Voces

Wednesday 18 Sep 2024 | Actualizado a 15:26 PM

Ilusión y rutina

Drina Ergueta

/ 15 de agosto de 2024 / 07:54

No se trata de términos antónimos, aunque tienen cierta relación en ese sentido. La ilusión es generalmente algo excepcional o novedoso que da expectativas de felicidad, por ejemplo: la participación de Héctor Garibay en las Olimpiadas 2024; en tanto que la rutina es algo habitual, monótono y que no afecta emotivamente, así sea una gran decepción ya repetitiva o incluso algo que puede ser un delito y causar un daño enorme a personas concretas y a la sociedad en general, como son los feminicidios que parece que se toman como el pan de cada día. Ilusión y rutina en las noticias.

El efecto Garibay ha sido impresionante por la ilusión causada en todo un país como Bolivia que nunca ganó una medalla olímpica y que siempre que participó en esta competición internacional lo hizo de manera penosa, reflejo fundamentalmente de su disminuido desarrollo económico y de la poca atención que se da al deporte en general. Esta vez había una oportunidad, de los cuatro deportistas que asistieron a París, uno especialmente tenía grandes posibilidades y participaba en una sola prueba: en la maratón de 42 kilómetros que encabezó los primeros 10, con todos los corazones bolivianos latiendo al unísono y banderas nacionales agitadas en todo el recorrido, para llegar finalmente en una posición bastante rezagada.

¿Decepción? No. No importa el lugar, podía haber sido una medalla, la primera; pero la ilusión se agradece y más porque todo el país sabe las condiciones en las que este atleta se entrena, con ningún o muy poco apoyo. Mientras en otros países el deporte profesional recibe un sueldo, en Bolivia solo quien tiene las necesidades básicas cubiertas puede dedicarse de lleno a ello. Gran parte de la población se ve reflejada en el esfuerzo de Garibay y se identifica con su origen humilde y en la lucha de cada día para tener un plato de comida y un techo, por eso ilusiona su sola participación en la competencia.

Decepción es otra cosa, es que un hombre que amas te golpee, que un hombre por el que votaste resulta que agrede a su esposa como, al parecer, es el caso del expresidente argentino Alberto Fernández. ¿Quién dijo que no había machistas violentos en los espacios supuestamente progresistas de la política? Los hay y están en todos los ámbitos, esferas y tendencias políticas porque, pese a que la violencia machista está penada en gran parte de los países, en el día a día de muchas personas, especialmente varones, está naturalizada y, por debajo, aceptada y hasta protegida.

Hay tanta violencia de parte de los hombres hacia las mujeres que ya es rutina leer en los diarios o ver en la televisión noticias e informes semestrales y anuales del número de mujeres que han sido asesinadas por sus parejas. Remarco que son hombres porque son ellos los que deben modificar y hacer que sus similares modifiquen socialmente su actitud y visión de la relación con las mujeres.

Hace pocos días el fiscal general Juan Lanchipa informó (Opinión 11/08/24) que en lo que va del año se registraron 54 feminicidios en Bolivia, hay 54 hombres asesinos identificados en un 90% que tienen que pasar 30 años en prisión. También se informó que se registraron 21.821 casos de violencia doméstica. Hay que remarcar que en gran parte de estos casos la violencia la ejercen los varones hacia sus parejas, hijas e hijos.

La Alcaldía de La Paz informó (La Razón 11/08/24) que en tres años se atendieron 1.767 casos de violaciones sexuales en la ciudad, cifra que incluye a mujeres y también a niñas y niños. Al igual que los feminicidios: noticias terribles, insoportables, escandalosas y, también, rutinarias.

En suma, hay acciones puntuales que ilusionan y que pueden movilizar a todo un país, pese a que no tienen gran trascendencia en la vida de las personas; mientras que hay acciones rutinarias negativas y dramáticas para la sociedad que por no ser novedad ya no generan, al parecer, ningún efecto.

Estas acciones negativas no pueden integrarse como rutina, no se puede permitir. La sanción social tiene, a veces, un peso mayor a la legal y por ello el rechazo a los feminicidios debe ser contundente, generalizado y más porfiado.

La sociedad puede modificar comportamientos dañinos, así como puede motivar el surgimiento de ilusiones, mantenerlas, ponerlas en valor aplaudiendo y agradeciendo a quien alguna ilusión nos otorga. Es que la ilusión alimenta, renueva y limpia los ojos e ilumina sonrisas.

Drina Ergueta
es periodista y antropóloga.

