dicen algunas notas periodísticas que se trató de razones ligadas a su entrenamiento. ¿En serio? También dijeron en medios que perdió su vuelo en Bogotá porque, según informó su grupo de apoyo, el atleta necesita alimentación especial y la estaban preparando en un restaurante. En esa espera de la comida no se percataron de que perdían el vuelo. ¿En serio? Se dice también que Garibay cumplió con sus horas de entrenamiento en la misma Bogotá para no perder tiempo. ¿En serio? Nuestro abanderado nacional sí sabe cómo ponernos nerviosos.
Esito sería por ahora. Garibay es una caja de sorpresas y el futuro es, como todo en el país, incierto. Por ahora solo es posible mirar hacia el pasado, para mirar hacia algún lado. El camino de vida que le tocó re/correr a Héctor tiene su épica particular y los medios la contaron vagamente. Héctor no es un atleta que entrena desde su tierna juventud. No nació en el Olimpo. Detrás del apellido Garibay está el apellido Flores; al lado de sus 36 años está su tamaño, un metro con 60 centímetros; delante de él, las circunstancias pusieron un volante de taxi. Lo que más se sabe de él es que el 2022 fue el tiempo de brillar en Asunción, el 2023 el logro se labró en Sevilla y se terminó de deletrear en México. Sin embargo, los éxitos del “atleta taxista” no comienzan con estas ciudades, comienzan en el país y todavía más atrás en el tiempo. Los logros de Héctor son la siembra de su familia, como en el caso de tantos de nosotros. En el caso de este “Puma Andino”, la siembra comienza en Totoral.
La altiplánica localidad de Totoral está en el municipio de Pazña de la provincia Poopó en el departamento de Oruro. 3.905 metros. ¿En serio? Sí, por allí el río Antequera se peina para desembocar en el lago Poopó. La mamá y el papá de nuestro totoraleño campeón decidieron migrar a la ciudad de Oruro para vivir mejor, seguramente. Fue cuando nuestro llanero solitario se hizo mecánico, chofer de taxi, lateral derecho en la cancha de fútbol. Tenía 15 años cuando la ciudad lo descubre. Tenía 17 años cuando otro orureño nacido en otro rincón del Altiplano, Evo Morales, ganaba las elecciones presidenciales con el 53,7 por ciento de los votos. Esa ciudad que aplana con su taxi le abre el sueño de correr y ganar. Totoral ya le había tatuado en el cuerpo la necesidad, desde los siete años, de correr 7 Km cuesta arriba desde su casa en Poopó hasta la boca de la mina El Totoral, donde debía llegar con el almuerzo para su padre, que extrajo estaño durante más de 20 años. Lo contó el periodista mexicano Raúl Vilchis y hay que agradecerle por el trabajo que no hizo un periodista boliviano. Garibay corría también para no perderse ningún capítulo de Dragon Ball, emitido por la televisión abierta antes del mediodía. La carrera como deporte llegará a su vida mucho tiempo después, casi un siglo después. Es como aprender a leer siendo adulto.
Volvamos a París. Volvamos de París. Garibay es el puesto 60. Lo más triste, no se acercó ni a su propia marca. Héctor perdió frente a Héctor. Garibay perdió el más urgente de sus vuelos. Perdió el vuelo de Garibay.
Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.