El dólar como mercancía
Quienes abusan en río revuelto son gente que, sin ser librecambista, aprendió del oficio rápidamente
Rubén Atahuichi
Imagen: La Razón
Hace más de un año, la escasez de dólares en el mercado preocupa al país. El gobierno de Luis Arce escudriñó todas las posibilidades por frenar el fenómeno, que antes también afectó a otros países, pero no logró su propósito.
Entre los factores del problema están la caída de las Reservas Internacional Netas (RIN), la presión de la inflación externa y la recesión internacional. El Gobierno culpa del mal a la Asamblea Legislativa, que, especialmente por la fractura del Movimiento Al Socialismo (MAS), no aprueba créditos internacionales que ahora suman más de $us 1.000 millones. Tiene su cuota parte el peso de la subvención de hidrocarburos.
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Además, la administración de Arce denunció que la banca esconde un cuarto millón y consideró que muchos ciudadanos decidieron resguardar sus dólares “bajo el colchón”. Análisis particulares calcularon en $us 10.000 millones “guardados” fuera del sistema financiero.
Así, desde el año pasado, la paranoia del dólar movilizó al ciudadano común, que de ocuparse por sus intereses personales —deudas, alquileres o anticréticos— y sus transacciones habituales, pasó a buscar réditos con la moneda extranjera. ¡El dólar pasó de ser instrumento de transacción a un producto mercantil! Una mercancía.
El fenómeno es perceptible en los círculos íntimos. Hay parientes, amigos o conocidos que, en la primera carencia, compraron dólares con la idea inicial de resguardar sus ahorros en moneda extranjera y, luego, al acentuarse la escasez, sintieron la necesidad de atender la demanda del mercado: convertirse en librecambistas y gestionar el precio.
Ahora es como el tomate o el pollo, que al solo anuncio de incremento de precio de parte de los medios y periodistas entusiastas, sube en los mercados populares con cualquier argumento de las “caseritas”: falta de “insumos”, bloqueos o falta de diésel también.
Nació el “dólar paralelo”. Verdad de Perogrullo: el sistema financiero está involucrado.
Sin embargo, quienes abusan en río revuelto son gente que, sin ser librecambista, aprendió del oficio rápidamente. Usa las redes sociales para “colocar” en el mercado los dólares.
Saben de las fluctuaciones, como los propios librecambistas, las casas de cambio o el mismo sistema financiero. Ofrecen en los círculos íntimos la moneda extranjera al precio que fijan.
En las casas de cambio, aunque con cierta cautela, el fenómeno se repite, hasta ofrecen montos de más de seis dígitos a la sola demanda. ¡Reaparecieron los dólares!
Como el mercado se mueve por la oferta y la demanda, los precios fluctúan en consecuencia. Desde la semana pasada, la unidad del dólar sufre una leve caída; de Bs 15, inclusive, bajó hasta Bs 8. El cambio oficial es aún Bs 6,96 a la venta.
Vivimos en un gran cuadro de especulación con la sensibilidad del bendito dólar.
¿Bajará más? Quizás. ¿Volverá al tipo oficial? Quizá también. Hace mucho la “sensación térmica” de la situación del país.
Es sensación tiene mucho que ver con el ambiente político, que tiene fuerte incidencia en la situación de escasez del dólar.
En los últimos meses, la crisis interna del Movimiento Al Socialismo (MAS) ha tenido un efecto negativo en distintos ámbitos, al punto de generar un desorden institucional y una crisis política que frena iniciativas en la Asamblea Legislativa y tiende a afectar la gobernabilidad.
A ese clima adverso se suma el traspaso del expresidente Evo Morales a la oposición. Sus constantes cuestionamientos al gobierno de su correligionario Luis Arce generan inestabilidad social y política en el país. ¡Ay, el dólar!
(*) Rubén Atahuichi es periodista