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Decisiones demográficas

Las elecciones, el hecho de decidir algo, se hacen en base a las opciones que existen y que se determinan socialmente

Drina Ergueta

/ 12 de septiembre de 2024 / 08:55

Somos menos de lo que se esperaba. Es el resultado del Censo Nacional de Población y Vivienda realizado este año y cuyos resultados se dieron a conocer hace unos días. Bolivia tiene 11.312.620, es decir, un millón de habitantes menos de lo que el propio Instituto Nacional de Estadística había estimado para 2024. Entre las razones expuestas: las mujeres tienen ahora menos hijos y esta respuesta muestra nuevamente que los cuerpos femeninos se usan como instrumentos de las políticas demográficas de su tiempo.

El ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, para explicar la baja cifra del censo, dijo que “mi generación decidió tener menos hijos… por ejemplo, la diputada (de oposición Luisa) Nayar no tiene hijos”, por lo que ésta usó el reducido espacio en la plataforma X para llamarle inútil, corrupto, ignorante, atrevido, misógino, abusivo y, finalmente, triste personaje sin dar mayor explicación del tema. Es que hay varios elementos a tomar en cuenta.

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De manera general, el hecho de que haya un índice mayor o menor de nacimientos en la población depende de varios factores que tienen que ver con las estructuras políticas, sociales, económicas y culturales de una sociedad y, también, con su concepto de familia, los dogmas religiosos al respecto y los conocimientos y prácticas para regular la natalidad (Weeks, 1993).

Al margen de las guerras, las epidemias, los cataclismos y las hambrunas por fenómenos naturales que pueden diezmar fuertemente a las poblaciones, en cada época y sociedad son las políticas que se aplican las que, finalmente, determinan su demografía. Las personas viven en sociedad y todos sus asuntos son resultado de estas decisiones políticas y estructuras sociales, incluso las que parecen individuales como es tener un hijo o hija.

Las elecciones, el hecho de decidir algo, se hacen en base a las opciones que existen y que se determinan socialmente. Es decir, si una pareja clase media urbana decide tener descendencia lo hará, hoy, en función de sus posibilidades económicas, profesionales y hasta de tiempo libre. Una mujer, por su parte, puede decidir embarazarse si encuentra la pareja adecuada: trabajador, buena persona y que no sea violento ni controlador, por ejemplo. También puede decidir tenerlo sola. Estas decisiones se toman cuando en el entorno social es posible hacerlo o, también, contra el orden establecido y se asumen las consecuencias.

Las sociedades han aplicado políticas de fomento o de restricción de la natalidad y, evidentemente, éstas se han aplicado finalmente en el cuerpo de las mujeres. En las décadas de los 60 y 70 del siglo anterior, por ejemplo, en Latinoamérica se impulsaron con gran fuerza (especialmente desde Estados Unidos) políticas de control de la natalidad para evitar una explosión demográfica y reducir el número de familias numerosas, pobres y potencialmente subversivas. Existen muchos ejemplos de esterilizaciones forzosas o engañosas a mujeres indígenas que se practicaba desde el Estado, como en Perú, o mediante ONGs misioneras, como en Bolivia. Medidas de control clasista y racista que se llevaron a cabo en las mujeres, tomadas como objetos reproductores indeseables.

En esas décadas nacieron las oficinas de planificación familiar y reproductiva como una manera de lograr políticas de población geoestratégicas y de desarrollo. Cada país las aplicó a su manera, aunque tenían en común hacer algo en relación a los abortos y a la mortalidad materna. Desde los 80 se habla de los derechos sexuales y reproductivos y para ello han influido los movimientos feministas, ya que las mujeres tienen derecho a disfrutar del sexo de manera saludable y de una maternidad deseada. Además del derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo. La baja natalidad es generalizada en el mundo capitalista actual y también forma parte de la cultura individualista.

¿Cuál es la política demográfica de Bolivia? No está clara. Se puede hablar de algunas medidas, como el bono Juana Azurduy que favorece a mujeres embarazadas que se hacen controles médicos; sin embargo, no hay más incentivos específicos destinados a tener más población. Esto tiene que ver con la economía en general y con opciones de vida atractivas, con políticas de vivienda, de cuidados y educación concretas y también con políticas de género que ofrezcan igualdad de oportunidades, que repartan las responsabilidades, que eliminen las violencias machistas. Las decisiones personales se basan en políticas de cada sociedad.

(*) Drina Ergueta es periodista y antropóloga

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Nuestros talibanes

La voz de las mujeres en espacios públicos y de poder es una necesidad de justicia

Drina Ergueta

/ 29 de agosto de 2024 / 07:23

Corrió por todo el globo la reciente noticia de que en Afganistán se ha prohibido el sonido de las voces de las mujeres en público, es decir fuera de sus hogares, porque sería una falta moral sancionada por ley. Los rechazos también han sido globales, fundamentalmente del mundo occidental, el nuestro. Un rechazo que debe respaldar quién respeta un mínimo los derechos humanos y la igualdad entre las personas; sin embargo, el sonido de las voces femeninas también se silencia en Bolivia y poco se dice al respecto.  

La imagen es la siguiente: se ha instalado una seguidilla de mesas que conforman un gran rectángulo, un mantel blanco las cubre. En el espacio vacío que crean al centro del salón se han colocado unos elegantes adornos florales blancos y también varias pantallas para que todos los asistentes vean la presentación que se hará. En las fotos publicadas en los medios se ven a 47 personas sentadas alrededor. En la parte que corresponde a la testera, en el centro, está el presidente Luis Arce y a ambos lados tiene, tres a un lado y tres al otro, autoridades que le acompañan, suman siete. Alrededor están 40 altos representantes empresariales, ubicados 15 y 15 a los lados y 10 enfrente. Salvo tres imperceptibles señoras, todos son hombres.

Lea: Ilusión y rutina

¿La imagen del poder político gubernamental y del empresarial boliviano, donde solo hay testosterona, no escandaliza? Hay, evidentemente, diferencias con la radicalidad de los fundamentalistas afganos que están en el poder desde 2021, pero ¿cuán diferente es si, igualmente allí en ese espacio de poder, no hay voces de mujeres?

También impresiona que, al igual que la noticia que llega desde Afganistán, esta abrumadora representatividad masculina de un mundo próximo que debería ser mixto, y que en la base lo es porque hay muchas mujeres empresarias en Bolivia, no cause igual escándalo y rechazo.

Hace una semana el fundamentalismo afgano dio a conocer la Ley para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio en la que afirma la obligatoriedad del velo integral para mujeres, también norma la vestimenta de los hombres y su obligación de llevar barba. Además, prohíbe el sonido de la voz de las mujeres en cualquier espacio que no sea su casa. Ellas ya están prohibidas de recibir educación superior.

La Organización de las Naciones Unidas se ha pronunciado condenando estas terribles restricciones para las mujeres que estarían mostrando “una visión desoladora del futuro”. En Bolivia, especialmente en las redes sociales, se han conocido varias opiniones de rechazo a esta medida y varias de ellas desde una mirada de superioridad de tipo evolutivo colonial: “¡Estos salvajes!”

Miremos por casa, que también hay algo que se asemeja. En la reunión de empresarios con el Gobierno se silenció a las mujeres. Y todo como si nada, normalidad en lugar de escándalo. Porque es escandaloso.

Hace una semana, en España ha entrado en vigor una ley de paridad que establece que debe haber un mínimo del 40% de mujeres en los órganos de poder de las grandes empresas, para lo que se establece un plazo de adaptación. Las estadísticas de varios estudios realizados señalan que solo llegaban al 20%.

¿En Bolivia, cuándo se hará una ley paritaria de este tipo? Empresarias hay por cientos de miles, gran parte en el pequeño comercio, el de sobrevivencia, y éstas también son representadas por los varones.

La voz de las mujeres es necesaria, imprescindible, así como también lo es una mirada alejada de esa competitividad masculina que, hasta ahora, como se ve diariamente en la lucha política, no lleva a entendimientos.

La voz de las mujeres en espacios públicos posiblemente sea similar a la de los hombres, unas veces veraz y sincera, otras hipócrita e interesada; unas veces certera e iluminadora, otras oscura o impertinente, como la de cualquier hombre. La voz de las mujeres en espacios públicos y de poder es una necesidad de justicia y, así, diga lo que diga esa voz, siempre será muestra de un mundo mejor.

(*) Drina Ergueta es periodista y antropóloga

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París y la decadencia

Llama la atención la fuerza que tiene en el pensamiento el cristianismo y la pintura de Da Vinci de la Última Cena

Drina Ergueta

/ 1 de agosto de 2024 / 09:24

En momentos de cambio, la decadencia ha recibido una doble mirada, la de quienes observan desde posiciones conservadoras hacia lo nuevo que les parece decadente y, por otra parte, la de quienes impulsan ese cambio y que ven degenerado ese sistema o modelo de vida que se aferra por continuar vigente. Desde que existe la historia del mundo occidental, París ha estado en el centro de esos cambios y así se ha mostrado, una vez más, en la reciente inauguración de los Juegos Olímpicos 2024.

El concepto de historia, como lo entendemos actualmente y sobre el que se trabaja como disciplina, es fruto de la modernidad (siglo XV hasta ahora) y se afianza en la ilustración (siglo XVIII), etapa histórica de florecimiento del pensamiento, donde frente a la fe se impone el conocimiento y la razón. Allí, París (o Francia) es, además de Inglaterra, el centro de esa transformación social y cultural, como la Revolución Francesa, que ha transformado a la vez a todo el orbe. Somos sus hijos e hijas.

Lea: Lamine, Nico y Bolivia

En el siglo XVII, por ejemplo, para quienes tenían el convencimiento de que la religión, la fe, era la verdad absoluta, les resultaba degenerado el planteamiento de que la razón y la experimentación científica primaba frente al mito. ¡Cómo ir contra lo divino! En Francia surge gran parte del pensamiento moderno, con Voltaire, Montesquieu o Rousseau, entre otros. Allí triunfa la Revolución con sus lemas: libertad, fraternidad e igualdad.

La inauguración de los Juegos Olímpicos 2024 ha generado gran polémica porque hay quienes han visto escenas decadentes al observar muchos cuerpos extraños, gordos, bisexuales, negros, mujeres barbudas o sin cabeza, una representación de la Última Cena que les resultaba ofensiva… en un escenario que debía ser más bien solemne, dado que se trataba del encuentro de gran parte de los países del mundo. ¡La degeneración de Occidente!

Los Juegos Olímpicos 2024 apelaron a los lemas de la Revolución Francesa y les sumaron otros, como sororidad (hermandad femenina), solidaridad, festividad o deportividad. La diversidad como valor fundamental también fue evidente en la inauguración, diversidad sexual, étnica y corporal. Es que, para este París actual, la decadencia de hoy está en no aceptar esos valores.

Voltaire, Montesquieu y Rousseau hoy resultan decadentes en relación a las mujeres porque eran profundamente misóginos. Para estos pensadores, las mujeres carecían de razón, eran seres inferiores y debían estar subordinadas a los hombres por su naturaleza frágil, débil, infantil e impredecible y a veces incontrolable. Ya en su tiempo, decadentes, así les verían, desde el origen del pensamiento feminista, Mary Wollstonecraft, Olympe de Gouges o el Marqués de Condorcet, que en el siglo XVII planteaban la igualdad entre hombres y mujeres.

La inauguración de los Juegos Olímpicos 2024 recoge las actuales demandas de igualdad y diversidad. Además, estas olimpiadas se han organizado para que haya una representación femenina paritaria entre quienes compiten, es decir que hay igual cantidad de mujeres que de hombres en las competiciones; se ha buscado que la participación de las mujeres en la cobertura mediática sea igualitaria, poniéndolas a ellas también en horarios de máxima audiencia; se han incluido pruebas mixtas, entre otras acciones. La simbología de que sea una pareja de hombre y mujer quienes enciendan la llama olímpica lo demuestra, la participación de personajes trans en la inauguración también. ¿Es esto lo decadente o son decadentes quienes rechazan estos valores y representaciones?

Finalmente, se ha viralizado el sentimiento de ofensa hacia la fe cristiana entre quienes vieron representada a La Última Cena de Da Vinci en una actuación en la que participan muchos personajes trans, de raza negra, alguna niña, una mujer gorda… también fue viral una versión de que en realidad se trata de El Festín de los Dioses de Jan Hermansz van Bijlert, ya que la organización de las olimpiadas explicó que el personaje central se trata del dios griego Dionisio o Baco.

Llama la atención la fuerza que tiene en el pensamiento el cristianismo y la pintura de Da Vinci de la Última Cena. ¿No es decadente tener pocas referencias histórico culturales? ¿Y no es decadente que se vea ofensiva una representación con personajes que no cumplen ciertos cánones discriminatorios?

París, con la inauguración de las olimpiadas, se colocó nuevamente en la vanguardia y mostró a quienes se colocan en la decadencia.

(*) Drina Ergueta es periodista y antropóloga

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Lamine, Nico y Bolivia

Ser deportista, y en especial ser futbolista, otorga a éste un áurea especial ante la sociedad

Drina Ergueta

/ 18 de julio de 2024 / 06:55

Muchas portadas de medios de comunicación físicos y digitales, además de las redes sociales, han destacado las imágenes de los futbolistas españoles Lamine Yamal y Nico Williams como protagonistas del campeonato europeo de fútbol y lo han hecho tanto por la calidad de su participación deportiva como por su particularidad de ser negros en una selección blanca. Esta inusual aparición puede extrapolarse a Bolivia.

Una parte de esa repercusión mediática y de redes fue de rechazo por razones racistas, ya que “ese tipo” de representación nacional no podía concebirse ni permitirse; la otra, era para destacar la diversidad de una selección y de un Estado que, para algunos, tiene también diversidad de naciones, entre ellas les correspondería por nacimiento la vasca a Williams y la catalana a Yamal.

Revise: Si Zúñiga fuera mujer

Ese rechazo ya lo pasaron las selecciones francesas, alemanas o inglesas (donde una buena parte de sus integrantes tiene raíces africanas, turcas o árabes), con más años de migración extranjera en sus territorios. En España es un hecho que podría considerarse reciente, de este siglo, siendo Cataluña una de las que más registra con un 24% de población proveniente de otros países.

En Bolivia la migración es insignificante; al contrario, es un país de emigrantes, por lo que la comparación con lo que ocurre en la selección española y las reacciones racistas que produce solo puede hacerse no con la población que llega sino con la originaria. Se podría decir que la selección de fútbol boliviana es el reflejo de la revolución republicana criolla de hace 200 años, donde la indianidad no tiene cabida.

No hay futbolistas que apelliden Mamani o Quispe o Choque en la selección boliviana y eso no es un hecho casual, es la consecuencia de un marginamiento consuetudinario histórico. Ni la resistencia física ni las capacidades lo justifican, solo se trata de un resultado de discriminación social.

Por otra parte, ya se conoce la discriminación que por razón de género existe en el fútbol, ya que se trata de un deporte marcadamente masculino y masculinizado. Las conquistas de los equipos y selecciones de fútbol femeninas son recientes y muy importantes, especialmente en España donde han ganado un peso y presencia mediática y publicitaria relevantes. En este aspecto, en Bolivia no hay comparación posible, el impacto de los equipos y selección femeninos es mínimo y eso también es consecuencia de una discriminación social, esta vez por razón de género.

A las mujeres no les corresponde las luces del éxito deportivo, de la competencia y representación, mucho menos los premios y pagos económicos que generan. La población LGTBI está excluida, no puede caber gente que no sea hombre en el fútbol masculino, por eso solo se hacen explícitas otras opciones sexuales en las selecciones femeninas.

El deporte tiene la facultad de otorgar a deportistas una representación identitaria de un grupo, un gremio, un barrio, una ciudad, un país, según el nivel de la competición. Las personas que hacen fútbol, al recibir esa idolatría por ser representantes sociales en una lucha contra otras representaciones, tienen (o tendrían) que ser ejemplares en su desempeño deportivo y también en su comportamiento personal. Además, el deporte no está al margen de un mundo de códigos estéticos corporales muy definidos por la moda y concepciones raciales, allí ciertos fenotipos tienen menos éxito que otros.

Ser deportista, y en especial ser futbolista, otorga a éste un áurea especial ante la sociedad, unos brillos que seducen y por los que sueñan desde muy jóvenes muchos chicos y chicas. Por ello, quien puede paga por un aprendizaje y entrenamiento y aquí vuelven a salir las condiciones sociales discriminatorias que relegan a quien no tiene recursos.

Durante el gobierno de Evo Morales se construyeron infinidad de canchas de fútbol en poblaciones urbanas y rurales, lo que fue muy criticado en su momento. En Bolivia hay gran afición por el fútbol, como deporte, por lo que tener cierta infraestructura es positivo. El problema está en que hace falta un sistema de escuela deportiva seria y estatal (ya hay privadas) que ofrezca oportunidades a toda la población, en su diversidad social, racial y de género, de lograr una profesionalización y una conformación de equipos competitivos y con representatividad social real y no elitista de la población.

(*) Drina Ergueta es periodista y antropóloga

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Si Zúñiga fuera mujer

Es así que Juana Josefa Zúñiga es una de las contadas militares de carrera durante varios años

Drina Ergueta

/ 4 de julio de 2024 / 07:00

El general Juan José Zúñiga Macías está hoy detenido preventivamente en la cárcel de El Abra, de máxima seguridad en Bolivia, luego de ser el protagonista de un intento de golpe de Estado. Le podrían caer 20 años de prisión por “haber atentado contra la democracia y la Constitución” el 26 de junio de este año. Pero, ¿sería posible acabar así, si fuera mujer?

Juana Josefa Zúñiga Macías (Ay, no se ofenda, general, ni familiares, amistades u otros militares, se trata de un ejercicio de imaginación muy útil. Además, ¿por qué es ofensa ser mujer?) ya, de entrada, no podría ser militar. Para serlo, le cambiamos un poco la edad que la que tiene su versión masculina y se coloca en “la primera versión de mujeres militares” que ingresaron al Colegio Militar del Ejército boliviano, entre 1979 y 1985.

Consulte: Imperdonables

En esos años, se abrieron las puertas de las Fuerzas Armadas a las mujeres y se graduaron un total de 47. Las abrió el gobierno de facto del general David Padilla Arancibia, quien también propició el regreso a la democracia, pero su sucesor Hernán Siles Zuazo las cerró en 1983. Fue en 2003 que Gonzalo Sánchez de Lozada vuelve a permitir el ingreso de mujeres en las Fuerzas Armadas por esa incipiente, y ridícula para muchos, razón de equidad de género.

Es así que Juana Josefa Zúñiga es una de las contadas militares de carrera durante varios años y, aunque poco a poco ve a más mujeres en ese espacio masculino, éstas siguen siendo escasas: en 2021 solo llegarán a ser el 10% del total, con proyecciones de que sumen 1.643 en 2025.

Pero no es cuestión de entrar al Colegio Militar, y ya, y de competir con sus colegas, que también, es hacerlo siendo mujer en un espacio masculino y tradicionalmente machista: una lucha constante ya que “algunos instructores y compañeros nos discriminaban y decían que solo íbamos a servir de personal de apoyo y jamás llegaríamos a cargos de decisión” (militar entrevistada por La Razón, 07/06/2022), lo que dificultó su ascenso, por lo que llegar a coronela le tomó sufridos 30 años, algunos de estos, a veces, muy duros.

Cuando era joven fue violada por un superior. Ya se había “acostumbrado” a cierto tipo de acosos sexuales por parte de algunos compañeros, acosos que a veces eran abiertos, naturalizados, y que causaban la risa de sus colegas. Ella optó por naturalizarlos también y reírse igualmente, endurecerse, volverse macho para sobrevivir. Pero la violación la hizo tambalear y pensar en dejarlo todo. Denunciar no era una opción, nadie la oiría, se calló y aguantó que su impune violador actuara como si hubiera sido una relación ocasional consentida.

Muchos años después, en 2020, muy tarde para ella y otras, se creó el Consejo Nacional de Género del Ministerio de Defensa y se establecieron ciertos protocolos de atención de casos de discriminación, acoso y violencia sexual en las Fuerzas Armadas. Según publicaciones, entre 2019 y 2021 se atendieron 340 casos. Tomando en cuenta que en 2021 había 1.443 mujeres en el Ejército boliviano y que ese año hubo 81 denuncias, y que en 2019 hubo 168 casos, se podría decir que en promedio una de cada 10 mujeres militares sufrió alguna de estas discriminaciones y violencias machistas. Zúñiga las padeció, pero como no denunció no cuenta.

Para hacer carrera, no se casa ni tiene hijos y siendo una de las contadas mujeres coronelas, en 2015 la nombran generala, junto a Gina Reque Terán. Zúñiga mujer ocupaba el puesto 20 de su promoción de 60 militares, trabajó mucho más para ello porque las discriminaciones de género la obligaban a demostrar más.

Al contrario de su versión masculina, nunca fue nombrada comandante general del Ejército boliviano por ningún gobierno. Podría ser posible que una mujer llegue a ese cargo, ya que, según cómo se mire, sería políticamente interesante para un gobierno progresista; sin embargo, eso probablemente no lo soportaría una institución tan masculina.

En junio de 2024 es el comandante general quien le dice que lo respalde en una acción que llama “de defensa del pueblo” ante la inestabilidad política, “la ineficiencia de los de siempre” en el Gobierno y la irresponsabilidad de los políticos. Le propone ser ministra de su gabinete, cuando tome el poder. Ella sabe que la usa porque por su trayectoria tiene buena imagen, pero, a la vez, asumir un cargo así le tienta… ¿Aceptará? Bueno, sea lo que sea que decida, una parte de la población dirá que participó en un autogolpe ya que se acomoda mejor a su imaginario. 

(*) Drina Ergueta es periodista y antropóloga

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